Exresponsable de Migración de los obispos de EE. UU.: «El Papa quería un pronunciamiento conjunto»
Mark Seitz, obispo de El Paso, se despide como presidente del Comité Episcopal de Migración de Estados Unidos con un importante pronunciamiento conjunto y con una campaña para sugerir a las diócesis iniciativas a favor de los migrantes
—Uno de los puntos fuertes de la Asamblea Plenaria de los obispos de Estados Unidos esta semana ha sido la aprobación de un «mensaje pastoral especial sobre inmigración» en el que se expresaba su «preocupación» por los inmigrantes y condenaban las «deportaciones masivas indiscriminadas» de la Administración Trump. ¿Cómo surgió esta iniciativa?
—Llevábamos bastante tiempo trabajando en ello. En junio, en una reunión del comité, los miembros pidieron una declaración de todo el episcopado sobre esta cuestión. En septiembre presenté la iniciativa al Comité Administrativo y la aprobaron. El Papa León XIV nos dio un impulso añadido porque en nuestra audiencia con él en octubre dijo que le gustaría ver un pronunciamiento conjunto sobre este tema. Apreciaba los del presidente, pero creía que las circunstancias pedían algo más amplio.
—¿Ha sido fácil que los más de 270 obispos del país aceptaran este pronunciamiento conjunto?
—Hicimos algunos borradores que entregamos al Comité Administrativo, y durante la Plenaria se trabajaron un par más incorporando enmiendas propuestas por los obispos. Había consenso en que debía de publicarse. Sabíamos que iba a ser un desafío, no porque hubiera un desacuerdo amplio sobre la necesidad de este documento ni sus líneas generales, sino porque con más de 200 obispos, cada uno con su enfoque particular, es difícil unirse para un texto en un periodo corto de tiempo. Lograrlo ha sido inusual.
—¿Ha podido hablar con el nuevo presidente de la conferencia episcopal, Paul Cockley, sobre esta cuestión?
—No directamente. Pero ha sido parte del proceso, porque como secretario estaba al frente del Comité Administrativo que preparó el documento. Era consciente del problema y nos ayudó.
No Estás Solo
—Este rápido acuerdo sobre un pronunciamiento conjunto es una satisfacción ahora que concluye su mandato como presidente del Comité Episcopal de Migración. ¿Qué balance hace de este mandato, en un contexto tan difícil?
—Creo que parte de mi tarea era concienciar al resto de la nación de la realidad que vivimos en El Paso cada día. Es sorprendente la poca conciencia sobre la experiencia de los migrantes que tiene en general la gente que no lo es. No saben las razones por las que salen de sus países de origen, el sufrimiento que experimentan en ellos, las amenazas bajo las que han vivido. No conocen su amor a su familia y su fe, todo el trabajo duro que hacen solo para sobrevivir en su nuevo país y las dificultades que atraviesan.

—¿Cómo valora la respuesta de la Iglesia a estos primeros diez meses de Administración Trump?
—Literalmente he viajado por todo el país hablando a grupos, especialmente en campus católicos y también en otros lugares de las comunidades. Y he descubierto un gran nivel de compasión y un deseo de aprender sobre estas cosas. Creo que aunque el Gobierno tiene un tono muy duro, no veo que se refleje en la gran mayoría de personas.
También hay ejemplos en todo el país de iniciativas concretas. Y se verán más ahora que hemos elaborado otro documento que delinea algunas acciones posibles. Con mucha frecuencia, no hemos actuado porque nos sentíamos abrumados, como si nos enfrentáramos a un tsunami de medidas y apenas sabíamos por dónde empezar.
—¿Se refiere a la campaña No Estas Solo, que también presentó durante la Plenaria?
—Sí. Con ella podemos ofrecer a los obispos algunos caminos sobre lo que pueden hacer. Desde ayudar a los inmigrantes a conocer sus derechos hasta a convocar acciones públicas para mostrar nuestra preocupación. También, por supuesto, acciones para apoyar a los inmigrantes y sus familias en circunstancias muy difíciles, como por ejemplo el sustentador principal ha sido detenido en la calle y rápidamente deportado. Nuestras parroquias pueden ayudar y necesitan hacerlo.
En algunas diócesis, se está empezando a visitar los juzgados de inmigración y a ser una presencia y un apoyo silencioso para aquellos que se enfrentan a un proceso. La gente acude al juzgado, le dan un aplazamiento o su caso se desestima y los agentes de Inmigración y Aduanas [ICE por sus siglas en inglés, N. d. R.] les están esperando fuera [para detenerla] y someterla a un procedimiento exprés para deportarla. Son personas que están intentando hacer las cosas bien y al final no pueden. Pero al menos estamos presentes para ellos y les ofrecemos asistencia.
Casa por casa
—¿Qué se puede hacer, por ejemplo, por estas familias en las que el sustentador principal ha sido detenido o deportado?
—Pedimos a las parroquias que se organicen y sigan a estas familias cuando sepamos quiénes son. Incluso hay comunidades en las que voluntarios visitan los barrios y las casas preguntando «¿cómo estáis? ¿Cómo os podemos ayudar?». Porque hay familias que tienen miedo a salir de casa, a ir a comprar, a llevar a los niños al colegio. Simplemente invitamos a las parroquias a vivir como cristianas, a practicar la hospitalidad, el amor y el cuidado que debería ser parte de nuestra comunidad.

—¿Y cómo está la situación ahora mismo en El Paso, su diócesis, directamente en la frontera?
—Extremadamente tranquila. La mayoría de nuestros albergues están cerrados, solo unas pocas personas se benefician de ellos. La frontera está militarizada, de forma que cruzarla sería un delito grave. Sin embargo, se estima que tenemos unas 50.000 personas en diversos pasos de recibir el permiso de residencia pero por algún motivo no lo han completado. Y viven con mucho miedo a ser detenidos y deportados de forma sumaria a lugares que no conocen. Se está enviando a gente a miles de kilómetros del lugar donde crecieron o donde pueden tener todavía familiares. Para ellos es aterrador.