Alfonso Carrasco Rouco: «La LOMLOE ha sido una ocasión perdida por la falta de diálogo» - Alfa y Omega

Alfonso Carrasco Rouco: «La LOMLOE ha sido una ocasión perdida por la falta de diálogo»

El presidente de la Comisión para la Educación y Cultura de la CEE afirma que el congreso educativo convocado por los obispos pretende analizar la presencia eclesial en este sector y contribuir al debate público

José Calderero de Aldecoa
El obispo de Lugo, en el centro, durante la presentación del congreso en Madrid el pasado 15 de junio. Foto: José Calderero.

¿A qué responde la convocatoria del congreso La Iglesia en la educación. Presencia y compromiso, cuyo proceso dará comienzo en octubre?
Se trata de dar respuesta al Pacto Educativo Global promovido por el Papa y a la última instrucción del Dicasterio para la Educación Católica, en la que se reconoce un proceso de cambio en el mundo educativo al que debemos hacer frente. Por otro lado, surge de la intensa experiencia vivida con la LOMLOE en España. Hemos estado los tres últimos años pendientes del cambio legislativo y eso nos ha exigido tener una mirada más atenta.

En esa nueva legislación no ha salido bien parada la clase de Religión. ¿Esperan un clima más favorable con los cambios de Gobierno en algunas comunidades autónomas tras las elecciones de mayo?
Desearíamos un mejor reconocimiento del significado de esta parte tan fundamental de la educación de la persona. En este sentido, la LOMLOE, seguramente, ha sido una ocasión perdida, sobre todo por la falta de diálogo. El problema es que las legislaciones vienen muy hechas desde los aparatos de los partidos políticos y suelen estar marcadas de alguna forma por organismos como la ONU o, en nuestro caso, también por la Unión Europea. Pero en temas fundamentales para la vida social, como el que nos ocupa, es necesario que se hable con los protagonistas, que se reconozca el papel de cada uno. Eso ha faltado. ¿Qué va a pasar ahora? Es difícil saberlo, pero desearíamos que hubiera más apertura, que se diera espacio a la voluntad de las familias y a las opiniones de los protagonistas, y también a las instituciones eclesiales. Por otro lado, es necesario valorar la centralidad de la persona en la educación con todas sus dimensiones. Es un desafío ante la tendencia utilitarista existente en la sociedad.

¿El congreso quiere ser una respuesta a los planteamientos de la ONU o a la aprobación de la LOMLOE?
Yo no diría que surge como respuesta a la propuesta de la ONU o de la LOMLOE, aunque efectivamente tienen una influencia constatable en la vida de la escuela. En realidad, estamos motivados por el contexto de cambio en el mundo educativo y por la necesidad de afrontar la nueva situación con creatividad y sin miedo. Se trata de hacer ver que desde la antropología cristiana se pueden comprender los desafíos que plantea la realidad y darles una respuesta adecuada.

Poner en valor la propuesta que hace la Iglesia.
Sí, por supuesto. También queremos reflexionar sobre cómo podemos hacerlo mejor. En el texto de la instrucción vaticana que mencionábamos se pide crecer en la conciencia de nuestra identidad y en la actitud de diálogo. Al final, buscamos analizar la presencia eclesial en este ámbito y fomentar la conversación para contribuir al debate público.

Entiendo, entonces, que se va a invitar a otras realidades educativas no confesionales.
Ahora de lo que se trata es de acercarnos a la realidad de la Iglesia en la educación y procurar ver qué pasos hemos de dar nosotros. Hablaremos, por supuesto, con el resto de los protagonistas del ámbito educativo, pero no es el objetivo primero. En todo caso, esperamos que este gran proceso de participación y reflexión sirva para impulsar posibilidades de encuentro y de diálogo.

El pacto educativo ya se ha intentado en España y ha fracasado. El Pacto Educativo Global tampoco parece concretarse en algo tangible. ¿Es posible que en el futuro veamos en marcha ambas propuestas?
El Pacto Educativo Global no es una ensoñación. Toda sociedad elabora su sistema educativo sobre la base de un cierto pacto. Es imposible hacerlo de otra manera. Una sociedad no sobrevive sin un pacto fundamental sobre los valores de su convivencia. Las dificultades surgen, precisamente, cuando se ponen en cuestión aquellos rasgos fundamentales del pacto educativo que hacen posible el camino de la sociedad. En España ocurre igual. El pacto educativo, más que crearlo, habría que reconocerlo. Tendríamos que reconocer aquellas grandes afirmaciones que fundamentan nuestro sistema educativo y que, después, te permiten declinarlo en formas más concretas según las circunstancias. El verdadero problema es cuando se ponen en cuestión, por intereses particulares, aquellos valores que son de todos.