Una mujer cualquiera, una habitación cualquiera y la otra que no es cualquiera, se llama Marilyn. El amor nos sostiene, nos eleva, nos permite integrar todo lo que somos y hacemos dotándolo de un poco de sentido. Siempre se dice que no se aprecia algo hasta que lo echas en falta, y el texto de Alfonso Zurro nos pone en esa experiencia.
Una mujer, cajera de un supermercado, se enfrenta al drama del abandono. Su pareja se ha ido con otra. Las preguntas se agolpan a la mente y al corazón; punzada de amor; asfixia de sentido. No importan los motivos reales ni si funcionaba o no la relación porque el mal tiene nombre de mujer, Marilyn. ¿Alguien puede llamarse así? Es lo de menos, quizá es un nombre inventado, pero es suficiente para volcar la insatisfacción, la injusticia vivida, el rencor que sale a borbotones del pecho en un rostro de mujer.
A solas con Marilyn nos desnuda el corazón de una mujer abandonada por otra y nos desnuda un escenario. No se necesita más para reconstruir la historia clásica de Medea, de la mujer que, impelida por los celos, se ve arrastrada vertiginosamente a la destrucción de todo lo que le recuerde a él. No bastan las palabras de consuelo ni las evasiones de la perversión, los celos ciegan mente, corazón, sentidos y anega todo lo que toca.
Natalia Braceli sostiene al público de forma imponente a través de un monólogo con idas y venidas temporales, espaciales e imaginarias. No necesita más que una voz, un cuerpo en danza y sostener la mirada hacia un público que seguro sabe muy bien de qué está hablando.
Como cualquier clásico griego, A solas con Marilyn nos desvela la dinámica humana, sus pasiones, sus elevaciones, las leyes no escritas del corazón humano pero con una narrativa posmoderna y una cosmovisión actual donde no se apela ni al Destino ni a la Divinidad porque el hombre se encuentra a solas con sí mismo, con su enemigo.
★★★☆☆
Teatro Lara
Calle Corredera Baja de San Pablo 15
Callao, Tribunal