Vuelve El casamiento, una obra difícil del polaco Witold Gombrowicz, autor incómodo, algo oscuro y difícil de digerir, aunque ilumina matices de la existencia humana que nos revelan que la realidad debe ser vivida en diálogo aunque nos empeñemos en la dialéctica confrontación hegeliana.
El casamiento vio la luz en 1948, aunque empezó a gestarse durante la II Guerra Mundial con Gombrowicz exiliado en Buenos Aires, lejos de su tierra, de su historia y de sus tradiciones. El protagonista de esta obra, Enrique, es un soldado polaco que lucha con el ejército francés. Una noche cualquiera cae en un sueño profundo pero muy real del que nosotros seremos espectadores. Su lucha será con las armas de la razón frente a la tergiversación lúcida de lo onírico que le presenta los recuerdos de su vida antes de la guerra: sus padres, su hogar, su novia, su fe, sus tradiciones…, pero de un modo esperpéntico. Enrique duda entre abrazar lo heredado o construirse él mismo.
¿Es la tradición de un pueblo un lastre para el progreso? ¿Podemos romper con la herencia de nuestros padres? El hombre tiene un deseo de autogobernarse, de ser dios de sí mismo, sacerdote (como repite Enrique) y, por tanto, mediador entre la vida y el absoluto. ¿Cómo se cumple esto? ¿Es la imposición de la propia voluntad quien lo legitima?
Un hombre sin pasado es un hombre sin raíz, sin herencia; un hombre sin compañía, un hombre solo. Gombrowicz utiliza la metáfora del sueño para plasmar lo que sucede en los cambios de época. Enrique es el propio autor, es el europeo medio de la primera mitad del XX, son las generaciones que vienen detrás de nosotros. Es arquetipo de aquel que juega en la cuerda floja (metáfora visual muy interesante al inicio de la obra) entre continuar con el pasado o imponer su voluntad de poder nietzscheana.
Nuestros amigos de Réplika Teatro nos ofrecen una obra profunda, hiriente e iluminadora por su final consecuente con las decisiones tomadas. Uno sale afectado del teatro por unos personajes tragicómicos (excelentes los actores y dirección, como siempre) que lidian con una problemática que nos envuelve en la postmodernidad.
Witold Gombrowicz merece ser rescatado del olvido. Tenemos que confrontarnos con él porque intuyo que, al contrario que otros contemporáneos suyos, su obra contiene ciertas líneas proféticas que más que retratar su momento apuntaban a aquellos que estaban por venir: nosotros.
★★★★☆
Réplika Teatro
Calle Pedro Justo Dorado, 8
Guzmán el Bueno
Hasta el 24 de abril