«La gente necesita espiritualidad para poder vivir»
CEFAS y la Universidad cardenal Herrera organizan el congreso (Des)Arraigo para analizar la soledad del hombre moderno y ofrecer propuestas de salida
Esta semana se ha celebrado en Valencia el congreso (Des)Arraigo, una propuesta de pensamiento sobre los desafíos culturales, existenciales y espirituales de nuestra época. Organizado por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social CEU-CEFAS y la Universidad CEU Cardenal Herrera en Valencia, durante dos días ponentes como Fabrice Hadjadj, Ana Iris Simón, Aurora Pimentel o María Calvo han disertado sobre la soledad del hombre moderno, la necesidad de la vida comunitaria o la urgencia de pertenencia. Para Fernando Nistal, director ejecutivo de CEU-CEFAS, la salida de este momento de crisis vital y social pasa por Dios y la familia.
—¿Hasta qué punto el desarraigo es uno de los elementos característicos de la sociedad occidental hoy?
—En el contexto social y político de la actualidad prima el relativismo y el individualismo, son fenómenos evidentes. Y la consecuencia principal es el desarraigo, que no es sino la falta de raíces de todo tipo y que constituyen el fundamento de nuestra sociedad y de nuestra estructura como país.
Todo ello, produce, por ejemplo, mucha soledad. Y eso hila con una idea de la libertad entendida de manera equivocada: cuanto más decido por mí mismo, más libre soy. Esto no es verdad y constituye una de las mayores trampas de nuestro tiempo, un narcisismo que al final genera mucho aislamiento.
—Hecho el diagnóstico, ¿hay visos de solución?
—Se da una situación ambivalente. Por un lado se encuentra esta realidad negativa, de ausencia de tradición y raíces, a la que siguen problemas de salud mental, adiciones, divorcios y una enorme falta de brújula moral. Por otro, es precisamente este malestar el que invita a buscar los fundamentos de los que venimos, como un modo de reacción natural.
Por ejemplo, los jóvenes se dan cuenta muy bien de que necesitan asideros sólidos para orientar su vida, y los buscan. No es una ley del péndulo, pero es algo que está sucediendo. Ante la ausencia de razón y de espiritualidad están experimentando un deseo de vuelta. Es como la paternidad: educas a los hijos para que vuelen en libertad, sabiendo que siempre van a tener un hogar al que volver. Y están volviendo.
—¿Cuál sería entonces el fundamento para darle la vuelta al desarraigo?
—Creo que hay dos factores clave. El primero es la vuelta al sentido religioso, y con ello no quiero decir a lo estrictamente católico. Hoy estamos comprobando que la gente necesita espiritualidad, porque es algo que pertenece a la propia naturaleza del hombre, la necesitamos para poder vivir.
El segundo factor es, claramente, la familia, y todos los valores que conlleva, como el sacrificio, el esfuerzo y la pertenencia. Hoy en día, cuando hay tantos ataques a la familia, es precisamente cuando tenemos que ser más fuertes a la hora de defenderla y mostrarla como ámbito de libertad y germen de todo lo que desea el hombre de hoy.
En su intervención, el filósofo francés Fabrice Hadjadj señaló que «la humanidad vive hoy un particular Viernes Santo», y por eso propuso «no transformar el mundo a cualquier precio, sino preservarlo, sosteniendo incluso su fragilidad y el mal ordinario, y ofreciendo nuestra vulnerabilidad como forma de responsabilidad ante el mundo».
Hadjadj partió de la idea de que todo ser humano conserva una nostalgia del jardín originario: «Solo después de haberse alejado, la casa se revela como casa. Toda vuelta es acontecimiento, ruptura de la repetición, experiencia del tiempo que transforma interiormente», dijo.