Pepe Rodríguez Rey: «Ver a las mujeres cocinar con tan poco y tanta alegría me marcó»
El popular chef, embajador de Manos Unidas, visitó recientemente los proyectos de la ONGD en Senegal y participó en cocinados populares
—Usted ha dicho que «la cooperación es necesaria y vital». ¿Ha comprendido mejor eso tras ver los proyectos de Manos Unidas en Senegal con sus propios ojos?
—Yo vengo del mundo de la gastronomía, donde trabajamos con recursos, con ingredientes, con lo tangible, pero hasta que no te acercas al terreno, hasta que no ves con tus propios ojos la realidad de comunidades que viven con lo mínimo, no comprendes realmente el impacto de la cooperación. Quizás la solidaridad pueda parecer algo abstracto, importante, sí, pero lejano. Sin embargo, es importante recordar que la cooperación no es caridad, es justicia. Es dar herramientas para que las personas construyan su propio futuro y en Senegal he visto cómo Manos Unidas va más allá: no es solo un tema económico, es crear oportunidades reales y sostenibles.
—Gracias a su viaje, ahora entiende mejor lo que supone un pozo para una comunidad.
—En mi restaurante, El Bohío, abro el grifo y tengo agua potable. Es un gesto tan básico para nosotros que ni lo valoramos. Pero en las comunidades rurales que visitamos, un pozo significa que las niñas pueden ir a la escuela en lugar de dedicar horas a buscar agua. Significa que las mujeres tienen tiempo para formarse, para trabajar… Significa salud, porque el agua limpia previene enfermedades. Un pozo lleva vida donde antes no había nada. Alrededor de un pozo se crean comunidades enteras. Es así de literal, así de poderoso. Lo que para nosotros es cotidiano, allí es transformador.
—También visitó una escuela, un dispensario y una maternidad. ¿Cómo le impactó ver cómo la educación y la salud se convierten en futuro tan directamente?
—En el colegio de las Hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres, en Thiès, vi a niños con una ilusión tremenda por aprender. La escuela primaria no es solo un edificio con aulas, es esperanza pura. Es la diferencia entre repetir el ciclo de la pobreza o romperlo. Visitando el dispensario y la maternidad… ahí entiendes que la salud no es un lujo, es un derecho básico. Una maternidad significa que las mujeres puedan dar a luz de forma segura, que los bebés tienen una oportunidad real de sobrevivir y crecer sanos. Son espacios que literalmente salvan vidas y construyen futuro. Aquí lo pequeño se hace grande, porque cada vida que se transforma, transforma a su vez a toda una comunidad.

—¿Cómo describiría la teranga, esa hospitalidad tan profunda que define al pueblo senegalés?
—La teranga es algo que te llega al alma. Es la palabra en wolof que define esa hospitalidad senegalesa, pero va mucho más allá de dar la bienvenida. Es una disposición cultural a compartir lo que tienen, aunque sea poco. En cada lugar al que llegábamos, nos recibían con sonrisas inmensas, con abrazos, con ganas de darte lo mejor que tenían. Y no hablo solo de comida o regalos, hablo de calidez humana, de hacerte sentir como en casa. Me acogieron con una generosidad excepcional que nunca olvidaré. Senegal es el país de la teranga, y eso se siente en cada rincón, en cada persona. Es una lección de vida: cuando más das, más recibes, y esto no tiene que ver con lo material.
—¿Algún encuentro o gesto de las personas que conoció que le haya marcado especialmente?
—Las mujeres de Thiès con las que compartí fogones en ese «cocinado popular». Verlas trabajar con tan poco, con tanta alegría, me marcó profundamente. También los jóvenes del centro de formación de Sam-Sam, dirigido por la hermana Regina Casado. Allí conocí a jóvenes que están aprendiendo cocina, hostelería, costura, carpintería… con una ilusión y un esfuerzo tremendos, sabiendo que esa formación es su puerta hacia un futuro más digno. Sus ojos brillaban cuando hablaban de sus proyectos. Y la hermana Hortensia Perosanz, que lleva años entregada a estas comunidades… su ejemplo de entrega y compromiso es inspirador.
