Mikel, el terrorista de ETA que en la adaptación de Los Justos de Albert Camus ocupa el lugar de Kaliayev en el texto original, es un hombre que anhela la felicidad. A diferencia de Josu, modelado por el odio, Mikel busca el amor. Con toda seguridad esa es la razón por la que no puede detonar la bomba cuando, junto a su objetivo, descubre el rostro y los ojos de unos niños.
Josu, Maite, José, Xabier y Mikel constituyen un comando terrorista de ETA que durante dos largos meses ha planeado la ejecución de un político español. La liberación de Euskadi a través del terror es la idea a la que viven atados. Una idea justa que brota de la necesidad de defenderse de la opresión.
Josu no conoce el dilema, no solo porque su mentalidad es la propia del hombre ideológico, sino porque los vínculos que le relacionan con los otros, ya sean sus compañeros, ya sean las víctimas a las que pretende liberar, ya sean sus enemigos, tienen forma de grilletes que esclavizan. Maite, José, Xabier y Mikel sí se enfrentan al dilema. El terror podría no ser justo. Ellos, quizás, podrían no ser terroristas, sino asesinos.
Javier Hernández-Simón ha adaptado para la España de 2014 la obra que Camus estrenó en 1949. El Nobel francés escribió Los Justos para tratar una cuestión última. No se trata solo de preguntarse acerca de la legitimidad del uso del terror al servicio de una idea política, sino de preguntarse también por el sentido de la vida y la muerte de aquel que es capaz de morir matando. Esa es una de las grandes dudas de Mikel, que, por el contrario, jamás interpela a Josu. Mikel rechaza cualquier gracia, rechaza incluso el perdón. El único fin que le está permitido es la muerte y es precisamente ese final el que anima a Maite a situarse en primera línea.
Los Justos no es condescendiente con el terrorismo porque no lo es con el mal. No se trata de justificar el terror, sino de desnudarlo. Es verdad que una sociedad golpeada durante largos decenios por el flagelo terrorista podría escandalizarse al enfrentarse a estas cuestiones; del mismo modo que podría hacerlo ante el diálogo que mantienen Mikel y la viuda del político asesinado. Aunque, lo peor no sería el escándalo, sino la indiferencia.
Lola Baldrich, Álex Gadea, Rafael Ortiz, José Luis Patiño y Pablo Rivero hacen un excelente trabajo, como lo hace también Ramón Ibarra en el papel de un teniente de la policía de quien se espera, exactamente, lo que el actor hace y dice. Javier Hernández-Simón no esconde en ninguna escena, ni en ningún diálogo la condena más firme contra el uso del terror. Y lo hace, precisamente en un momento en el que no se cometen atentados terroristas, pero en el que quizás es más urgente que nunca que la sociedad española se pregunte por la naturaleza moral de una causa que se sostiene sobre el exterminio del otro.
Mikel no es un terrorista arrepentido, sino un hombre que anhela la muerte. Esa es, sin lugar a dudas, la máxima expresión de la falta de esperanza. Maite lo confiesa al final «Si la única solución es la muerte, no estamos en el buen camino». La luz del sol, ese sol que Camus adoraba, es el envés de la muerte, del frío, del odio, de la desdicha y de la miseria. El sol no esconde la injusticia, pero permite ver que ésta, no lo es todo.
★★★★★
Matadero Madrid. Naves del Español
Paseo de la Chopera, 14
Legapzi
OBRA FINALIZADA