A vueltas con los dubia - Alfa y Omega

Lo primero, por cuestiones del latín, lengua de los documentos oficiales de la Santa Sede, aclarar que no son «las» dubia, como algunas publicaciones recogen. Para los que estudiaron latín en el ya lejano Bachillerato, el nominativo dubium es neutro de la segunda declinación, dubia sería su plural y en castellano el neutro plural es «los». De ahí que sean los dubia, o bien las dudas, que de manera habitual presentan cardenales, obispos e incluso laicos sobre cuestiones referidas a la doctrina de la fe, la moral, los sacramentos o el derecho canónico. Dependiendo de su índole, irán dirigidas al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, al del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, al de Textos Legislativos, etc.

Algo de extraordinario tienen los dubia que en estos últimos días han dado tanto que hablar, y es el hecho de ir dirigidos directamente al Papa. Y más extraordinario aún es que sea el mismo Papa quien responda y no haya delegado para hacerlo, en este caso, por la temática abordada, en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. ¿Confiere esto una autoridad magisterial especial a las respuestas? Sería mejor considerar que le da una relevancia especial, por haber querido responder el Pontífice de manera personal y no derivarlo al organismo que actúa en la Iglesia con el mandato de promover y tutelar en todo el mundo católico la doctrina sobre la fe y las costumbres. Pero en sí, al igual que los dubia contestados por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que han de ser expresamente aprobados por el Papa, es un ejercicio del magisterio ordinario del Sucesor de Pedro.

Con las respuestas dadas por la Santa Sede a las diversas consultas o dudas planteadas se pretenden dar orientaciones, a partir del magisterio de la Iglesia, que custodia la transmisión de las verdades de fe, a los nuevos problemas o situaciones que surgen a partir del progreso de las ciencias y las cuestiones planteadas por la sociedad actual. Se presta, por tanto, un servicio, de manera especial a los obispos, en el ejercicio de su misión como maestros auténticos de la fe, encargados de custodiar y fomentar la integridad de la misma fe de la Iglesia. Ha sido esta una tarea constante en la vida de la Iglesia: mostrar las verdades de siempre con un lenguaje actual y respondiendo a las situaciones concretas de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Responde a la lógica de la encarnación o inculturación del Evangelio: un mensaje que es universal, pero que ha de hacerse concreto en el tiempo y el espacio, de manera que siga siendo significativo para aquellos que lo reciben en los diversos períodos de la historia. Un continuo ejercicio de actualización o de aggiornamento, como fuera el deseo de san Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II.

Siendo una práctica habitual, los temas de los dubia presentados a lo largo de los últimos años son reflejo del diálogo continuo que establece la Iglesia con la sociedad. Algunos más significativos, cuyas respuestas han sido publicadas, versaban sobre los abusos en la interpretación del Concilio Vaticano II en su proceso de recepción, sobre la validez del sacramento del Bautismo cuando no se usa la fórmula ritual, sobre la posibilidad de la comunión de los divorciados y vueltos a casar, sobre la pertenencia de los católicos a organizaciones masónicas, sobre la ordenación sacerdotal de mujeres, sobre la bendiciones de uniones homosexuales, sobre el suministro de alimento y líquido a personas enfermas en estado vegetativo, etc.

Como se ve, algunas de las preguntas formuladas por los cardenales Brandmüller, Burke, Sandoval Íñiguez, Sarah y Zen Zenkiun el 10 de julio de 2023 ya habían sido respondidas, y en la fórmula habitual, que suele ser con un «sí» o un «no» acompañados, en determinados casos, por una escueta justificación. En esta ocasión, el Papa respondió a los cardenales al día siguiente, el 11 de julio, no con un simple «sí» o «no», sino ofreciendo una amplia explicación a las cuestiones planteadas, porque la realidad humana a veces es lo suficientemente compleja como para no responder con un frío «sí» o «no». En estas respuestas se descubre la sensibilidad de la Iglesia madre, que anuncia la verdad a sus hijos, con el deseo de que pueda ser acogida en su integridad, al mismo tiempo que extiende hacia ellos su abrazo materno, mostrando sus entrañas de misericordia. Ya que han sido publicadas, lo mejor sería leerlas sin dejar que nadie nos las interprete.

Los cardenales no quedaron satisfechos con las respuestas y unos días antes del comienzo de las reuniones del Sínodo en Roma difundieron en los medios una reformulación de sus preguntas, con las que pretendían poner al Papa entre la espada y la pared. Recuerdan a aquellas preguntas capciosas que los fariseos y herodianos hacían a Jesús: «¿Debemos pagar impuestos al César?» Si decía que sí, problema; si decía, que no, igualmente problema. Finalmente Jesús salía airoso haciéndoles ver que la realidad es siempre más compleja y misteriosa. Francisco, en esta ocasión, tampoco ha querido entrar en el juego y ha respondido de manera inesperada: haciendo públicas las respuestas del 11 de julio, de manera que todos podamos valorar si sus preguntas habían quedado respondidas desde el primer momento o no. Que juzgue cada cual.