Defender la vida, apostar por ella, no es algo descontado; es un ejercicio de afirmación que requiere voluntad y, a veces, decidido coraje. También mirada aguda para descubrir brotes de vida donde aparentemente hay muerte.
Reflexionando sobre el tiempo litúrgico que atravesamos, la Pascua, deseo celebrar esta vida que nos trae el Señor, que ha atravesado el túnel de la muerte pero que ha resucitado. Nos ofrece vida y vida en abundancia. Nos regala la certeza de que, desde la fe, la muerte no tiene la última palabra, no hemos de buscar entre los muertos al que vive, pero nos sucede como a los discípulos, según nos cuenta el Evangelio. Después de haber vivido junto a Él, caen en una frustración hecha de desesperanza, de desánimo, de no sostenerse en el camino emprendido porque no ven, no oyen, no entienden, sus ojos confunden los datos, sus cabezas no puede coordinar, sus corazones están alterados…
También en nuestro mundo hay muchos signos de muerte; no llega la vida a todos los seres humanos ni en sus necesidades más básicas. Están obligados a vivir en la tristeza, en la carencia absoluta, en una situación de inhumanidad. El Resucitado nos envía a aliviar, en la medida de lo posible, esas situaciones desde la solidaridad misericordiosa, sabiendo que todo lo recibido debe ser compartido.
Pero todo se mezcla: muerte y vida, dolor y alegría, tristeza y gozo, felicidad y sinsentido… se nos invita en este tiempo a distinguir las luces de las sombras, a iluminar con una pequeña o gran vela esos rincones de no vida y a seguir apostando por ella para todos los seres humanos. Apostar por la vida es agradecer cada día este regalo, recibirla como don para poder compartirla. Es descubrir que algo nuevo está brotando y que necesitamos los ojos del corazón para distinguir los brotes verdes que a veces surgen en el frío asfalto.
Apostar por la vida es cuidarla, como tesoro frágil que puede dañarse con facilidad. Es reír, cantar, danzar, hacer poesía… porque el Señor ha resucitado. Y proclamamos a gritos: ¡Aleluya! Es verdad, está vivo.