Con la vitola de ser una de las series más esperadas del año, se acaba de estrenar en Movistar Plus+ Apagón, un relato apocalíptico, condensado en cinco capítulos de unos 50 minutos de duración cada uno («Negación», «Emergencia», «Confrontación», «Supervivencia» y «Equilibrio»), que nos ofrecen cinco envenenadas cápsulas de angustia vital a partir de una tormenta solar que nos deja desenchufados por completo. ¿Se imaginan sin electricidad, sin poder coger un coche, sin poder mirar la pantalla del móvil? Se trata de una distopía clásica que ha sido estrenada con éxito en el Festival de San Sebastián, basada en el pódcast El gran apagón y con aroma a El colapso, una serie de HBO que aquí definimos en su día como un auténtico icono de la sociedad del malestar.
Apagón técnicamente es una apuesta muy sólida, con nombres de garantías como Rodrigo Sorogoyen, Alberto Rodríguez, Raúl Arévalo o Isa Campo, entre otros, detrás de las cámaras en funciones de directores y guionistas. En cuanto al contenido, es una serie compleja, que huye del maniqueísmo, y que presenta la complejidad de la vida humana en situaciones en la que la supervivencia está en juego. Ahí se encuentran su grandeza y su debilidad, porque aunque la pretensión es de un cierto (e imposible) objetivismo narrativo, el conjunto es desolador, enaltece el mal menor y nos acostumbra a sufrir la existencia como un dilema constante.
Por otra parte, este acostumbramiento a los relatos distópicos, es decir, a convencernos, por la vía de la ficción, de que lo que nos espera es una sociedad futura indeseable, va haciendo mella en muchas cabezas y en no pocos corazones. Dan ganas de decir «apaga y vámonos», literalmente, y de bajarse de un mundo que es todo él una catástrofe. Se echa mucho de menos la luz. Y no solo la luz al final de un túnel distópico de estos, sino una luz presente ya, aquí y ahora, en unas series que son cada día más oscuras.