Ana de Jesús. Un ejemplo valiente de santidad
Durante su viaje apostólico por Europa, el Papa Francisco ha declarado beata a esta vallisoletana que fue mano derecha de santa Teresa de Jesús y gran amiga de san Juan de la Cruz
Como un modelo de santidad femenina que «contribuyó a realzar la Iglesia en un momento de dificultad». Así definió el Papa Francisco la figura de la carmelita Ana de Jesús durante la ceremonia de beatificación que tuvo lugar el domingo pasado en el estadio belga Rey Balduino delante de casi 40.000 personas y que marcó el punto final a este viaje apostólico. Ana de Jesús representa un ejemplo de «vida sencilla y pobre, hecha de oración, trabajo y caridad». Ella y otras compañeras carmelitas descalzas «supieron traer de nuevo a la fe a tantas personas» de una época marcada por escándalos dolorosos dentro y fuera de la comunidad cristiana, según recordó el Pontífice.
«Era una mujer de gran cultura y una de las mujeres más emprendedoras del siglo XVI», explica Miguel Ángel González, prior de los conventos de carmelitas descalzos de Alba de Tormes y de Salamanca en conversación con Alfa y Omega. «Tenía una personalidad fuerte, un sano discernimiento, buen entendimiento y estaba animada por una gran caridad». También se considera que fue la mano derecha de santa Teresa de Jesús y una de las figuras más influyentes en la reforma teresiana.
Ana de Jesús era el nombre que adoptó cuando abrazó la vida religiosa, pero su nombre de bautismo era Ana de Lobera Torres. Nacida en el municipio de Medina del Campo el 25 de noviembre de 1545, quedó huérfana a los 7 años y se puso bajo la tutela de sus abuelos.
Debido a su gran belleza, especialmente su abuela materna puso todo su empeño en buscarle marido, pero ella se opuso. Para disgusto de la anciana, «se dice que a los 10 años Ana hizo voto de castidad y a los 15, para evitar a los pretendientes, se marchó con su hermano Cristóbal a Plasencia, a casa de la abuela paterna», explica González. Aunque la acompañaba un amplio historial de vida religiosa a su alrededor, pues su hermano fue jesuita; su prima, carmelita descalza, y otra prima, monja clarisa, las abuelas de Ana no entendían su deseo de ser monja y no cesaron en la intención de casarla.
Llegado el momento, el director espiritual de la joven la puso en contacto con Teresa de Jesús y Ana fue recibida en el convento de San José de Ávila en 1570, donde tomó el hábito de carmelita descalza con tan solo 25 años.
En el convento de San Juan de la Cruz, en Alba de Tormes (Salamanca) se puede visitar la exposición De claris mulieribus: santas, mártires, sabias… Un homenaje a mujeres del pasado y del presente que reúne más de un centenar de obras de arte de pintura, escultura y documentación de gran relevancia. La exposición, abierta hasta final de año, también dedica un lugar especial a Ana de Jesús con, por ejemplo, la firma de la profesión de cuando entró en el Carmelo (en la imagen), así como cuadros y esculturas de la beata de los siglos XVII y XVIII.
En ese momento, la relación entre Teresa y Ana adquirió un vínculo especial, «un lazo de amistad espiritual», como expresa el prior, convirtiéndose en la hija predilecta de la madre Teresa de Jesús, que además la llamaba «la capitana de las prioras» por su capacidad de liderazgo. En el mismo año en que Ana entró a formar parte de la familia carmelita, Teresa fundó el convento del carmelo de San José de Salamanca y, entre las monjas que la acompañaban, se encontraba la reciente beata. Fue en uno de esos trayectos cuando visitaron el convento de los padres carmelitas descalzos de Mancera de Abajo, también en Salamanca, donde Ana conoció a san Juan de la Cruz. Su amistad sería otro punto clave en su historia de fe. Ella le animaría a terminar el Cántico espiritual, por lo que él se lo dedicaría y anotaría más tarde que lo concluyó «a petición de la madre Ana de Jesús».
Beas de Segura, Granada, Málaga, Madrid o Valencia son algunos de los lugares en los que la mano de Ana de Jesús se hizo presente ayudando a fundar conventos. En 1596 fue elegida priora del carmelo de Salamanca hasta 1604, cuando se marchó fuera de fronteras españolas para extender la reforma de la madre Teresa en Francia, Bélgica y Polonia. De hecho, antes de morir en 1621, la nueva beata encargó publicar en Bruselas una colección de grabados con imágenes de la vida de Teresa de Jesús y estampas de Juan de la Cruz, dos grandes amigos con los que cultivó la fe.
«Ana sufrió por defender el auténtico legado de la madre Teresa», señala el prior. «Ella no defendía solamente unas leyes, sino a una persona, que era Teresa de Jesús y el estilo de vida que ella vivió e inculcó a sus hijas, entre las que Ana de Jesús fue una de las predilectas».
Como afirmaba el Papa Francisco hace unos días en la ceremonia de beatificación, algunos llegaron a definir la vida y la obra de esta mujer «como un imán espiritual» por su capacidad de transmitir la alegría de la fe y contagiar ese «espíritu evangelizador», asegura González. La Iglesia universal ya cuenta con una beata más, cuya vida aporta «una juventud cultivadora de espiritualidad y un seguimiento radical a Jesucristo, además del amor a la Eucaristía y a la Iglesia hasta el fin».
- Jueves 26: En su primer discurso en Luxemburgo, el Papa animó al país a «indicar las ventajas de la paz en contraste con los horrores de la guerra».
- Viernes 27: Francisco fue a Bélgica y visitó la universidad de Lovaina, donde pidió «ensanchar las fronteras» para acoger a los inmigrantes.
- Sábado 28: El Pontífice visitó la tumba de Balduino y elogió el valor del rey «por dejar su cargo para no firmar una ley asesina» como la del aborto.
- Domingo 29: Antes de volver a Roma, el Papa Francisco culpó de la emergencia ecológica a la «arrogante indiferencia de los poderosos».