Esta parroquia sale a un barrio al que pocos se atreven a entrar
«Aquí la pastoral la llevan prácticamente toda los laicos», afirma el párroco de San Martín de Porres, el templo de la Unidad Vecinal de Absorción de Hortaleza
En los años 60 del siglo XX, en el extrarradio de Madrid se desarrollaron varias Unidades Vecinales de Absorción, un recurso habitacional de urgencia ideado por el entonces Instituto Nacional de la Vivienda para acoger en la capital a los miles de trabajadores y sus familias que llegaban buscando un futuro mejor. Para evitar el chabolismo se construyeron casas muy pequeñas, como una solución que en principio se preveía provisional, pero que con el tiempo conformó un núcleo estable de infraviviendas con un índice de ocupación más alto del contemplado. En el barrio de Hortaleza se desarrolló una UVA con poco más de 1.000 viviendas divididas en bloques con forma de corrala. En la actualidad, la mayoría han sido ya derruidas para levantar edificios más modernos y más dignos. Lo que queda es un pequeño reducto que ha atraído con el tiempo a una población que vive en la linde de la marginalidad. Es ahí mismo donde se encuentra la parroquia de San Martín de Porres.
«Aquellas viviendas del principio han atraído a muchos okupas, drogadictos, traficantes y personas que sobreviven como pueden», afirma Jorge Pablo Langley, párroco de esta comunidad desde el año 2007. El barrio está «tan deteriorado» y es fuente de «tanta delincuencia» que muchos «no se atreven ni siquiera a entrar aquí, porque les da miedo», lamenta. El mismo templo ha sido víctima de la deriva en la que se encuentra la UVA. Si antes las puertas de la iglesia estaban abiertas de par en par a todas horas, «ahora tenemos que tener más cuidado porque algunos entran a robar cualquier cosa que encuentren para poder comprar droga», explica Langley.
En este entorno, «el trabajo de Cáritas es inmenso», exclama. Martes y jueves se abre la acogida para quien lo precise, «pero viene gente a preguntar todos los días». Los viernes se reparten alimentos desde la parroquia, con un alcance en la actualidad de 150 familias, «aunque en la pandemia llegamos a dar comida a más de 400», cuenta el párroco, que enfatiza que «aquí la pastoral la llevan prácticamente toda los laicos». También martes y jueves se organizan clases de apoyo escolar para niños, y durante la semana es constante el trasiego de personas que acuden a alguno de los talleres laborales que organiza Cáritas. Todas las Navidades se abren los locales para organizar una cena con los más pobres del barrio.
Pero San Martín de Porres no solo desarrolla su labor en el ámbito de la caridad material. Conscientes también de la pobreza de no conocer a Jesucristo, las comunidades del Camino Neocatecumenal salen tres veces al año a las calles y plazas aledañas para evangelizar de manera explícita. También van casa por casa. Durante esas visitas se han encontrado con enfermos con los que también se reza y se celebra la Eucaristía.
En San Martín de Porres, además de las habituales catequesis de iniciación cristiana, hay un grupo de 70 jóvenes que estudian la teología del cuerpo de san Juan Pablo II. Además, de sus grupos han salido dos seminaristas y dos chicas que están haciendo un discernimiento vocacional. Todos ellos son habituales de los campamentos y de las peregrinaciones que organiza la parroquia. «En la última, los más mayores estuvieron tres días peregrinando sin dinero para anunciar el amor de Dios por donde pasaban. Fue una experiencia increíble y volvieron encendidos», dice Langley.