Amaia Rodríguez Sola: «Las empresas no sostenibles se quedarán fuera del mercado»
Tras comprobar los efectos que el plástico tiene sobre los mares y océanos, que producen el 50 % del oxígeno del planeta, Amaia Rodríguez y su hermano Julen decidieron lanzarse al emprendimiento social. Fundaron Gravity Wave para dar una nueva vida a estos residuos. Su idea inicial era fabricar fundas para teléfonos, pero la realidad los llevó hasta el sector mobiliario. Su objetivo no era el qué o el cómo, sino el para qué: limpiar el mar. Desde que nació, a finales de 2019, ya han recogido 55 toneladas de desechos y transformado diez. Su objetivo: revalorizar 1.000 toneladas en 2024.
¿Qué es Gravity Wave?
Es una startup social que tiene el propósito de limpiar hasta el último kilo de plástico del mar para transformarlo en productos de valor. Lo hacemos a través de pescadores tradicionales, a los que pagamos por cada kilo que recogen. En puerto se separa, se clasifica y se envía para su transformación.
¿Cómo surgió este proyecto?
Viví en Asia y viajé por varios países. Buscando islas remotas y playas paradisíacas me encontré zonas llenas de residuos de plástico. Comencé a investigar y a preocuparme por el tema. Cambié mis hábitos e invité a hacer lo mismo a mi familia. Luego, Julen, mi hermano, tras conocer una ONG en Grecia que fomenta la pesca sostenible, comprobó que los pescadores recogían mucho plástico cada vez que salían a faenar y que no sabían qué hacer con él. Entonces nos planteamos solucionar este problema y revalorizar esos residuos.
¿Qué tipo de plásticos hay en el mar?
Cuando empezamos, creíamos que íbamos a encontrar envases, botellas, bolsas… Pero ha sido una sorpresa averiguar que más del 40 % son redes. Es un residuo que nadie está gestionando.
¿En qué lo transforman?
Hacemos planchas de distintos grosores. Mezclamos plástico reciclado con las redes que recuperamos del mar y de las costas y obtenemos un producto muy similar a la madera en cuanto a aplicaciones. Es más resistente que la madera, 100 % reciclable y no necesita mantenimiento.
¿Qué se hace con esas planchas?
Las posibilidades son grandes. Carteles, señales de tráfico, estanterías, sillas… Hemos hecho la tienda de la marca Blue Banana en Valencia. En estos momentos trabajamos con dos tipos de proyectos: mobiliario urbano para ayuntamientos y mobiliario para empresas, estudios de arquitectura…
Además del impacto medioambiental, también ayudan a pescadores tradicionales, ¿no?
Ahora mismo trabajamos con más de 2.000 pescadores en 30 puertos de Grecia y siete de Italia. En España colaboramos en la recogida de redes rotas o que ya no sirven en los puertos. Así, ese residuo ya no llega al mar o a los vertederos. Aquí, la situación de los pescadores es bastante buena, pero en Grecia nuestra compensación tiene un impacto social importante. La mayoría de los pescadores son de Egipto, Siria o Libia, gente que no tiene nada y va buscándose la vida hasta que termina en el mar. En el futuro queremos tener pescadores de plástico, que sea un oficio.
También permiten a las empresas implicarse en la recogida.
Hay empresas que nos financian la recogida de plástico del mar y lo incorporan a su modelo de negocio. Por ejemplo, algunas limpian un kilo por cada producto que venden o destinan una parte de las ventas a ello, involucrando así a los consumidores. Estos quieren que las marcas hagan algo por el planeta o a nivel social.
¿Ha sido bien recibido su proyecto?
El mejor ejemplo es el equipo. Son gente joven que quiere cambiar el mundo y trabajar en proyectos con los que se sientan identificados. Somos pocos, pero es importante promover la sostenibilidad y el emprendimiento social. Los consumidores están cada vez más informados y son más exigentes, y esto empuja a las marcas cambiar. La sostenibilidad no es algo que las empresas puedan elegir. Las que no sean sostenibles se quedarán fuera del mercado. O se replantean el modo de hacer las cosas o no van a poder seguir igual.