Antonio Giuseppe Caiazzo: «La Eucaristía debe curarnos de la rigidez»
El Papa clausurará el próximo domingo el XXVII Congreso Eucarístico Nacional, en la ciudad italiana de Matera. Hablamos con el arzobispo diocesano
¿Cómo se estructura el congreso?
Está precedido por el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Italiana, que se ha celebrado en Matera del 20 al 22 de septiembre. El congreso arranca este jueves con una liturgia solemne. Hasta la plaza principal, algunos niños que se están preparando para recibir la Primera Comunión y un grupo de refugiados ucranianos llevarán cuencos de trigo; los consagrados y las familias, harina, agua y sal; los jóvenes transportarán la cruz de la JMJ, que se colocará en el escenario, y los médicos, las enfermeras y voluntarios traerán el pan partido. De forma paralela, en once iglesias parroquiales de la ciudad, obispos y cardenales celebrarán la Eucaristía. Habrá conferencias de expertos y diferentes testimonios de laicos y consagrados sobre la Misa. Las tardes se dedicarán a la oración y a las confesiones. Además, en cinco iglesias de Matera habrá adoración eucarística perpetua. Está prevista la presencia de delegados de 180 diócesis, y hay unos 80 obispos inscritos. En total, esperamos cerca de 2.000 participantes.
¿Se puede hablar de la Eucaristía desde una perspectiva sinodal?
Santo Tomás definió la Eucaristía como el «alimento para los que caminan». No es un simple rito, sino un misterio celebrado, que en su caminar necesita siempre ser alimentado con el pan de la vida eterna. En el lenguaje común, cuando se habla de un sínodo, siempre se piensa en un evento en el que se reúnen muchas personas. Pero es mucho más que eso. Se trata de ser compañeros de viaje de la mano de Cristo y en virtud del mismo Bautismo que hemos recibido.
¿Qué importancia tiene la presencia del Papa?
La última vez que un Papa visitó Matera fue san Juan Pablo II hace 31 años. Para nosotros, aunque el programa se ha visto reducido por la coincidencia con las elecciones en Italia, es un motivo de gran alegría y satisfacción poder disfrutar de su presencia y escuchar su homilía.
El año pasado Francisco también estuvo en Budapest en el Congreso Eucarístico Internacional.
Yo también estuve allí. Lo recuerdo como un momento muy significativo. Nos dijo: «La cruz, plantada en la tierra, no solo nos invita a arraigar el bien, sino que levanta y extiende sus brazos hacia todos: nos exhorta a mantener nuestras raíces firmes, pero sin atrincherarse; a sacar de los manantiales, abriéndonos a los sedientos de nuestro tiempo».
También alertó contra las rigideces.
Sí, de forma clara y directa subrayó que la Eucaristía debe curarnos de la rigidez. Me impresionó mucho su frase: «Cada vez que ha habido una tentación de absorber al otro, no se ha construido, sino que se ha destruido». Y la guerra en Ucrania aún no había estallado. Desde entonces, el equilibrio mundial ha cambiado considerablemente.
¿Cuál será ahora el mensaje del Papa?
Estamos en un momento en el que se han multiplicado las emergencias. El verdadero desafío es no quedarnos atrapados en un mundo sin confianza ni esperanza. La pandemia, la guerra, la crisis energética y tantas otras situaciones de sufrimiento han puesto a prueba nuestra identidad como seres humanos. Desde Matera, con el Papa, queremos apostar por la necesaria conversión cultural. Para que esto ocurra debe haber un cambio de mentalidad capaz de perseguir la subsidiariedad. Esto supone que todas las sociedades de orden superior deben adoptar una actitud de apoyo, promoción y desarrollo con respecto a las de orden inferior. El pan se convierte así en el signo de la comunión, de la pertenencia a la única familia que se alimenta del único alimento, distribuido a todos: exactamente como hizo Jesús al instituir la Eucaristía.