«Ahora ya están a salvo» - Alfa y Omega

«Ahora ya están a salvo»

Monseñor Demetrio Fernández celebró, el martes, en la catedral de Córdoba, una Misa de Angelis, en memoria de los niños Ruth y José, desaparecidos y que fueron asesinados hace casi un año. Era el día de la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, y el cumpleaños de la pequeña Ruth. Éste es un extracto de la homilía:

Demetrio Fernández González
En las fotos dos imágenes de los niños Ruth y José.

«Cuando aparezcan estos niños, tocaremos a gloria las campanas de la catedral de Córdoba». Así lo prometí a Ruth, madre de los niños Ruth y José, cuando me visitaba acompañada de otros familiares hace unos meses, y así me lo ha recordado ella para pedirme esta Misa. Esta tarde damos cumplimiento a esta promesa y a este deseo al reunirnos para orar juntos y recordar a estos niños que, como ángeles, están ya en la presencia de Dios. Celebramos hoy la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, y hoy es el cumpleaños de la niña Ruth.

Las noticias confirman que estos niños fueron asesinados e incinerados hace ya casi un año. Hemos seguido día a día, con incertidumbre y pesar, la desaparición de estos dos hermanos, y no podíamos imaginar que su final hubiera sido tan terrible. Nuestro primer sentimiento ha sido de horror. Cómo habrán sufrido estos angelitos, cómo es posible que en el corazón de una persona haya tanta capacidad para hacer el mal. ¡Qué horror, qué horror! Dios y los tribunales juzguen a quien ha sido autor de este crimen. No albergamos ningún sentimiento de odio, ni de venganza. Al contrario, pensamos que una persona que actúa así es digna de compasión, porque ha perdido lo más elemental de su propia dignidad, y lo encomendamos a la misericordia divina.

Pero, junto a este sentimiento de horror, sabemos que Ruth y José están vivos. Su alma no ha sido pulverizada por las llamas, porque su alma es inmortal. Nadie la puede destruir. Ahora, mientras los científicos estudian minuciosamente los restos corporales, estos niños viven con Dios, y nos acompañan esta tarde a todos los que nos unimos a ellos, por medio de la Eucaristía, en la que se hace presente la muerte redentora de Cristo en favor de todos los hombres.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños

Celebramos la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, y el Evangelio de este día nos dice: «Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial» (Mt 18, 10). Sí, también en el momento de la muerte, sus Ángeles Custodios los han protegido para llevarlos ante la presencia de Dios. Dios protege especialmente a los niños en toda circunstancia, y especialmente cuando sufren por culpa de los mayores. Dios no los ha abandonado y sus Ángeles los han protegido.

Ésa es la razón por la que nos hemos reunido a rezar juntos en la catedral de Córdoba, porque sólo la fe puede enjugar las lágrimas de una familia destrozada. Dios, que está siempre de parte de quien sufre, sacará bienes de esta desgracia para todos nosotros. En primer lugar, porque todos nos hemos sentido solidarios con una familia que sufre. Mamá Ruth, habrás podido experimentar que tu sufrimiento ha sido el sufrimiento de mucha gente y que ha suscitado compasión en el mundo entero. El sufrimiento, cuando es compartido, queda atenuado. Y, en este caso, la solidaridad de toda la sociedad ha superado con creces la crueldad de los hechos.

Hechos como éste nos plantean el reto de lo que hacemos con los niños. Nos conmueve la muerte terrible de Ruth y José, y deseamos que intercedan ante Dios para que ningún niño del mundo sufra como ellos. Que ningún niño tenga que empuñar las armas, o sufra los horrores del exilio; que ningún niño muera de hambre, o porque no tiene acceso a una sanidad elemental; que ningún niño sea explotado por el abuso de los mayores. Nos hemos acostumbrado a las noticias de crueldad con los niños, y hechos como éste nos hacen despertar el sentido de solidaridad y de humanidad.

¿No podrán alcanzarnos estos niños que se reduzca el número de abortos? Así se lo pido a Dios en esta tarde de dolor y de esperanza. Ningún crimen tan horrible como el del aborto, cuando una madre se ve en la situación de matar al niño que ha concebido en sus entrañas. Que el seno materno, el lugar más seguro y más cálido para el ser humano, no sea nunca más un lugar de amenaza. No vale invocar el derecho de la madre para matar a su hijo. ¡Ningún padre, ninguna madre tiene derecho a matar a su hijo! Que Ruth y José nos lo hagan entender a todos.

Están vivos

Hemos nacido para el cielo. Nuestro destino no es la muerte, sino la vida, la vida eterna. Por encima de la crueldad de estos hechos, se yergue la verdad de la vida que continúa. Ruth y José están vivos, están vivos junto a Dios, y éste es hoy el consuelo más profundo para su madre que los buscaba ansiosa, y ahora ya sabe dónde están. Están con Dios. Están seguros y a salvo. Volveremos a encontrarlos, cuando termine nuestra vida en la tierra.

Junto al dolor de un final tan trágico, está el consuelo de la fe que nos habla de vida eterna, feliz junto a Dios. En el caso, además, de unos niños como éstos esa felicidad no ha quedado empañada en su alma por ninguna mancha de pecado, sino que en su inocencia han sido inmolados y conservarán para siempre la inocencia propia de un niño.

Que María Santísima, como Madre buena, los acoja para siempre. Que nunca más se repitan estos hechos, que ningún niño del mundo sufra por culpa de los mayores, que los santos ángeles protejan a todos los niños del mundo.

Que Dios tenga misericordia de todos nosotros y nos dé su paz.