Año de la fe, año de conversión
Nueve meses después de la JMJ, nace la Misión Madrid, como gran impulso evangelizador, en el contexto del Año de la fe. Con el lema Comunicad a los demás la alegría de la fe, el pasado sábado se presentó esta gran iniciativa apostólica y de renovación eclesial, durante una Jornada Joven de Nueva Evangelización
El sábado fue un día de reencuentros, de recuerdos, de revivir las intensas experiencias de agosto durante la JMJ… Volvieron los voluntarios, con sus camisetas verdes, y de nuevo, como en Cuatro Vientos, la adoración eucarística se puso en el centro de todo.
Fue un día de celebración, de trabajo y de oración, que congregó a representantes de todas las realidades de las diócesis vinculadas a la pastoral juvenil (cerca de 500 parroquias, más de 300 colegios católicos, los movimientos de la Iglesia y las instituciones de vida consagrada). El reto que tiene hoy ante sí la archidiócesis, en palabras del cardenal Rouco, es «no desperdiciar» la gracia que dejó en Madrid la JMJ, la gracia que se resume en «un gran encuentro con Cristo».
El encuentro que a tantos congregó en el Palacio Municipal de Congresos, de Madrid, fue una «una parábola de la comunión eclesial» en Madrid, en palabras de don Gregorio Roldán, Delegado episcopal de Infancia y Juventud. «Líderes», los llamó también el cardenal, que deben comenzar a impulsar ya la nueva evangelización que necesita Madrid, donde —lamentó el arzobispo—, a menudo «la familia, la escuela, los medios de comunicación…» ya no evangelizan. Eso sí, antes de lanzarse a trazar grandes planes pastorales, el cardenal advirtió de que nada se puede si no se tiene claro «lo esencial: el Sí a Jesucristo». De ahí nacerá el impulso misionero, ya que «el testigo, por esencia, es un misionero». Cuando se vive desde esas claves, surge un estilo de vida que resulta atractivo para los demás; la famosa alegría de los peregrinos, que sorprendió a tantos madrileños durante la JMJ. Pero «la alegría no viene antes de la fe —resaltó—; la alegría viene después».

La Jornada Joven de Nueva Evangelización ha sido un hito importante en el proceso de maduración de las experiencias de la JMJ, que se volcarán en el plan pastoral del próximo curso, con la mirada puesta, especialmente, en los jóvenes. Ahora bien, «no se vive de las rentas. No sé en economía, pero desde luego en la vida de fe cristiana», dijo don Javier Prades, rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, que tuvo a su cargo la ponencia central de la jornada.
De cara al próximo Año de la fe, que se abrirá en octubre, coincidiendo con el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, «el Papa nos invita a comprender que el cristiano se define por la fe que profesa», explicó el rector. «Si lo pensamos, lo que realmente nos identifica es la fe que tenemos. Por eso, el Año de la fe es un año de la identidad cristiana, un tiempo de gracia para que nosotros sepamos quiénes somos, y así, creciendo en nuestro ser, podamos ayudar a que otros descubran la fe».
Pero el cristiano siempre está necesitado de conversión: «No hay nada en este mundo para nosotros más grande que haber conocido a Jesucristo, y nada más doloroso que descubrir la terquedad con la que, muchas veces, Le resistimos».Hay que redescubrir, una y otra vez, quiénes somos. Y preguntarnos continuamente: «Haber conocido a Cristo, ¿cambia nuestros criterios de lo que es amar, trabajar, divertirse, sufrir…?».
Ahí está la clave de todo: conversión. Los frutos, si Dios quiere, ya se verán… «¿Cuántas otras maravillas nos va a permitir ver el Señor durante el tiempo que dure la Misión Madrid?», se preguntó don Javier Prades.
José Calderero
Ricardo Benjumea