Tradición e Historia
Tradición e Historia se entremezclan para transmitirnos un mensaje profundamente emotivo y sumamente bello sobre la Santísima Virgen, en Madrid. Vale la pena acogerlo, y de modo muy especial, en este año del primer centenario de la Cripta de su catedral, consagrada el 31 de mayo de 1911
Se dice que en los arrabales del primitivo poblado que, al invadirlo el vendaval musulmán, se llamaría Magerit, y más concretamente en el lugar llamado de la Vega (Cuesta que lleva este nombre), se daba culto a la Virgen en una pequeña iglesia allí situada y denominada Santa María de la Vega. Era una advocación muy conocida y venerada. Con frecuencia, a este respecto, se cita una carta que había escrito san Ildefonso (+667) a un canónigo de Zaragoza diciéndole que, cuando pasara por Madrid, «se acordara de que, en su vega, hay una devota imagen de Nuestra Señora, llamada la Virgen de la Vega». Pero, llegado el año 711, y ante el propósito sarraceno de invadir aquel poblado, sus vecinos decidieron esconder la imagen de la Virgen para evitar que fuera profanada (algo que se hizo costumbre en casi todos los pueblos de la Península Ibérica); y, como expresión de su mucho amor a la Señora, decidieron colocar dos velas encendidas junto a su imagen tras la tapia de cal y canto. Se dice también que se llamaba Maritana la doncella cristiana que las encendió.
Pasaron más de 370 años, y en 1083, el rey Alfonso VI, que había conquistado Madrid, supo de sus nuevos súbditos la sorprendente historia de la imagen. El rey cristiano trató de encontrarla con distintos procedimientos, aunque sin éxito, pero no cejó en su intento e hizo a la Virgen la promesa de que organizaría toda suerte de plegarias y rogativas con el pueblo, hasta hallar la imagen, si conquistaba la ciudad de Toledo; y, al lograrlo en 1085, regresó triunfante a Madrid dispuesto a cumplir su compromiso. Convocó una gran procesión encabezada por él mismo, acompañado del arzobispo de Toledo, fray Bernardino de Ager, a la que asistieron nobleza, clero, ejército y todo el pueblo. Discurrió en torno a la fortaleza amurallada y, al llegar a un cubo de la muralla próximo a la almudayna (ciudadela, en árabe), vieron sorprendidos cómo se desprendían las piedras y aparecía la tan añorada imagen. ¡La Virgen estaba allí, y con las dos velas encendidas! Ocurrió el 9 de noviembre de 1085, y desde entonces Santa María de la Vega tomaría el nombre de Santa María de la Almudena.
La imagen de la Virgen aparecida fue entronizada por el arzobispo de Toledo en el altar mayor de la recién cristianizada mezquita, ya iglesia de Santa María, situada al comienzo de la referida Cuesta de la Vega, en la confluencia de las hoy calles Mayor y Bailén. El rey quiso añadir al nombre de la Virgen la realeza: se llamaría para siempre Santa María la Real de la Almudena, Patrona de Madrid por voluntad de su pueblo y de su rey. La misma tradición nos dice que ya en el siglo XIII así se consideraba. Consta, además, que el templo de Santa María fue visitado por los Reyes Católicos, Carlos V, Felipe II y sucesivos soberanos. Y se llega así al año 1868, en que aquel templo de la Cuesta de la Vega fue demolido por orden del Ayuntamiento, alegando motivos urbanísticos… La imagen fue trasladada a la cercana iglesia del Santísimo Sacramento, donde los vecinos de Madrid reiteraron y mantuvieron siempre su amor a la Señora.
La Virgen, en la raíz de su catedral
Llega el siglo XX, y el 31 de mayo de 1911 se inaugura la Cripta de la catedral, obra del gran arquitecto Marqués de Cubas, y se entroniza la imagen de Santa María la Real de la Almudena. Veinticinco años después, la terrible realidad y lamentables consecuencias de la Guerra Civil motivaron un nuevo traslado, ahora al templo de San Isidro, donde permaneció hasta el mes de junio de 1993, cuando tuvo lugar el traslado definitivo a su catedral, que vivió la gran alegría de ser dedicada por el mismo Santo Padre Juan Pablo II. En este año 2011, coincidente además con el gran acontecimiento en Madrid de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, celebramos el centenario de la dedicación de la Cripta, raíz y cimiento de la catedral de nuestra Madre y Señora Santa María de la Almudena. Su construcción es un bello y entrañable testimonio del amor de Madrid a su Patrona. Es un majestuoso templo de estilo neo-románico, con más de 400 columnas, cuyos capiteles son todos diferentes, cuenta con 20 capillas de una gran belleza, y ocupa la misma superficie que la catedral, ya que es el cimiento de la misma. Es uno de los más hermosos de Madrid y, como templo-cripta, el más espectacular de España. A los pocos días de su dedicación, el 31 de mayo de 1911, en él tuvo lugar otro gran acontecimiento, la Consagración Nacional de España al Sagrado Corazón de Jesús, el 7 de julio de aquel mismo año. La idea se había fraguado y cristalizó en el XXII Congreso Eucarístico Internacional de Madrid, el primero internacional celebrado en España, del 23 de junio al 1 de julio de 1911.
El patronazgo de María bajo la advocación de la Almudena, reconocido por el pueblo de Madrid durante siglos, quedó refrendado en 1905 por el Papa san Pío X, así como la celebración de su fiesta el 9 de noviembre. Y es obligado recordar aquel 9 de noviembre de 1948, en que su imagen fue coronada canónicamente por concesión del Papa Pío XII. Años después, el Papa Pablo VI la proclamaría Patrona de la archidiócesis de Madrid, el 1 de junio de 1977. Es mucho, sin duda, y garantía de verdadera esperanza, lo que ha significado a través de los siglos y significa hoy para Madrid la Virgen de la Almudena. Baste recordar, como hito de especial significación, el testimonio del Códice de Juan Diácono, que se comenzó a escribir a finales del siglo XIII, donde se refiere la devoción de aquellos vecinos de Madrid a la Virgen de la Almudena, entre los que destaca a san Isidro con su esposa santa María de la Cabeza, que, «antes de ir a su trabajo de labrador, visitaba la iglesia de Santa María», donde tantos siglos estuvo su imagen. Sí, la Almudena ha sido siempre un don del cielo con el cual el pueblo madrileño manifiesta su condición cristiana y, obviamente, su devoción mariana.