Íñigo Méndez de Vigo: «La Transición se hizo de tal forma que asombró al mundo» - Alfa y Omega

Íñigo Méndez de Vigo: «La Transición se hizo de tal forma que asombró al mundo»

El portavoz del Gobierno entre 2016 y 2018 reivindica la escucha y la participación de todos los actores y pide cuidar la democracia

José Calderero de Aldecoa
Méndez de Vigo antes de su participación en el congreso del CEU dedicado a la Transición.
Méndez de Vigo antes de su participación en el congreso del CEU dedicado a la Transición. Foto: José Calderero de Aldecoa.

—Se habla mucho estos días del espíritu de la Transición, de concordia. Precisamente acaba de participar en un congreso de la Universidad CEU San Pablo titulado La concordia fue posible. La Transición democrática y la España de la libertad. Pero se llega a ella después de años difíciles. Ahí están la Guerra Civil y la dictadura. Hoy lo que cunde es la polarización. ¿Se pueden establecer paralelismos entre aquel momento y el presente?
—Lo que consiguió España hace 50 años fue tremendamente difícil. El escenario era muchísimo más complejo que el que tenemos ahora. Pasar de una situación no democrática, por utilizar la frase de Torcuato Fernández Miranda —«de la ley a la ley, pasando por la ley»—, con la inexistencia de partidos políticos… En fin, no tenía absolutamente nada que ver con el contexto actual. Ahí hubo una conjunción de factores que posibilitaron que la Transición se hiciera de una manera que asombró al mundo. Yo entonces era un joven estudiante de Derecho, pero recuerdo la angustia sobre qué iba a suceder aquí.

Aquello fue un encaje de bolillos extraordinario, pero que todo el mundo quería que saliera bien. Esto es lo que me parece importante resaltar. Hubo un piloto, que fue el rey Juan Carlos; un Gobierno que tenía claro que lo importante era volver a la democracia y luego todos estaban de acuerdo en que la Transición tenía que llevarnos a Europa. Europa era sinónimo de democracia y yo creo que eso contribuyó a cohesionar las cosas.

Bio

Nació en Tetuán, entonces bajo protectorado español, el 21 de enero de 1956. Es el IX barón de Claret. Fue diputado del Parlamento Europeo entre 1992 y 2011; secretario de Estado para la UE entre 2011 y 2015; ministro de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España entre 2015 y 2018 y portavoz del Gobierno​ entre 2016 y 2018.

—Precisamente usted, posteriormente, tuvo un papel destacado en Europa, en el desarrollo de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión. ¿Qué actitud hay que tener en reuniones de ese calado, o en circunstancias históricas como la Transición, para sacar adelante estas iniciativas de la mano de personas ideológicamente muy dispares?
—Escuchar, escuchar y escuchar. Pero creo que lo más importante de todo es saber cuál es el objetivo final. En el caso de la Transición, era la democracia. Y luego hay que permitir que jueguen todos los actores. Respetando las reglas, eso sí. Eso es lo que hicimos con la Carta de Derechos Fundamentales, que por cierto todavía está en vigor. Durante la Transición fue clave también la Constitución, porque nadie que escriba un documento de tipo constitucional puede hacer el texto que él quiera. No se puede ser dogmático. Hay que ver lo que le conviene al país. Unos puntos estarán más próximos a tu postura, pero otros no; y eso está bien. Yo fui 20 años diputado europeo. Siempre contaba que en la Unión Europea no hay que pretender ganar, por usar un término boxístico, por knockout. Más bien había que conseguir puntos, pero para la causa común.

—¿Cómo valorar la situación actual? ¿A qué achaca la polarización contemporánea?
—Diría que aquí lo que está pasando es que hemos pasado muchas líneas rojas. El Gobierno —cualquier gobierno— debe tener en cuenta que trabaja para todo el país, no solamente para los que lo han elegido. Hay que tener en cuenta, además, que al final lo que impones se convierte en norma jurídica y eso obliga a todo el mundo. Recuerdo que en la época en la que estuve en el Ejecutivo, por ejemplo, se nos increpó por no haber cambiado el sistema electoral. Lo que ocurrió, sin embargo, es que el presidente, [Mariano Rajoy, N. d. R.], pensó que el cambio del sistema electoral, que es una cosa muy importante, requería el acuerdo del principal partido de la oposición. Y si el principal partido de la oposición no estaba de acuerdo, era mejor no hacerlo que imponerlo.

El CEU homenajea la Transición

El congreso La concordia fue posible. La Transición democrática y la España de la libertad, que ha contado con ilustres ponentes como Marcelino Oreja, Alfonso Guerra, Adolfo Suárez o el propio Íñigo Méndez de Vigo, se incluye dentro de la iniciativa Transición, España y Concordia, con la que las Universidades CEU se han sumado a la conmemoración del cincuentenario de la proclamación del rey Juan Carlos I.

Estas acciones arrancaron con la investidura como doctores honoris causa en la Universidad CEU Cardenal Herrera de José Manuel Otero Novas, ministro durante en el Gobierno de Adolfo Suárez; en la Universitat CEU Abat Oliba de Miquel Roca, uno de los siete padres de la Constitución, y en la Universidad CEU San Pablo de Marcelino Oreja, ministros de Asuntos Exteriores durante la Transición, y de su majestad la reina Sofía.

La iniciativa ha incluido también, además del Curso de Verano España y la Monarquía, una exposición itinerante, comisariada por los profesores Cristina Barreiro y Álvaro de Diego, a partir de los fondos gráficos del periódico Ya y Diario 16; y el documental Memoria de la Transición: Medio siglo de democracia, emitido por Telemadrid.

—¿Qué ha pasado en España, qué parámetros educativos hemos perdido para que crucemos esas líneas rojas?
—En esos casos se han juntado la ignorancia y la osadía. Y eso es terrible. No hay más que mirar al Parlamento. Yo he estado presente muchos años en él, y antes cundían el respeto y la escucha. No se te ocurría insultar al de enfrente.

—Le quiero preguntar también por la propia democracia. En la reciente presentación del Informe España se habló de un cambio de época. ¿Hay que repensar el sistema político ante dicho cambio?
—No, no. Yo creo que la democracia hay que cuidarla mucho y tener en cuenta que no es algo adquirido de forma vitalicia. Como usted recordó al principio de la entrevista, nos costó mucho sacarla adelante. Y todo lo que sea atentar contra ella me parece enormemente peligroso y, desde luego, no deseable.