Aborto y mortalidad materna: hablan los datos. La salud materna mejora sin aborto - Alfa y Omega

Aborto y mortalidad materna: hablan los datos. La salud materna mejora sin aborto

Cada vez que un país mantiene una ley restrictiva con el aborto, o se plantea endurecer una ley ya existente, los promotores de la cultura de la muerte amenazan con un aumento de los abortos clandestinos y de la mortalidad materna. El caso de Chile demuestra que algo así no tiene por qué suceder, y que la obsesión por el aborto es, en realidad, un obstáculo a las mejoras en la salud materna

María Martínez López
El cardenal Medina Estévez, arzobispo emérito de Valparaíso, bendice los ataúdes en el primer funeral de no nacidos, en una iglesia de Viña del Mar
El cardenal Medina Estévez, arzobispo emérito de Valparaíso, bendice los ataúdes en el primer funeral de no nacidos, en una iglesia de Viña del Mar.

Chile fue uno de los primeros países de Iberoamérica en permitir el aborto —en 1931—, y uno de los pocos del mundo que lo ha prohibido habiendo sido legal. Fue en 1989, y no se produjo ninguna de las catástrofes que pronostican los defensores del aborto cuando un país mantiene o aprueba una ley que lo restringe. Ni se dispararon los abortos clandestinos, ni se deterioró la salud materna. Así lo ha demostrado el Instituto MELISA, de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, que dedica una línea de investigación a la epidemiología sobre aborto y salud materna. Gracias a la calidad de las estadísticas oficiales chilenas, los investigadores de MELISA han analizado en profundidad la evolución de la salud materna en un país en vías de desarrollo y donde el aborto ha sido legal; «un experimento natural único», explica el doctor Elard Koch, director del Instituto.

Entre 1967 y 2007, la mortalidad materna del país se redujo un 94 %, de 270 a 16 muertes por cien mil nacidos vivos. La mortalidad por aborto, un 97 %, hasta menos de un caso por cada cien mil nacimientos. La reducción había comenzado antes de prohibirse el aborto, y la tendencia se mantuvo después: «ninguna causa de mortalidad materna aumentó», sino que siguieron reduciéndose. Es decir, la mejora —explica Koch— no se debió al aborto, sino a factores «como el aumento del nivel de educación de la mujer». En 1960, una mujer estudiaba un promedio de 3,5 años. «150 de cada mil mujeres que llegaban al parto eran analfabetas», y «difícilmente habían podido comprender los mensajes de salud preventiva». Hoy en día, estudian 12 años de promedio, y el analfabetismo casi no existe. «En paralelo, ha habido un desarrollo sanitario importante —el 99 % de los niños nacen en hospitales—», han mejorado el saneamiento básico y la alimentación, y se ha reducido la fertilidad, pero a raíz de la mejora en el nivel de educación. Esto implica —matiza Koch— que también «es una solución simplista pretender reducir la mortalidad materna solamente distribuyendo métodos anticonceptivos».

La mentira de los abortos clandestinos

Este análisis ratifica lo observado, con datos circunstanciales, en Irlanda —que tiene «uno de los estándares de salud materna más altos del mundo»— y Polonia. Tenerlo en cuenta «puede ser muy útil para mejorar la salud materna». Por el contrario, la manipulación de este tema por parte de los abortistas hace que el debate sobre «el aborto cope toda la opinión pública, mientras miles de mujeres siguen muriendo por hemorragia, sepsis…». Según sus estimaciones, en un país como México, «la mortalidad por aborto representa sólo el 2 % de la mortalidad materna. Es muy importante concentrar los esfuerzos en las mayores causas de mortalidad».

El otro fantasma de los partidarios del aborto son los abortos clandestinos e inseguros. El doctor Koch y su equipo son «muy escépticos» sobre los datos de abortos clandestinos que publican los promotores del aborto y los organismos internacionales. En varios países, «el Instituto Guttmacher» —vinculado a Planned Parenthood— «ha utilizado una metodología muy cuestionable» para sus cálculos. Con matices, en esencia consiste en «preguntar a la gente cuántos abortos cree que ocurren». Esto, al igual que preguntar «a un médico cuántos abortos atendió», no es un método estadístico válido —afirma Koch—: «Está sesgado, porque depende de la memoria de la gente», y de la opinión de los implicados.

No es de extrañar, por tanto, que cálculos así obtenidos exageren de forma clara la realidad: «En el Distrito Federal de México, un año antes de la legalización del aborto, el Instituto Guttmacher estimó que se producían más de 192.000 abortos clandestinos anuales. Cinco años después de la legalización», después de que «todo el aborto clandestino haya sido reemplazado por abortos legales», éstos «no superan los 20.000». Lo mismo ocurrió en España: «Antes de la despenalización, se hablaba de 100.000 abortos clandestinos al año». Una vez despenalizado, se tardó más de 20 años de normalización y de un crecimiento más acelerado que en la mayoría de Europa en alcanzar esa cifra de abortos legales.

RELACIONADO