«A los curas nos pedía que no negáramos el Bautismo a nadie»
La vida de Francisco impactó no solo en los fieles, sino también en los pastores con los que colaboró. «Nos inculcó esa misma cercanía pastoral y religiosa» que destacaron en su pontificado, afirma su sucesor como provincial
El argentino Rafael Velasco conoció al Papa Francisco hace 45 años. Corría el año 1980 cuando el primero ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús y el segundo se convirtió en el rector del Colegio Máximo de San Miguel. Más tarde, ambos coincidieron en la misma parroquia. «Lo primero que me impactó es que era un hombre de gran autoridad. Todo el mundo hablaba con reverencia del padre Jorge», asegura Velasco a este semanario.
Pero, por encima de cualquier otra consideración, el jesuita destaca «la cercanía» que tenía el futuro Papa «con la gente, principalmente con los pobres». Oportunidades no le faltaban, pues la parroquia estaba situada en el conurbano bonaerense. «Una zona muy popular», detalla Velasco, que se siente discípulo de Bergoglio en este ámbito. «Nos inculcó esa misma cercanía pastoral y religiosa» que posteriormente ha sido punto clave de su pontificado.
En el momento de su elección, las vidas de ambos habían tomado rumbos diferentes y no se volvieron a juntar hasta 2020, cuando Velasco ejercía de provincial de los jesuitas en Argentina. «Llevábamos 30 años sin vernos, pero tuve que acompañar a un jesuita mayor a verle y fue ahí cuando retomamos el contacto». A partir de entonces, cada vez que el provincial iba a Roma a ver al superior de los jesuitas para despachar cosas de trabajo, «tenía una audiencia de media hora aproximadamente» con el Santo Padre.
En estos encuentros, sin embargo, no se abordaba ningún asunto oficial. «Él era extremadamente respetuoso con eso. Nunca jamás me dijo cómo ejercer el cargo ni qué decisiones tomar», a pesar de que era un asunto en el que estaba versado. Él mismo fue provincial de Argentina entre los años 1973 y 1979. «También le digo que yo no le preguntaba, la verdad. Yo tenía muy claro que los errores y los aciertos eran míos y de nadie más». Y además «tampoco le iba yo a cargar con mis historias con todas las preocupaciones de la Iglesia que ya llevaba encima».
A pesar de la relación, Velasco no ha pasado estos días por Roma. «Se hubiera enfadado conmigo», justifica. «Obviamente siento mucho su partida y lo extrañaremos, pero vamos a seguir trabajando con la gente, que es el legado que nos dejó Jesús y también Francisco». Y añade: «El padre Jorge volvió a poner en el centro a Jesús y el hecho de estar cerca de los pobres, de sus situaciones de vida, para ayudarlos en el camino de la liberación».
«No era fácil de convencer»
Velasco perdió la pista de Bergoglio y no tuvo ningún contacto con él durante su etapa episcopal. En esa época, tuvo más relación con personas como Paco Blanco, actual provincial de los Misioneros de Sagrado Corazón en España. De hecho, asistió a su ordenación episcopal y, curiosamente, conserva en su breviario el recordatorio que repartió Bergoglio.
Al nuevo obispo le encargaron la zona sur de la ciudad, la del barrio de Flores, donde había nacido. Allí había también varias villas miseria que entraban dentro de su campo pastoral, entre ellas la Villa 3 de Fátima, donde los misioneros tenían una capilla y un colegio muy humilde. «Vivía allí gente muy pobre», cuenta Blanco. Explica que muchos sobrevivían recolectando materiales reciclables: cartón, hierro, plásticos, «para revenderlo y así tener algo de dinero».
Su estilo sencillo lo hacía particularmente querido entre la gente. Blanco destaca que nunca lo vio llegar en coche a su parroquia, «solo en autobús o en metro». Incluso cuando no era invitado oficialmente, Bergoglio aparecía. «Un día vino a celebrar ocho bautizos y, tras la ceremonia, se negó a que le llevara a casa en coche. Solo aceptó que lo llevara hasta la estación de metro. No era un hombre fácil de convencer», recuerda entre risas.

Más allá de su trabajo pastoral, Blanco relata gestos profundamente humanos. Uno de los que más lo ha marcado fue saber que, ya como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio pasaba noches en los hospitales acompañando a sacerdotes mayores y sin familia. «Eso lo hizo varias veces —afirma—, lo que da una idea de la humanidad y cercanía de este hombre».
Recuerda también su despedida antes de partir al cónclave de 2013. «Me comentó que ya había presentado su renuncia y que el Papa la había aceptado. Había regalado su biblioteca al seminario y elegido una habitación sencilla en un hogar sacerdotal. La vi después: era tremendamente sencilla, de una pobreza increíble. ¡Y la había elegido él!», exclama. Pero Bergoglio nunca regresó: el 13 de marzo fue elegido Pontífice.
Para Blanco, el Santo Padre argentino tuvo siempre un acento muy pastoral y abierto a las necesidades reales de la gente. «Nos pedía estar abiertos a todos, que no negáramos el Bautismo, que todo el mundo tenía derecho a ser acogido en la Iglesia», afirma. Años después, sigue hablando de él con gratitud: «Para mí fue una gozada trabajar con él. Considero un regalo de Dios haberlo conocido».