Adi Iglesias: «Espero volver a conseguir los resultados de Tokio o mejores»
Tiene 25 años y una prometedora carrera por delante en la pista de atletismo. Nació con albinismo, lo que le ha provocado que en la actualidad pueda ver un 20 %. Con solo 11 años este trastorno la llevó a abandonar Bamako (Malí), donde los niños con esta afectación son perseguidos por culpa de creencias supersticiosas. Ya en Lugo, Adi comenzó a competir y no le ha ido mal desde entonces: en los pasados Juegos Paralímpicos consiguió dos medallas y en la actualidad es campeona del Mundo en 200 metros lisos en clase T13 de discapacidad.
¿Cómo va la preparación para París?
Bien, sigo entrenando las pruebas de siempre, los 100 y los 200 metros lisos, pero en los Juegos Paralímpicos no se celebra la segunda así que tendré que hacer la de 400, en la que conseguí la medalla de plata en los últimos.
Su testimonio es el de una persona que nunca ha bajado los brazos ante las dificultades.
La mía no ha sido una vida fácil, no nos vamos a engañar. Mi objetivo siempre ha sido estudiar una carrera y ser una persona independiente. Para lograr eso he tenido que alejarme de las malas compañías y dejarme ayudar por los que me querían, como mi tutora en el centro de menores, Érika, y la mujer que me acogió, mi madre española, Lina. Las dificultades que he encontrado las he superado gracias a la fuerza que he tenido y a que ha habido personas que me han guiado.
¿Qué significa ser niño albino en Malí?
Estar en peligro. A día de hoy es una realidad que sigo en la distancia, por las noticias, así que no sé hasta qué punto seguirá siendo así; pero me consta que en África siguen siendo apartados y abandonados por sus familias. En ocasiones, incluso los asesinan. Aún se dan barbaridades de este tipo, sí. Que tu familia no te quiera por ser como eres es muy duro, pero yo he tenido la suerte de vivir todo lo contrario: mis padres siempre me amaron como al resto de sus hijas y siempre trataron de darme la mejor vida posible. Por eso me trajeron a España.
¿Cuándo fue la primera vez que vio una competición de atletismo?
Fue por televisión en la casa de un vecino. Solíamos ir allí cuando era niña a ver películas y series que llegaban de los países occidentales. De repente, en uno de los anuncios, aparecieron unas chicas saliendo de tacos y me sentí muy identificada por dos razones: primero, porque yo lo hacía todo corriendo en aquella época. Segundo, porque eran blancas… como yo.
¿Fue esa publicidad la que la animó a competir?
En realidad comencé a competir aquí, en España, cuando me fui a vivir con mi madre de acogida. En Malí no sé cuál será ahora la realidad del deporte femenino, pero en aquel entonces lo único que llamaba la atención era el fútbol de hombres. No sé si esto habrá cambiado, la verdad. Cuando llegué a Lugo empecé a competir en el club Lucus Caixa Rural, donde estuve entrenando hasta que, con el tiempo, comencé a conseguir buenos resultados.
¿Cuál ha sido el mejor momento de su carrera hasta la fecha?
Nunca tengo dudas cuando me hacen esa pregunta: ir a los Juegos Paralímpicos de Tokio en 2021. Allí gané un oro y una plata. Pero no me dio tiempo a muchas celebraciones, porque en cuanto volví tuve que empezar la universidad. En cualquier caso, fue un antes y un después: llegué a Madrid, la gente empezó a conocerme por la calle, comencé a entrenar en el Centro de Alto Rendimiento… muchos cambios a los que, tres años después, aún me estoy acostumbrando.
¿Hay inclusión en el atletismo?
En mi caso siempre he podido competir con gente sin discapacidad y ahí he coincidido con gente mucho mejor que yo. Eso ha hecho que saque la mejor versión de mí misma y que haya podido mejorar. En las competiciones con deportistas con discapacidad también participo y ahí lo hacemos en igualdad de condiciones, pero a veces se me queda corta porque no tengo muchos rivales en España.
¿Qué objetivos se plantea para los Juegos de este verano?
De momento, espero volver a conseguir resultados como los que obtuve en Tokio o incluso mejores, si es posible.