«Le pusimos en una cajita y presentamos a nuestro hijo a Dios»
La funeraria para bebés En Vela visibiliza el duelo perinatal en una jornada testimonial. «Dar a nuestro hijo un enterramiento cristiano y saber que le podemos llevar unas flores es muy sanador», dicen Diana y Álex
Del 20 % al 25 % de los embarazos que tienen lugar en España no llegan a término y se malogran de forma natural. «Los padres gritan su dolor y con frecuencia ni su hijo, ni su paternidad o maternidad son reconocidos por su entorno ni, en muchos casos, por las instituciones», afirma Ana Perelló, responsable de comunicación de En Vela, la funeraria para bebés que el lunes organizó un encuentro testimonial para hacer visible «este duelo en cierto modo silenciado e invisibilizado».
Así, en el contexto del Día Mundial de la Muerte Gestacional y Perinatal que se celebra cada año el 15 de octubre, uno de los testimonios lo ofrecieron Diana y Álex, un matrimonio de origen ecuatoriano con diez hijos, «tres en el cielo», cuentan. Al último lo enterraron el pasado 25 de marzo, después de nueve semanas y cuatro días de gestación.
—¿Cómo vivieron este acontecimiento?
—No podíamos tapar lo que había pasado, así que se lo contamos a nuestros hijos con lágrimas en los ojos: «No va a poder ser, vuestro hermanito ha muerto». No les maquillamos nada. El pequeño repetía a cada momento: «¿Entonces está en el cielo»? «Sí, está en el cielo», le decíamos. Y así lo asimilaron. Luego quisimos rescatar el cuerpo de nuestro bebé.
—¿Lo tenían claro?
—Lo teníamos superclaro por las experiencias vividas por otras personas cercanas. Pudimos hacer una asamblea en casa, pusimos nuestro mejor mantel en la mesa, en nuestro altar, y presentamos a nuestro hijo en una cajita perfumada con óleos de Jerusalén. Lo adornamos y lo presentamos a Dios: «Este es nuestro hermano, Mateo Sebastián, ahora él se va a ir al cielo». Fue un momento de familia, de perdón, de sanación… Los niños se despidieron y le dieron besos. Lo vivimos entre lágrimas, amor, perdón, reconciliación, reconstrucción y, en cierto modo, alegría porque pudimos ver el amor de Dios también en ese sufrimiento. Antes de llevarle al cementerio, mostramos que esa vida, por más pequeña que pareciera ser, es un hermano, un hombre, un hijo de Dios, y parte de nuestra familia. Hacer todo esto de manera visual y tangible nos ayudó a aceptar mejor la pérdida.

—Se suele decir que el duelo perinatal es un duelo muy invisible. ¿Cómo reaccionó la gente a su alrededor?
—Algunos lo vieron como algo exagerado. Álex en su trabajo tuvo muchos inconvenientes, incluso en la hora del alumbramiento, porque fue en casa, y como no era hospitalización no tenía permisos para poder acompañarme. Al final tuvo que sacar permisos debajo de la manga para hacerlo. También el día del funeral tuvo problemas con sus jefes, pero él dejó claro que tenía que estar con su familia. Decían: «Qué exagerados, si solo es un coágulo».

—Realizar la despedida de esta manera ¿les ha ayudado a sobrellevar mejor el duelo por vuestro bebé?
—Sí, muchísimo. Nadie te educa para esto. Siempre te educan para ser madre, pero no para ser madre de un niño que ha muerto. No ha sido una vida en vano: Mateo Sebastián vino a cerrar muchas heridas que habíamos tenido como matrimonio, de matrimonio hacia los hijos y de los hijos hacia los padres. Dentro de lo malo, fue una pérdida sanadora para nosotros.
Además, darle un enterramiento cristiano con dignidad y saber que en el día de los fieles difuntos le vamos a poder llevar unas flores es muy sanador y reconfortante, porque resignifica el sufrimiento y le cambia el sentido a todo.