Una mudanza es un trabajo pesado. Normalmente llamas a tus amigos, a aquellos que sabes que no te pueden decir que no, compras unas cervezas e intentas hacer la cosa lo más llevadera posible. Desmonta, embala, guarda, cerveza… Bueno, una mudanza podría ser también una ocasión para disfrutar del tiempo con los colegas y, por supuesto, verificar que la amistad persiste más allá de las copas del fin de semana. Pero cuando te llaman a primera hora de la mañana y te dicen que a las 13:00 horas tiene que estar el piso vacío, la mudanza es un horror… o no. Por lo menos, para el espectador de La caja.
La historia está firmada por el dramaturgo, realizador y actor francés Clément Michel, autor de Una semana nada más, que ha estado una larga temporada en los escenarios madrileños. La caja es una comedia de enredos donde el malentendido, la complicidad del espectador y la locura de los personajes hacen que cualquier situación pueda ser ocasión de risas. La adaptación es de Beatriz Santana y Gabriel Olivares, quien también la dirige, y la integra el equipo de Burundanga. Si metemos en una cocktelera todos estos ingredientes, el resultado sería la obra de la temporada, pero nos hemos pasado con el picante en la mezcla y la bebida no es apta para todos los paladares.
Esta comedia tiene puntos altos de comicidad y situaciones previsibles que llegan a enganchar. Sin embargo, está salpicada por chistes y escenas que rozan la vulgaridad y lo literalmente pornográfico. No es apta para todos los públicos, especialmente para aquellos que están acostumbrados a un humor un poco más inteligente y menos brusco, o zafio. Hay muchas formas de provocar risas en el patio de butacas y enseñar una nalga es la más rápida, pero efímera. No censuro la nalga o un desnudo en el escenario por moralismo, sino porque cuando está fuera de lugar o forzado en una escena es algo demasiado facilón. Hay situaciones en las que uno, como espectador, está incómodo por lo que ve y porque tiene la impresión de que se está pasando por alto la inteligencia.
No crean que quiero censurar esta obra, ni mucho menos. Esta obra tiene su público y no es ni mejor ni peor. Cada uno busca en cartelera lo que quiere ver. El elenco de actores es excelente y lo demuestran sosteniendo cada instante un ritmo frenético en un escenario que encierra sólo el atrezzo imprescindible. No hay escapatoria en estas horas de mudanza, y el agotamiento y frenesí que viven los personajes se transmite al espectador.
Clément Michel ofrece en este libreto, como en Una semana nada más, una situación grotesca en la que los personajes viven desde sí y para sí. Son situaciones provocadas por el ensimismamiento de uno con sus propios asuntos, incapaz de mirar al otro y salir a su encuentro. Si en Una semana nada más la historia se desenvolvía con sensatez, en La caja todo vale: triunfan los más caraduras y salen escaldados los que menos se lo merecen (tranquilos, no es un spoiler). Puede que la vida muchas veces sea así, pero el teatro es una ventana a un mundo inventado, creado, con una función catárquica en sus orígenes, y hoy se echa de menos esto (al menos yo).
★★☆☆☆
Teatro Arlequín
Calle San Bernardo, 5
Callao
OBRA FINALIZADA