Adalberto viaja con su hija de 7 años: «Lo perdí todo»
Adalberto López es un agricultor que camina con su hija, huyendo de la pobreza extrema. Ellos son dos de los 9.000 migrantes de la última caravana que partió de Honduras hacia EE. UU.
Adalberto López es agricultor. Vivía del campo, pero los huracanes que a finales del 2020 se desataron en Centroamérica y arrasaron Honduras, acabaron también con el terreno gracias al que López sacaba lo básico para poder dar de comer a su hija de 7 años. «Lo perdí todo, no me dieron ayudas de ningún tipo y no me quedó más remedio que irme», confiesa a este semanario. Para escapar de la pobreza más absoluta, Adalberto se echó a andar el domingo 17 de enero «desde San Pedro Sula, junto a dos hermanos y mi hija». Lo mismo hicieron otros 9.000 hondureños. Todos ellos conformaron una nueva caravana de migrantes, a la que los medios de comunicación solo prestaron atención cuando la Policía de Guatemala le cortó el paso con dureza. «Ha sido muy difícil, no dejaban pasar a nadie», da por toda respuesta Adalberto. No es el único obstáculo que se ha encontrado por el camino. «Hemos tenido que dormir al raso estos días», e incluso «nos hemos visto obligados a mendigar para comer». Lo dice sin tapujos, consciente de que no ha hecho nada malo y para resaltar «la solidaridad de mucha gente que nos ha ayudado». De esta forma, los alimentos que les negó el huracán les llegaban ahora de manos de unos desconocidos. Él, por su parte, pide a Dios «que nos cuide en el camino y nos ayude a llegar a EE. UU.», concluye.
A la terrible situación de Honduras , Giampiero de Nardi, salesiano responsable de la pastoral social del Vicariato de El Petén (Guatemala) y de varias Casas del Migrante, añade las recientes declaraciones del presidente Biden sobre el cambio en la política migratoria entre las razones «para que muchas de estar personas hayan salido de su país». Ante la esperanza suscitada por el nuevo presidente de Estados Unidos, Nardi ha visto incrementarse el número de peticiones de acogida, hasta el punto de que «hemos tenido que poner colchonetas en los pasillos». Con todo, no han podido dejar pernoctar a más de 70 caminantes al día a causa de la pandemia. Entre ellos se encontraban López y su familia.
El resto de servicios sí los han tenido abiertos, sobre todo los referentes a la alimentación. «Llegaban famélicos. Estamos dando 300 desayunos, comidas y cenas al día». Y «también ponemos a su disposición el dispensario médico y la atención legal, para explicarles, llegado el caso, cuáles son los requisitos para ser solicitantes de asilo».
Si bien los hondureños salen ahora de su país por los huracanes, no hace mucho era el régimen de terror impuesto por las maras lo que obligaba a muchos a dejar atrás su hogar. Es el caso de Jonatan, que tenía una tienda de ropa y un restaurante que despertó la avaricia de las bandas criminales. «Nos exigieron pagar el impuesto de guerra. O pagábamos o moríamos». Pero se negaron. «Es un pozo sin fondo; cada vez te van pidiendo más», explica. Y, entonces, comenzó el acoso: «Incluso nos persiguieron varias veces en coche». Ante el peligro de muerte, Jonatan, su mujer y su hija se plantearon enrolarse en una de las caravanas, pero «finalmente decidimos entrar en España con visados de turista». Aquí tuvieron que comenzar desde cero, lo que está siendo un poco más fácil gracias a la acogida de Daniel Almagro y la Misión Emmanuel. «Nos mueve el Evangelio. Comenzamos dando una respuesta de emergencia, pero la idea siempre ha sido una acogida autogestionada», explica Almagro.