Andrea Nicastro: «Con Mariúpol, Putin quería demostrar que no habría piedad ninguna» - Alfa y Omega

Andrea Nicastro: «Con Mariúpol, Putin quería demostrar que no habría piedad ninguna»

En medio de guerras desde 1997, acaba de publicar El cerco de Mariúpol. Fue el último periodista extranjero en salir de la ciudad ucraniana

Ángeles Conde Mir
Andrea Nicastro
El italiano es el enviado especial a Ucrania del Corriere della Sera. Foto cedida por Andrea Nicastro.

¿Qué nos cuenta su libro?
Lo que ha sucedido a quienes se quedaron en Mariúpol, civiles y militares. Y también lo que ha pasado a quienes les asediaron. El libro es una novela cuyos personajes he construido a través de las personas que he conocido en la ciudad, a través de quienes huían de allí y a través de los soldados rusos.

¿Recoge también la voz de los invasores?
Sí. Me parecía importante describir todos los aspectos de este conflicto, porque es evidente que todos son víctimas de decisiones que vienen desde arriba.

Los soldados rusos, ¿están convencidos de sus acciones?
Absolutamente sí. Están inmersos en una narrativa política por la que nosotros somos los agresores. Están convencidos porque la propaganda de Putin ha funcionado. No empezó hace dos años, sino hace más de diez, cuando los caminos de Rusia y Occidente se separaron. Es una propaganda de orgullo nacionalista que ha intentado reconstruir una identidad rusa basada en el poder y no en el diálogo o la cultura.

De estos fragmentos de vidas que ha unido, ¿con qué historia se queda?
No puedo elegir una. Todas encierran sentimientos humanos fortísimos, como el de la madre que atraviesa una ciudad asediada por proteger a sus hijos; el soldado del batallón Azov que quiere proteger a su madre anciana o la cirujana atormentada porque tuvo que amputar brazos y piernas como un carnicero en lugar de como un médico.

¿Cómo se hace para volver a casa sin pensar constantemente en la guerra?
Quizá escribiendo un libro, ¿no? Creo que una buena terapia es ser conscientes de que en el mundo existe algo más de lo que se ve y que hay personas que sufren todos los días, que no tienen el privilegio de la serenidad. No se pueden evitar las tragedias del mundo y tenemos que aceptar que existan. Lo que no significa no luchar para que el mundo cambie. Aunque eso es tarea de un activista o de un político. Yo he elegido ser periodista, observador y escritor para llevar una determinada realidad hasta quien no la ha visto de cerca.

Mariúpol es una ciudad enorme destruida en semanas, ¿había visto algo igual?
Sí. En Grozny, Chechenia. Pero sé que el hombre es tan capaz de destruir como de construir. Con Mariúpol, Putin quería demostrar que no habría piedad ninguna. Los rusos la ocuparon en 2014 y los ucranianos la liberaron y la convirtieron en un emblema de la Ucrania libre pro Europa. Por eso Putin quería destruir este símbolo. Yo he podido contar el sufrimiento porque había quien quería escucharlo. En Afganistán, Irak o Libia no había público al que le interesara el dolor de quienes conocí. ¿Quién quiere saber hoy del sufrimiento de los afganos?

¿El desinterés está empezando a cundir con Ucrania?
Completamente. En primer lugar, porque el interés geopolítico internacional de las grandes y medias potencias es inferior, por tanto, el sistema informativo le subsigue. Paradójicamente, con menos atención quizá se alcance antes el fin del conflicto.

Pese a la menor presencia mediática, ¿sigue doliéndonos más Ucrania porque es Europa?
Probablemente, porque son nuestros aliados desde el punto de vista político. Las otras no son nuestras guerras. Rusia siempre ha sido la enemiga, por eso ha sido fácil identificar a los ucranianos como nuestros. Aunque hasta hace unos años estaban en la órbita rusa, ahora los ucranianos son parte de nuestro mundo. Y así, son víctimas que merecen nuestra ayuda y simpatía. No es que sean más víctimas que los sirios o los afganos. El sentimiento nos nace de una consideración política. Sé que esto que digo es incómodo, pero yo me esfuerzo para que se reconozca. Porque la propaganda funciona también con nosotros.

Desde el 97 cubriendo guerras, ¿el mundo va a mejor o a peor?
Hemos vivido unos 20 años de mundo unipolar con una única superpotencia, Estados Unidos que ha perdido su oportunidad creando mucho más mal que bien. Pensemos en el intento de llevar la democracia a Oriente Medio con bombas. El aislamiento de China lo acabaremos pagando y el de Rusia lo hemos pagado con tres guerras: las dos de Ucrania y la de Georgia. El mundo unipolar no existe. Caminamos hacia un multipolarismo peligroso, porque cada potencia debe afirmarse con las armas y puede hacerlo con las atómicas. Creo que en los próximos 30 años alguien usará una bomba nuclear. Hoy en día, este discurso ni siquiera es ya tabú.

El cerco de Mariúpol
Autor:

Andrea Nicastro

Editorial:

Altamarea

Año de publicación:

2023

Páginas:

240

Precio:

19,90 €

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