Antonio Carrón: «Muchos vienen con dudas y otros quieren buscar solo datos»
La formación no debe basarse solo en «los aspectos cognitivos o intelectuales», asegura el directivo del nuevo centro para la prevención de los abusos de la Gregoriana
La Universidad Gregoriana, uno de los ejes de estudio pontificios de mayor prestigio, acaba de elevar a rango de instituto el centro que hasta ahora se ocupaba de la protección del menor. Un salto cualitativo que sitúa al Vaticano en la vanguardia de la formación de personas para atajar en origen cualquier tipo de abuso y difundir una cultura del cuidado en todos los ámbitos, no solo dentro de la Iglesia.
La mayor parte de los estudiantes del Instituto de Antropología para la Dignidad Humana y el Cuidado son religiosos, sacerdotes y laicos comprometidos, pero «se han creado alianzas muy interesantes con empresas vinculadas a la tecnología, multinacionales del mundo de la comunicación o entidades públicas que se ocupan de ciberdelincuencia», asegura el español Antonio Carrón, miembro del equipo directivo. Este agustino recoleto con años de experiencia en este campo imparte varios cursos sobre educación sexual, castidad y roles de género, la adicción al cibersexo o cómo identificar los perfiles de un abusador. «Lo que hacemos es poner medios para mejorar el trato con personas vulnerables y corregir los defectos que hacen que se produzcan abusos de forma sistémica», señala. Sin embargo, incide en que «hablar de erradicación total es una idea absolutamente irreal e ingenua».
La investigación científica sobre la dignidad humana desde la óptica de la antropología cristiana es fundamental en este nuevo centro, que cuenta con el aval de una de las víctimas más reconocidas a nivel internacional, el chileno Juan Carlos Cruz. Su legado ha sido poner el foco en la escucha: «No tiene nada que ver leer un testimonio o ver un vídeo que escuchar a una persona en directo contando, envuelta en lágrimas, su sufrimiento. Las personas salen muy impresionadas, con sentimientos encontrados de rabia o tristeza». Por eso, Carrón insiste en que la formación no debe basarse solo en «los aspectos cognitivos o intelectuales», porque «solo así se transforman los corazones». «Muchos llegan con dudas sobre el grado de difusión de esta realidad; otros quieren buscar solo datos y estadísticas, pero poco a poco todos ganan una mayor sensibilidad», asegura.
El equipo docente cuenta con profesionales juristas, psicólogos y canonistas. «Se trata de una red interdisciplinar que trabaja desde una perspectiva global», señala Carrón. No solo se busca plantar cara a la violencia contra los menores, sino también a todos los maltratos ejercidos sobre personas vulnerables, como inmigrantes que son víctimas de trata, o mujeres y jóvenes en una situación de dependencia o adicción. En este sentido, también considera importante analizar y prevenir los abusos de poder y conciencia contra los seminaristas o los que se dan en el seno de las órdenes y congregaciones, especialmente en el ámbito femenino.
Desde Roma comparten sesiones formativas o material didáctico que ayuda a afrontar y prevenir los abusos, así como a crear entornos más seguros para las personas vulnerables. El objetivo es atacar a la raíz de los abusos, partiendo de que normalmente están relacionados con el ejercicio de la autoridad. Carrón asegura que la Iglesia está cambiando de mentalidad «a fuerza de golpes». «Se ha pasado del negacionismo o de considerarlo un tema tabú a conseguir que se hayan creado oficinas de atención a las víctimas en la mayoría de las diócesis. Ahora falta que sean más operativas», concluye.
El Papa ha aplazado la reunión con el presidente de la comisión de investigación independiente sobre los abusos en Francia (CIASE), Jean-Marc Sauvé. Un cambio que coincidió con la publicación por parte de ocho miembros de la Academia Católica Francesa de un texto crítico con el análisis de CIASE, al que acusan de tener debilidades de tipo estadístico, doctrinal y jurídico. Por ejemplo, los académicos creen que la estimación de víctimas está inflada. El presidente de los obispos franceses, Éric de Moulins-Beaufort, salió en su defensa y respondió a sus detractores blindado la seriedad de la investigación, si bien el Papa confesó en el avión de regreso de su viaje apostólico a Chipre y Grecia que ni lo había leído ni había escuchado, por el momento, los comentarios del episcopado galo.