Abogado especialista en migraciones: «Allí comprendí que la decisión de emigrar no es libre»
En vísperas de la Jornada del Migrante y del Refugiado, la Iglesia prepara una guía con información para que quienes se plantean migrar elijan si hacerlo o quedarse
Cuatro hermanos decidieron partir de Senegal. Eran pescadores de la zona de Saint Louis, en la costa noroeste. Antes de llegar a Canarias, la embarcación en la que viajaban juntos se hundió. Fallecieron tres de ellos. David Melián, abogado especialista en migraciones y miembro del Secretariado Diocesano de Migraciones de la diócesis de Canarias conoció al superviviente —prefiere no dar el nombre— y le ayudó a regularizar su situación.
Recientemente, Melián cerró el círculo. Viajó por segunda vez a Senegal para conocer a los parientes de los cuatro hermanos. Relata cómo su madre «me enseñaba la foto de los tres fallecidos porque no había podido procesar el duelo». Los cuerpos no habían aparecido y la visita del abogado canario le sirvió para intentar pasar página. «Fue una experiencia de esperanza y dolor. Tienen una fortaleza tremenda».
También aprovechó para indagar en el porqué de su viaje. Los hermanos decidieron abandonar su tierra porque «no tenían manera de sostener a la familia». Lo que ganaban pescando no era suficiente «debido al cambio climático y porque las multinacionales esquilman el pescado en la zona».
Durante esta visita, el abogado conoció asimismo a Pasqualine y Silvie, madre y hermana respectivamente de Paul, que sí alcanzó la costa de Canarias. Melián y su equipo le ayudaron, y ahora él colabora con la diócesis de Tenerife y trabaja en un centro para niños no acompañados. «Cuando los migrantes ven a Paul, ven un caso de éxito. Eso les anima a no tirar la toalla».
En su casa de Casamance, sus parientes acogieron al abogado español como a uno más de la familia. Compartieron con él cómo sufrieron durante los doce días que pasaron sin tener noticias de Paul. «El primer día su madre no pudo dormir; al segundo día no podía dormir ni comer y al tercer día solo podía beber agua. Al cuarto, enfermó de la angustia que tenía. Cuando se enteró de dónde estaba su hijo descansó». También sintió alivio al recibir a alguien que ahora está cerca de Paul.
Conocer y charlar con estas personas «me ayudó mucho a comprender que la elección de emigrar no es libre», asegura el abogado canario. «Vienen porque no tienen más remedio». Una realidad que da contexto al objetivo del lema de la Jornada del Migrante y del Refugiado, que se celebra el próximo domingo: Libres de elegir si migrar o quedarse. Porque la Iglesia intenta contribuir a que aquellos que se plantean migrar tengan esa libertad. Desde el Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española reconocen que «lo más deseable» sería «que ningún ser humano se tuviera que ver con esa necesidad a causa de las guerras, violencias, sequías, hambrunas, corrupción sistémica, etc.».
Más de 1.000 personas han sido acogidas por la Mesa de la Hospitalidad de la Iglesia en Madrid desde su origen, en 2015. «Pero más que el dato cuantitativo, lo importante es lo dado y recibido. La experiencia que podemos compartir es que nos rejuvenece y nos revitaliza», explica a Alfa y Omega Rufino García, delegado de Migraciones de la archidiócesis madrileña. Con motivo de la Jornada del Migrante y el Refugiado se han expuesto las distintas iniciativas que realizan. «Lo interesante de la mesa es el trabajo en red», añade el delegado, que menciona especialmente el proyecto de acogida de emergencia a inmigrantes y refugiados. Un ejemplo es el de Laura Facal, que junto a su esposo, Rodrigo, y sus hijas Charo y Elena —que tenían 2 y 5 años—aterrizaron en Barajas en 2019, procedentes de Buenos Aires. Les consiguieron, de manera excepcional, alojamiento en la parroquia San León Magno, y está eternamente agradecida: «Encontré a la familia que dejé en Argentina», afirma a Alfa y Omega. Tanto que durante la pandemia hizo de cocinera para los refugiados. «La Iglesia me dio todo. Quiero devolver lo que me han dado».
Pero mientras estas situaciones se den, una forma de dar libertad a quien se plantea migrar es ofrecerle «información sobre los peligros y desafíos de las rutas o los obstáculos» al llegar a Europa. Con este objetivo, las diócesis del sur de Europa y de España están en contacto con las del noroeste de África y con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral para elaborar una Guía Atlántica de Recursos. Esta guía también ofrecerá a los migrantes referencias sobre en qué lugares pueden «cubrir sus necesidades básicas y espirituales» a lo largo de una ruta «cada vez más peligrosa».
En relación con esto, Melián subraya que también facilitaría una decisión en libertad que hubiera otras formas, legales, de migrar. «Nadie querría jugarse la vida si pudiera hacerlo de manera segura». De momento no es posible, porque las autoridades públicas competentes no ofrecen visados u otro tipo de facilidades. El abogado, que conoce bien las trabas a las que se enfrentan los migrantes, subraya que «si pudieran acceder a un visado para venir de manera regular nadie se aprovecharía de su vulnerabilidad» y «no estaríamos hablando de miles de muertos en la ruta canaria y el Mediterráneo». Para ilustrarlo, subraya que «no tiene sentido» que si una persona de Malí quiere llegar a España con visado «se le pidan 18 documentos, entre ellos un certificado de que habla español», mientras que si llega a Canarias «jugándose la vida en una patera» se le puede conceder el asilo u otra forma de protección. «Si se lo van a reconocer cuando llegue, ¿por qué forzarla a poner su vida en riesgo?».