Adalberto Martínez: «Estamos dando protagonismo a los laicos»
En medio de tantas situaciones convulsas que golpean a Hispanoamérica, Paraguay vive, en silencio, sus propios desafíos. El arzobispo de Asunción, Adalberto Martínez Flores, se convertirá en el primer cardenal del país. Relata a Alfa y Omega cómo se encarnan en una Iglesia local los grandes procesos sinodales que vive la Iglesia latinoamericana
América Latina es, después de Europa, la segunda región con más cardenales. Pero usted es el primero de Paraguay. ¿Por qué ahora un cardenal paraguayo? ¿O, por qué no antes?
Cuando el Santo Padre anunció mi nombre para mí fue una sorpresa y también una distinción. Podría decir que inmerecida, pero siempre he estado abierto a las misiones que la Iglesia me ha encomendado a través del sucesor de Pedro. Ahora me pidió asumir esta tarea pastoral, que también tiene mucho de distinción para el Paraguay, de reconocimiento a la Iglesia de aquí por su tradición y la profunda fe de este pueblo sencillo. Hace 475 años que somos diócesis, hemos tenido una larga trayectoria de Iglesia y de misiones. Cuando el Santo Padre estuvo aquí en 2015, los periodistas le preguntaron por qué el país no tenía cardenales, y él dijo que podría tener hasta dos. Ahí se ve la cercanía y el cariño que nos tiene, pues ya conocía a la comunidad paraguaya y vino acá en otras ocasiones.
¿Qué siente al recibir este encargo?
Nos estamos preparando en oración, muchas personas lo están haciendo en este momento clave. Los cardenales son consejeros del Papa, colaboradores tanto en las jurisdicciones donde estamos como con las tareas que nos encomiende en el gobierno de la Iglesia, en las comisiones, dicasterios o servicio de la Santa Sede. Entiendo que la responsabilidad es personal, pero en un clima de colaboración mutua estoy hablando también con los sacerdotes y religiosos, porque estamos para colaborar todos.
¿Tiene ideas de en qué ámbitos podría el Papa pedirle su colaboración o asesoramiento?
Desconozco todo este proceso. Esto es como un regalo, habrá que ir abriéndolo poco a poco y ver su contenido. En esos días que estemos en Roma recibiremos también la titularidad de una parroquia, pero aún no se ha anticipado.
¿Qué puede aportar la Iglesia en Paraguay a la Iglesia universal a través de su cardenalato?
Paraguay es una tierra fecunda en santidad y misioneros. En este sentido, su aportación a la Iglesia es grande. En 1988, san Juan Pablo II canonizó en nuestra tierra a tres jesuitas, entre ellos Roque González de Santa Cruz, que trabajó mucho en las misiones y fundó pueblos y las famosas reducciones en las que los jesuitas defendían a los indígenas de la esclavitud. Francisco beatificó en 2018 a María Felicia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga, primera beata paraguaya, carmelita, que en su día perteneció a la Acción Católica e iba a visitar a los pobres. Tenemos también otros sacerdotes en proceso de canonización, como Julio César Duarte Ortellado. Creo que la Iglesia ha prendido bastante en surcos regados con sangre, para que crezca la Buena Noticia en el país. Creo que el Papa percibió esto en su visita.
A comienzos de julio, la Conferencia Episcopal Paraguaya celebró su Asamblea Plenaria. ¿Qué temas son los que les ocupan?
Primero dedicamos dos días a un retiro, y luego fue la asamblea propiamente dicha. Hemos estado hablando la situación en nuestras diócesis, cómo vivimos con el clero, qué hacemos para acercar a los fieles la Iglesia y los sacramentos. También hemos hecho un diagnóstico para encarar los desafíos en cada diócesis.
En todo ello, hemos estado aplicando el camino de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, [celebrada en noviembre de 2021, N. d. R.]. Creo que es fruto de la Asamblea Eclesial que el diálogo se ha dado desde experiencias concretas de vida evangélica. Es importante una teología narrativa, en la que abrimos el corazón y contamos nuestros logros y dificultades. Todo este ambiente surge de una Iglesia más cercana, menos clerical; aunque aún hay que trabajar mucho. La Asamblea Eclesial también fue mucho en una línea sinodal.
¿Cómo se está viviendo este proceso sinodal en su país?
El 25 de junio nos encontramos para la fase nacional. Tenemos el propósito de convertir esta propuesta del Papa Francisco en una ocasión de fortalecer los modelos de Iglesia que proponen caminar juntos. Desde el principio hemos sostenido una eclesiología conforme al Concilio Vaticano II y al magisterio de la Iglesia en América Latina, donde el Concilio encontró buena sintonía. Así quedó reflejado en las asambleas de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. En la Asamblea Eclesial se insistió mucho en reavivar en concreto el documento de Aparecida. Hay buen ambiente, y en Paraguay estamos dando protagonismo a los laicos con el Año del Laicado.
