Una diócesis de California dispensa a los inmigrantes de ir a Misa por las redadas
El obispo de San Bernardino ya había criticado sendas redadas en dos parroquias. Es la segunda diócesis del país que toma la decisión de liberar del precepto a quienes teman sinceramente por su seguridad
El obispo de San Bernardino (California), Alberto Rojas, emitió el pasado martes un mensaje dispensando de asistir a Misa los domingos y días de precepto a los fieles que sientan un «miedo sincero» a las redadas. La medida se produce «a la luz la preocupación que han expresado muchos de nuestros hermanos por el miedo de acudir a Misa» ante la posibilidad de que se implementen acciones contra la inmigración, informa OSV.
La medida se ampara en el canon 87.1 del Código de Derecho Canónico. El obispo subraya que quienes se amparen en esta licencia deben «mantener su comunión espiritual con Cristo y Su Iglesia». Pueden hacerlo por medio de la oración, la lectura espiritual o siguiendo transmisiones de la Misa.
La diócesis había sido escenario de dos redadas en propiedades católicas, que el obispo criticó con dureza. Agentes de servicio de Control de Aduanas e Inmigración (ICE por sus siglas en inglés) entraron en el recinto de dos parroquias en Montclair y Highland y detuvieron a varias personas en el aparcamiento de la iglesia de Santa Adelaida en Highland. En enero, la Administración Trump rescindió restricciones que impedían llevar a cabo detenciones en lugares sensibles como los lugares de culto, colegios y hospitales, salvo en casos de seguridad pública o amenazas a la seguridad nacional.
No es la primera medida que toma la Iglesia en Estados Unidos en este sentido. Ya en mayo, la diócesis de Nashville (Tennessee) recordó que quienes tuvieran miedo por su bienestar por las redadas no estaban obligados a ir a Misa. Pero no se emitió una dispensa formal.
Hace escasas semanas un párroco de Los Ángeles explicaba a Alfa y Omega el impacto que las operaciones antiinmigración masivas estaban teniendo en sus feligreses. Habían tenido que cancelar las primeras comuniones porque los padres tenían miedo. Sus parroquianos incluso habían dejado de salir a las calles a vender tamales o fruta, pequeños empleos informales gracias a los que sobrevivían.