«A los curas nos pedía que no negáramos el Bautismo a nadie»
El provincial de los Misioneros de Sagrado Corazón en España asistió a la ordenación episcopal de Bergoglio, y colaboró con él en la atención pastoral de la Villa 3 de Fátima en Buenos Aires
El padre Paco Blanco, provincial de los Misioneros de Sagrado Corazón en España, era amigo del Papa de cuando este era obispo auxiliar de Buenos Aires. De hecho, asistió a su ordenación episcopal y, curiosamente, conserva en su breviario el recordatorio que repartió Bergoglio en aquella celebración.
Al nuevo obispo le encargaron la zona sur de la ciudad, la del barrio de Flores, donde nació. Allí había también varias villas miseria que entraban dentro de su campo pastoral, entre ellas la Villa 3 de Fátima, donde los Misioneros de Sagrado Corazón tenían una pequeña capilla y un colegio muy humilde.
La villa era un asentamiento informal que había crecido hasta albergar a unas 18.000 personas. «Vivía allí gente muy pobre», cuenta Blanco, y explica que muchos sobrevivían recolectando materiales reciclables: cartón, hierro, vidrio, plásticos…, «para revenderlo y así tener algo de dinero».
Bergoglio, ya como obispo auxiliar, tenía una fuerte presencia en estas áreas marginadas. «Pateaba su zona constantemente», dice Blanco, que subraya que el futuro Pontífice «tenía una especial dedicación a las villas, no solo a la mía, sino a otras que había por ahí». Era común que llamara por teléfono a los sacerdotes, consciente del «desgaste y cansancio» que implicaba sumisión. «Era muy cercano, muy amigo. Siempre vino muy humilde. A los curas de las villas nos tenía un cariño especial», añade.

Su estilo sencillo lo hacía particularmente querido entre la gente. Blanco destaca que nunca lo vio llegar en coche a su parroquia, «solo en autobús o en metro»; incluso cuando no era invitado oficialmente, Bergoglio aparecía. «Un día vino a celebrar ocho bautismos, y tras la ceremonia se negó a que le llevara a casa en coche. Solo aceptó que lo llevara hasta la estación de metro. No era un hombre fácil de convencer», recuerda entre risas.
Más allá de su trabajo pastoral, Blanco relata gestos profundamente humanos. Uno de los que más lo ha marcado fue saber que, ya como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio pasaba noches en los hospitales acompañando a sacerdotes mayores y sin familia. «Eso lo hizo varias veces —afirma—, lo que da una idea de la humanidad y cercanía de este hombre».
El religioso recuerda también su despedida antes de partir al cónclave de 2013. «Me comentó que ya había presentado su renuncia y que el Papa la había aceptado. Había regalado su biblioteca al seminario y elegido una habitación sencilla en un hogar sacerdotal. La vi después: era tremendamente sencilla, de una pobreza increíble. Y la había elegido él», exclama. Pero Bergoglio nunca regresó a Argentina: el 13 de marzo fue elegido Papa.
Para Blanco, el Papa tuvo siempre un acento muy pastoral y abierto a las necesidades reales de la gente. «Nos pedía estar abiertos a todos, que no negáramos el bautismo, que todo el mundo tenía derecho a ser acogido en la Iglesia», afirma. Años después, sigue hablando de él con gratitud: «Para mí fue una gozada trabajar con él. Considero un regalo de Dios haberlo conocido».