«Ante las devastaciones que oprimen a los pueblos, la Iglesia anuncia una esperanza segura»
El Papa Francisco ha presidido una Eucaristía en la plaza de Austerlitz de Ajaccio ante más de 7.000 fieles, donde ha recordado que la alegría cristiana «no es superficial ni efímera»
Revestido del correspondiente color rosa en este tercer domingo de Adviento, el Papa Francisco ha celebrado una Eucaristía en la plaza de Austerlitz de Ajaccio como tercer y último acto público de esta visita fugaz a la isla de Córcega.
Ante más de 7.000 fieles, el Pontífice ha reflexionado sobre las acciones y actitudes que debemos adoptar los cristianos para prepararnos para la venida del Señor, recordando la pregunta que la multitud le hizo a Juan Bautista: «¿Qué debemos hacer?». Una pregunta que, según ha recordado, no se hacían quienes se consideraban justos, como los fariseos y estudiosos de la ley, sino precisamente quienes a menudo eran los marginados de la sociedad. En este sentido, Francisco ha indicado que hoy, como en aquellos tiempos, es necesaria esa llamada a la conversión, que está siempre abierta a todos, independientemente de los errores pasados.
De cara a la Navidad, el Santo Padre ha señalado que hay dos formas de esperar al Mesías: «con sospecha y con espera gozosa». La primera radica en la ansiedad, desconfianza y concentración en las preocupaciones mundanas, impidiéndonos experimentar la alegría. El remedio a esta actitud ha subrayado, «está en la fe y en la oración», por eso ha invitado a que la espera del Mesías sea alegre: «La venida del Señor trae la salvación, por eso es motivo de alegría».
Una alegría cristiana que «no es superficial ni efímera», sino que tiene sus raíces en el corazón y que se construye sobre una base sólida. «No consiste en olvidar las dificultades de la vida, sino en encontrar fuerza y paz en la presencia de Dios», para también saber luchar por la justicia. Para que, ante un mundo lleno de guerras y conflictos, «nuestro compromiso por la paz y la justicia encuentre, en su venida, una fuerza inagotable».
«Hermanos y hermanas, no faltan motivos graves de dolor entre las naciones: miseria, guerras, corrupción, violencia. Sin embargo, la Palabra de Dios nos conforta siempre», recalcó el Papa ante una plaza abarrotada. «Ante las devastaciones que oprimen a los pueblos, la Iglesia anuncia una esperanza segura, que no desencanta, porque el Señor viene a habitar entre nosotros».
Al concluir su homilía, el Pontífice ha reconocido la gran labor de la comunidad local de Ajaccio y, en particular, de las cofradías, «que con su caridad y devoción enriquecen la vida de la Iglesia». Gratamente sorprendido de la cantidad de niños presentes en la misa y en general en su visita a la isla, Francisco ha pedido una atención especial a los jóvenes, recordando a todos aquellos en tantas partes del mundo que sufren a causa de las guerras y que «han olvidado cómo sonreír».