Francisco a la Curia Romana: «Digan lo bueno y no lo malo de los demás»  - Alfa y Omega

Francisco a la Curia Romana: «Digan lo bueno y no lo malo de los demás» 

En el discurso navideño de este sábado, ha recordado que «el Altísimo se hace pequeño como un grano de mostaza» y ha invitado a vivir con coherencia y evitando hablar mal de otros en nuestro día a día

Ester Medina
El Papa Francisco durante su discurso navideño ante la Curia Romana este sábado. Foto: Vatican News.

«Cuando uno ve un defecto en una persona, sólo puede hablar con tres personas sobre eso: con Dios, con la persona, y si no puede hablar con la persona, con quien en la comunidad pueda ocuparse de eso. Y nada más». Así de contundente se ha mostrado el Pontífice en el discurso navideño que ha dirigido este sábado a la Curia Romana, donde también ha tenido muy presente la guerra en Gaza y los contantes bombardeos que está sufriendo su población. 

En su intervención, el Santo Padre ha reflexionado sobre nuestra forma de dirigirnos a los demás y, para ello, ha recuperado las palabras de san Pablo cuando se dirigía a los romanos: «Bendigan y no maldigan nunca». En este sentido, el Papa ha animado a «decir lo bueno y no decir lo malo de los demás», sobre las personas que trabajan en la oficina con nosotros, los superiores, los colegas, o cualquier otra persona.  

Esta actitud de hablar bien de los demás responde, según Francisco, a nuestra parte más humana y es una «expresión de humildad, que es el rasgo esencial de la Encarnación, en particular del misterio del Nacimiento del Señor, que nos disponemos a celebrar». Además, el Santo Padre añadió que «una comunidad eclesial vive en gozosa y fraterna armonía en la medida en que sus miembros transitan por el camino de la humildad, renunciando a pensar y hablar mal de los demás». 

Ante los representantes de la Curia Romana, el Pontífice ha expresado la necesidad cada vez más grande de «rechazar el individualismo y adoptar un espíritu comunitario». De este modo, y con la vista puesta ya en la Navidad, ha señalado que «el movimiento del Altísimo es abajarse, hacerse pequeño, como un grano de mostaza, como un germen de hombre en el seno de una mujer. Invisible. Así, comienza a tomar sobre sí la masa enorme, insoportable, del pecado del mundo. Nos ayuda, para abajarnos, a acudir al Sacramento de la Reconciliación. Nos ayuda. Cada uno puede pensar: ¿Cuándo fue la última vez que me confesé?».  

El Papa ha finalizado su discurso recordando a María como modelo e imagen de la Iglesia, así como la idea de que «estamos llamados a considerar la dimensión eclesial del bien», es decir, a ser «artesanos de bendición» con coherencia y evitando hablar mal de otros en nuestro día a día.