El talento y la pasión por cocinar no tienen fronteras ni necesitan equipamientos sofisticados. Esas mujeres y esas jóvenes cocinaban con recursos mínimos, pero con un orgullo y una técnica admirables. Me enseñaron recetas tradicionales, formas de trabajar los ingredientes locales, y sobre todo, compartieron conmigo que la cocina es comunidad. En Sam-Sam, las alumnas del taller de restauración me demostraron que cuando tienes una oportunidad de formación, la aprovechas al máximo. Su dedicación me inspiró muchísimo.
—¿Diría que este viaje le ha transformado también como cocinero, no solo como persona?
—Este viaje me ha recordado la esencia de lo que significa cocinar: alimentar, cuidar, compartir. También he aprendido sobre ingredientes locales, sobre formas de cocinar con lo esencial, sobre la importancia del producto de proximidad.
—¿Qué ha comprobado sobre el terreno acerca de cómo trabaja Manos Unidas y cómo se transforma en proyectos reales?
—He comprobado que la ayuda que recibe Manos Unidas llega a su destino transformada en sanidad, educación, huertos, formación profesional… en un futuro tangible. Cada euro se convierte en un ladrillo de escuela, en material médico, en herramientas de trabajo, en semillas para un huerto. Manos Unidas trabaja en Senegal desde 1972, más de 50 años, y eso no es casualidad. Trabajan de la mano con las comunidades locales, con misioneros y misioneras que conocen la realidad del terreno, y eso hace que los proyectos sean sostenibles y realmente útiles. No imponen soluciones desde fuera, construyen junto a las personas que están allí.
Hoy con @Pepe_elBohio preparando una acción muy especial que pronto conoceréis 💙✨ ¿De qué crees que se trata? Te leeemos👀👇 pic.twitter.com/XgI1RpBn1o
— Manos Unidas ONGD (@ManosUnidasONGD) September 23, 2025
—¿Qué diría a quienes dudan de la eficacia de la cooperación o piensan que «nada cambia»?
—Les diría que vengan conmigo a Senegal. Que vean con sus propios ojos cómo una escuela cambia el destino de decenas de niños. Que conozcan a las mujeres que gracias a la formación han abierto su propio negocio y mantienen a sus familias. Que vean cómo un dispensario ha reducido la mortalidad infantil en una comunidad. Sí cambia. Pero el cambio real, sostenible, lleva tiempo y requiere compromiso e implicar a las comunidades locales. No son milagros instantáneos, es trabajo constante y serio. La mitad de la población senegalesa vive en situación de pobreza multidimensional, y cada proyecto que funciona, cada vida que mejora, es un paso adelante. La realidad es que la cooperación bien hecha salva vidas y crea futuro.
—¿Crees que personas con visibilidad pública, como usted, tienen una responsabilidad especial a la hora de apoyar causas solidarias?
—Totalmente. Tenemos una responsabilidad y también una oportunidad. Yo tengo la suerte de ser conocido gracias a MasterChef y a mi trabajo como cocinero, y eso me da una plataforma para visibilizar causas que lo merecen. Si mi voz puede ayudar a que más gente conozca el trabajo de Manos Unidas, a que más personas se sumen a la lucha contra el hambre y la pobreza, tengo la obligación moral de hacerlo. Para mí es un orgullo ser embajador de Manos Unidas y poder contribuir a su misión, que llevan haciendo desde 1959. Mi colaboración con ellos viene de años atrás, desde las Cenas del Hambre en Illescas donde cocinaba mis famosas sopas de ajo. Estoy muy agradecido de haber podido realizar este viaje, que ha consolidado mi compromiso. No se trata de hacer caridad para sentirse bien, se trata de usar lo que tienes a tu alcance para generar cambios reales. Y si yo puedo aportar aunque sea un granito de arena, lo voy a hacer.