¿Es una propuesta nacida del sínodo?
No, ya se había declarado antes. Se lanzó en diciembre, desde el santuario de Caacupé. Y ahora se ha solicitado que lo ampliemos para crecer en una mayor conciencia de la importancia de ser bautizados y consagrados laicos. Está dando buenos resultados, sobre todo porque la mayoría de los protagonistas de nuestras parroquias en distintos ámbitos (catequesis, movimientos apostólicos, que los tenemos muchos y muy activos) son laicos.
7,4 millones
Católicos, 89,6 %, y protestantes, 6,2 %
¿Han contemplado ya algún fruto del proceso sinodal?
Durante el proceso, convocamos a los intendentes de los ocho municipios de la arquidiócesis para una mesa de diálogo. Intentábamos salir del ámbito eclesial y acudir a las autoridades y conocernos. Nos hemos sentado también con los sacerdotes de cada sector. De esta manera hemos podido hacer un diagnóstico de la situación social y de realidades dolorosas, como por ejemplo la invasión de tierras o la migración del campo hacia las ciudades.
También hemos buscado afrontar juntos el tráfico de drogas, la drogodependencia de los jóvenes y la falta de instalaciones de recuperación; junto con otras situaciones que tienen que ver con la educación o la seguridad ciudadana o los ancianos abandonados. Este ejercicio de encuentro hasta ahora nos ha llevado al menos a sentarnos y buscar soluciones juntos. Trabajar en red es muy importante, también para la Iglesia. Estamos recordando a las autoridades estas situaciones, y que son servidores públicos y tenemos que buscar un país y un municipio mejor, con bienestar para los ciudadanos.
Ha mencionado desafíos que suelen pasar desapercibidos en contraste con la situación mucho más convulsa de algunos de sus países vecinos. ¿Hay otros temas que les preocupen?
Estamos entrando en el período de primarias para las elecciones nacionales del año próximo. Coincide con un momento en el que vemos que el crimen organizado ha permeado y corrompido buena parte del tejido social, político y hasta religioso. Esta es una cuestión que debería ser enfocada a nivel regional en Latinoamérica.
Por otro lado se ciernen también horizontes de negros nubarrones como consecuencia de la inequidad y de la falta de políticas públicas de bien común, por el corrupción y la impunidad. También influyen factores climáticos, porque el año pasado sufrimos una prolongada sequía y la agricultura, en este país eminentemente agrícola y ganadero, no produjo lo que debía. Después tuvimos grandes lluvias. Los niveles de pobreza extrema se profundizaron, y puede haber hambre. Ante esta realidad, habría que afrontar programas eficaces de protección social.
Mencionaba también los conflictos por la tierra. ¿Es un problema particular de las poblaciones indígenas?
Efectivamente, las comunidades indígenas y campesinas están siempre amenazadas por los desalojos. Los indígenas tienen sus tierras, pero a veces hay intereses de grandes productores (somos un granero de soja) que los desalojan, porque no hay un control apropiado por parte de las instituciones encargadas.
Necesitamos signos de esperanza. Paraguay es un país eminentemente católico, muchos de nuestros mandatarios y servidores públicos se declaran católicos. Además, en el concierto de naciones latinoamericanas somos uno de los países con más credibilidad. Pero como Iglesia esto nos desafía a que la confianza y expectativas que el pueblo tiene en la Iglesia sean realizadas. En este sentido, siempre estaremos luchando a favor de los desfavorecidos.
¿Cómo está viviendo el país los nuevos procesos de la Iglesia en el continente, como la aplicación de Querida Amazonia, la Asamblea Eclesial y la renovación del CELAM?
El CELAM, que reúne a 22 conferencias episcopales en toda Latinoamérica y el Caribe es una institución muy querida y con poder de convocatoria para buscar una cierta integración. Yo no pude participar en el último encuentro, pero se nos convocó para hablar de la Asamblea Eclesial y encaminarnos hacia esos desafíos comunes para toda la región. Es un reto bajarlos a nuestra realidad eclesial y que cada obispo en su jurisdicción pueda aplicar esa necesidad de crecer como Iglesia. En América Latina tenemos la ventaja de poder caminar juntos. Creo que el Papa sabe eso, porque cuando se le pidió iniciar una nueva etapa en la Iglesia regional él dio la idea de una asamblea eclesial para retomar los elementos de Aparecida que no se terminaron de aplicar, sobre todo en lo relativo a ser discípulos misioneros.