Occidente, ¿estados sin polis? - Alfa y Omega

La casta política se ha separado, o eso parece, de su polis, pueblo o ciudad. Aunque siempre hay políticos de vocación que viven en, con y para su pueblo, ojalá hubiera más. ¿Hay hoy suficientes? Político de verdad es el que hace suyo el bien de su polis, hasta ser capaz de perder en lo individual y en lo partidista. No podría ser feliz si su sociedad sufre; ni siquiera sería él mismo, pues su meta y bien más personal es una polis mejor. Pero la política se ha separado de la polis hasta perder tierra, perder realidad y perder calle; e intentando mover ya no mueven, más bien nos desmueven.

Nuestra política occidental no parece ser esa que articula poder y gobernanza con la polis de los ciudadanos, sus auténticos protagonistas. ¿Son Europa y España estados sin polis, políticos sin pueblo?, ¿y los Estados Unidos? y… 

El problema más grave no es que se esté politizando todo; aunque esa política, reducida a juegos de control y a voluntad de poder, parece un tumor que esparce sus metástasis por doquier y que encima, como por entropía, se transforma en corrupción. Tampoco es lo peor que intenten hacernos creer que cualquier cosa es negociable, pues todo y todos tienen su precio; como si todo fuese solo política y lo único que importase es que gane el mío. Quizá resulte que al único al que todavía le importa algo la camiseta es a usted o a mí, pues al que la luce en el terreno de juego solo le importan (parece) sus haberes y el resto es marketing.

El problema realmente grave, a mi entender, es justo el contrario: nos han despolitizado. Sí, eso; en otras palabras: que ya no tocamos decisión. Nosotros, ciudadanos reales, que sudamos la camiseta cada día para que la polis funcione y haya lo que tiene que haber en una buena polis donde convivimos amarillos y colorados y verdes y marrones… ya no tocamos decisión; da igual lo que digamos y lo que votemos según nos dijeron en sus programas (si queda alguien entre los que aún votan que los lea). Por hartazgo y por impotencia nos han despolitizado, y esto no parece que sea bueno: «¿Para qué vamos a votar?, si se está mejor en casita»; «además, mira la que se nos echa encima, ¡a ver qué pasa cuando la IA salga de titular en el partido!».

Nos han dejado —y en parte nos hemos dejado— en el «cada uno a lo suyo» y el político «a lo de todos, que es lo suyo-suyo», suyo al cuadrado o al cubo. A veces necesitan que nos movamos (vaya, que votemos), quizá por guardar las apariencias. Entonces toca que se nos estire de piernas y brazos con viejos caballos descuartizadores que remueven vetustas ideas hasta hace poco hibernadas en ese sueño de «hacer futuro juntos»; así descoyuntan nuestra bella polis con el «unos contra otros» y el miedo a los fantasmas de siempre, que son eso, fantasmas… 

Pero los auténticos políticos, nosotros ciudadanos de a pie, estamos muy lejos de esa no política de los partidistas de partido y sus egos. No hacemos política oficial ni oficiosa, pues esa ya no es ayuntamiento, de ayuntar, de conjunción copulativa y, de unir para abrir campo y futuro; sino des-coyuntamiento, lógica de una o exclusivista y excluyente, de dialéctica perversa; quieren que estemos dis-yuntados y… ¡no queremos!, al menos yo no.

Bravo por tantos conciudadanos que están por encima de estos embrollos agotadores de no verdades y que nos dejamos la piel en medio de nuestros cansancios, nuestro agobio económico a fin de mes, la incertidumbre del curro de mañana, por sacar adelante la familia y esta casa común, sí, la nación /país / patria; y que somos capaces de tomarnos una caña en el mismo bar aunque uno sea de la fachosfera, otro de centro, el de más allá de la rojosfera y aquel despistado se crea árbitro en el limbo de la neutral suiza política. En nuestras diferencias no nos une solo la caña, sino el amar lo nuestro, lo de todos, lo más mío y más de todos: el bien común, y el reconocer ese amor también en el que lo ama de modo diverso al propio; y por eso, entre cañas, cocas, carajillos y cafés… hablamos y hacemos la España (Europa, Occidente) de verdad, a pesar de pseudopolíticos, y trabajamos y sudamos y compartimos la misma barra. ¡Ojalá no nos dejemos quitar esto!

Gracias español y europeo y occidental por resistir tanto desquiciamiento y seguir construyendo sociedad, por unir y no des-moverte, por no dejarte llevar por don Crispones, fabricantes de futuros crespones. Contigo España, Europa y Occidente vencerán; es cuestión de resistir haciendo política de verdad sin dejar que nos despoliticen.