Director de la Fundación Recal: «Aprendí a dejar de creerme Dios y que lo controlaba todo»
Tato es el director de la Fundación Recal (www.fundacionrecal.org), un centro especializado en el tratamiento de adicciones. Al igual que le cuesta reconocer el José Manuel que aparece en su tarjeta de visita, tampoco da más relieve a su mérito en la recuperación de más de 1.000 personas en su centro. La misión de la fundación es dar tratamiento de calidad a cualquier persona, lo pueda pagar o no, y trabajar para reducir el estigma del adicto en la sociedad. «Un adicto es un enfermo –dice-. De pequeño uno no elige ser alcohólico y drogadicto». Con la misma misericordia de andar por casa que se gasta se despide con esta oración: «Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para conocer la diferencia».
El sufrimiento es un misterio y casi siempre irrumpe sin que nadie le haya invitado a la fiesta. Pero hay ocasiones en las que su presencia tiene todo el peso de nuestra libertad. En estos casos, lejos de consolarnos, la lógica causa-efecto nos deja más heridos. Tato tenía 30 años en la movida madrileña. Se metió de cuajo en ella. Dice haber disfrutado de la vida hasta que dejó de ser vida… Luego solo quedó el rescate.
¿Qué pasó en la década de los 80?
Me metí en las drogas para disfrutar, y así fue. Empecé en la movida con los Almodóvar, los Bosé… Nos creíamos muy cool, fumábamos opio y nos considerábamos los más elegantes. Pero éramos unos colgados. Nos acabamos enganchando a la heroína. En ese momento no conocíamos el VIH y compartíamos las jeringas. Algunos murieron. Yo tuve suerte, pero estaba desesperado porque era incapaz de dejar de consumir. Acabé destrozado.
¿Por qué hoy lo puedes contar?
Porque he tenido la fortuna de poder rehabilitarme. Mi familia me llevó a un hospital en Inglaterra para desintoxicarme. Allí aprendí una nueva forma de vivir que consiste en que dejes de creerte que eres Dios y que lo controlas todo. Empecé a reconocer mi impotencia. Me dije: «Mi vida es ingobernable. Yo tengo un problema, Dios lo puede resolver. Voy a confiar en Él».
Pero… ¿ya contabas con Dios o lo encontraste en ese momento?
Yo ya tenía fe. Vengo de una familia cristiana, pero todo me lo salté a la torera. Llegué a robar morfina para poder soportar mi dependencia. La prostitución y el robo no me eran ajenos… He hecho cosas contrarias a aquellos valores que me sostenían. La necesidad de consumir drogas te lleva a situaciones inimaginables. Ya tenía fe, pero la fe no es magia. Se pueden hacer cosas muy malas teniendo fe. Somos poca cosa. O dejas que Dios haga de Dios o te pones tú en su lugar y todo es un desastre. Antes creía pero me sentía abandonado. Ahora sé que no estoy solo jamás. Quizá tenía que pasar por todo aquello para aprender a vivir.
Una vez que dejaste de consumir drogas, ¿cómo empezaste a vivir de nuevo?
Antes de volver a España me formé. Estudié en Inglaterra y Estados Unidos durante diez años para ayudar a aquellos que estaban en lo que yo acababa de dejar. No me vine antes porque, aunque allí no contaba con los medios económicos que aquí hubiera tenido, era más feliz, más libre. Sin el peso de la culpabilidad que aquí podría haber desarrollado.
Y cuando llegas a nuestro país, ¿qué haces?
Vine a una pequeña obra de caridad cristiana que cuidaba a prostitutas y alcohólicos. Vimos que podíamos profesionalizar un poco la ayuda que se daba y apliqué la formación que traía. Sentí que podía implantar mejor las terapias que me habían aplicado a mí. Yo creo que sigo vivo para ayudar a los demás. La actitud de devolver lo que se me ha dado es el sentido ahora de mi vida. Tengo que compartir lo que tengo porque si no lo pierdo.
¿Crees que estás curado?
No, porque de una adicción no te curas jamás. Es como ser diabético. Puedes tratarte con insulina pero no te cura. Lo sé porque también soy diabético [ríe y sigue hablando de sí mismo con un desprendimiento propio del que ya no está esclavizado por su imagen]. De las adicciones no te curas sino que las tratas para mantenerlas a raya. Si caes, vuelves donde las dejaste. Yo llevo 23 años sin caer. Pero sigo en la lucha, además de seguir sufriendo todas las secuelas físicas que me dejó mi adicción. Me acuerdo con horror de todo lo que llegué a hacer. Pero esto es lo que hay…
Dices no estar curado porque de las adicciones no te curas. Pero mientras sigues luchando por mantener a raya esta enfermedad has ayudado a más de mil personas a salir…
No he sido yo, es el de arriba. Yo tengo una fe de albañil, de verdad. No puedo dar mucho fundamento de Dios pero sé que sigo vivo por Él y ya está. Así que ahora respondo ayudando. No tengo más merito que querer ayudar porque yo soy más feliz así. No le concedo más importancia. Sé que si dejo de ayudar mi vida es peor.