«Le vamos a dejar esta casulla a don José, que es más fresquita. Es que las otras que tenemos son de invierno», dice Dámaso, el diácono permanente que se encarga de la parroquia de San Isidro, en Aoslos. En el ambiente se respira ilusión, como de estar a punto de recibir a alguien a quien esperas hace mucho tiempo. Con 104 habitantes (según el INE en 2022), la discusión se centra en si este pueblo de la Sierra Norte es el más pequeño de la archidiócesis: «Creo que no, que es Madarcos», dice uno. «Lo que es seguro», subraya Dámaso, zanjando el tema, «es que somos la iglesia parroquial más pequeña». La celebración va a ser sencilla, nos explican, sin grandes gestos. «No somos el coro de la Almudena, pero algo haremos», dice sonriente la hermana Fernanda, carmelita mensajera del Espíritu Santo, la orden religiosa que acompaña la vida parroquial de Aoslos, Horcajo de la Sierra y otros cuantos pueblos más. Y es que ha sido esta pequeña localidad donde José Cobo, recién estrenado arzobispo de Madrid, decidió celebrar su primera Misa como tal.
Al llegar, el prelado es recibido con enorme cariño. Vuelan los abrazos y los besos y la invitación a tomar una limonada fresca antes de pasar a revestirse para la Misa. Con lo que no contaba ni el arzobispo ni ninguno de los acompañantes es con que el Papa Francisco, a las 12:00 horas, pocos minutos después de la llegada de Cobo a Aoslos, desde la plaza de San Pedro, haconvocatoria de un consistorio en el que lo iba a crear cardenal. En cuestión de minutos llega la noticia desde el centro de la cristiandad a esta pequeña localidad a 83 kilómetros de Madrid. Cobo la recibe con enorme asombro, pero también con «agradecimiento y gran responsabilidad». «Todavía estaba asumiendo lo de ayer (su inicio del ministerio pastoral)», explica «ahora habrá que asumir esto también». Para los vecinos de Aoslos, esta noticia ha sido «histórica», dice Dámaso, «ahora siempre será el lugar en el que celebró su primera Misa como arzobispo, ¡y donde fue elegido cardenal!».
Al inicio de la Eucaristía, Cobo les cuenta la noticia a los feligreses: «El Santo Padre me acaba de nombrar cardenal». Lo cuenta para pedirles que «recen por mí». «Estar aquí es agradecer a los que venís y a los que estáis continuamente. Gracias, porque hacéis que aquí haya Iglesia», empieza la homilía. «Lo importante no es el número ni el éxito» sino poder atraer a más gente a Jesús. Para ser cristiano, continúa, «no hay que ser complicado. Lo sencillo es fundamental para que otros conozcan a Jesús». «Hace 20 minutos me he tenido que poner a pensar en la Iglesia universal», pero es que resulta, puntualizaba, que en cada Eucaristía estamos todos. Jesús pide que aprendamos del poder «de lo pobre y lo pequeño». Advierte que es en parroquias como la de Aoslos donde uno aprende lo que es importante.
«Dios valora la humildad y la mansedumbre de corazón», apunta también, por eso Jesús lanza «tres mensajes»: «Venid a mí», que sea Jesús quien nos llama; «tomad mi yugo», porque seguir a Jesús es, a veces, un peso «pero que se lleva bien»; y «aprended de Mí», para no darlo todo por sabido, para escucharle «a través también de los vecinos». «Gracias porque, desde aquí, desde Aoslos, también se puede lanzar la voz de toda la Iglesia».
Como en los tiempos en que era cura de parroquia, el arzobispo, al terminar la Misa, se queda en la puerta saludando a todos. Incluso, cuenta Dámaso «hemos comenzado un libro de firmas y él ha sido el primero en firmar». Desde hoy, Aoslos aparece en el mapa de una manera diferente. Sus calles y sus gentes vivieron el momento en que monseñor José Cobo, que acudía a presidir su primera Eucaristía como arzobispo de Madrid, salió de allí como cardenal electo.