Yakarta es un golpe duro, una competición contra uno mismo, por mucho que la historia presente unas gotas de dulzura cómica y una trama que ahonda en la relación poco convencional entre un entrenador de bádminton y una joven promesa de ese deporte. Recién estrenada en Movistar +, es una miniserie de seis episodios de 30 minutos, que conviene reposar y no consumir en un atracón. Se la debemos a Diego San José y a Elena Trapé, que ya trabajaron juntos en la interesante Celeste y que ahora firman otro notable trabajo que huye del glamur y del éxito deportivos para adentrarse en el territorio del dolor y de la redención, con el deporte como excusa perfecta. El propio San José ha dicho que la victoria real está en abrazar las derrotas y que, una vez que las entendemos, es cuando somos invencible. Es una buena guía para entender la serie. Javier Cámara está descomunal y solo por sus primeros planos merece la pena verla. Le acompaña Carla Quílez, en el papel de alumna aventajada, que bastante hace con sostener al monstruo interpretativo sin desentonar. La fotografía de Rita Noriega y la música de Lucas Vidal componen un cuadro que nos mira y nos pregunta cómo se llama, en nuestro caso, el sueño lejanísimo con nombre de ciudad extraña.
Joserra, exjugador olímpico de bádminton sobrevive dando clases de educación física en un instituto de Vallecas. En medio de numerosas zozobras personales, cree descubrir en un torneo escolar el diamante en bruto que llevaba tiempo buscando. Se embarcan en una aventura de corazones inquietos que no quieren descansar hasta que compitan en Yakarta. Un viaje en el que, como en toda buena historia, las penurias exteriores apuntan hacia las miserias que cada cual lleva dentro. No es redonda, pero se deja ver con gusto y con congoja; porque, aunque aparezca así en las promociones, de comedia no tiene mucho. Parafraseando el título del peliculón animado, esto va de entrenar al dragón interior de cada uno. Canta Valeria Castro, con fragilidad luminosa, «yo no puedo adivinar qué dragones te silban». Podría ser la música de una serie como Yakarta, una grata sorpresa que dibuja una poética de los perdedores que buscan ganar algún que otro partido.