El Pontífice revela que quiere viajar a Turquía en 2025 para conmemorar el Concilio de Nicea
Al recibir en audiencia a la Comisión Teológica Internacional, también ha subrayado que «en un mundo complejo y polarizado», el amor de Dios nos llama a ser «constructores de paz y justicia»
El primer concilio ecuménico, la reunión de obispos cristianos celebrada en el año 325 en Nicea (hoy İznik, en Turquía), puso las bases para llegar a un consenso en la Iglesia a través de una asamblea que representara a toda la cristiandad. Fue un momento clave en la historia del cristianismo del que se cumplen 1700 años y que el Papa tiene intención de reivindicar con un viaje a esa ciudad al año que viene para dar un nuevo impulso al diálogo ecuménico actual.
«El año que viene creo que iré a Nicea. Pienso viajar allí», ha revelado el Pontífice al recibir en audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional. «Este Concilio constituye un hito en el camino de la Iglesia y también de toda la humanidad, porque la fe en Jesús, el Hijo de Dios hecho carne por nosotros y para nuestra salvación, fue formulada y profesada como una luz que ilumina el sentido de la realidad y el destino de toda la historia», ha explicado. Francisco ha puesto nuevamente en el horizonte la unidad de todos los cristianos: «En Jesús podemos conocer el rostro de Dios y, al mismo tiempo, también el rostro del hombre, descubriéndonos hijos en el Hijo y hermanos entre nosotros». Un anhelo bajo el que yace el deseo de ver «una fraternidad, enraizada en Cristo, que se convierte para nosotros en una tarea ética fundamental».
Los miembros de la Comisión Teológica Internacional han dedicado precisamente su Asamblea Plenaria a trabajar en un documento que pretende ilustrar el sentido actual de la fe profesada en Nicea.
«Este documento podría ser precioso, en el curso del año jubilar, para alimentar y profundizar la fe de los creyentes y, partiendo de la figura de Jesús, ofrecer también ideas y reflexiones útiles para un nuevo paradigma cultural y social, inspirado precisamente en la humanidad de Cristo», ha considerado el Pontífice.
Asimismo ha descrito «un mundo complejo y a menudo polarizado, trágicamente marcado por los conflictos y la violencia», en el que el amor de Dios que se revela en Cristo y se nos da en el Espíritu «se convierte en un llamamiento dirigido a todos, para que aprendamos a caminar en fraternidad y a ser constructores de justicia y de paz». «Solo así podremos sembrar semillas de esperanza allí donde vivamos», ha determinado.