«Dios pronunciará la última palabra» sobre la guerra en Ucrania, promete Francisco
En una carta a su nuncio apostólico, Visvaldas Kulbokas, por los mil días de invasión rusa, Francisco se une «al grito que se eleva hacia el Cielo»
«A través de esta carta que te dirijo como mi representante en la amada y martirizada Ucrania, deseo abrazar a todos sus ciudadanos allá dónde estén». Es el arranque de la misiva que el Papa ha enviado este martes a Visvaldas Kulbokas, nuncio apostólico en el país.
Con motivo de «los mil días de agresión militar de amplias dimensiones que los ucraninos están sufriendo», Francisco reconoce que «ninguna palabra humana puede protegerlos de los bombardeos diarios». Tampoco «consolar a quien llora a sus muertos, curar a los heridos, repatriar a los niños, liberar a los prisioneros, mitigar los crudos efectos del invierno ni recuperar la justicia y la paz». Y sin embargo, se reitera en «esta palabra clave, la paz, a menudo olvidada en el mundo de hoy». Considera que «querríamos oírla resonar en las familias, las casas y las plazas de la querida Ucrania», aunque, «por desgracia, al menos por el momento, no es así». Y a pesar de los muchos esfuerzos de la Santa Sede.
El Papa le dice al nuncio que las suyas «no quieren ser simples palabras». Ni siquiera aunque «estén cargadas de solidaridad». Por el contrario, matiza que, «como hago desde el principio de la invasión de este país», lo que pronuncia es «una conmovida invocación a Dios, única fuente de vida, esperanza y sabiduría» para «convertir el corazón» del agresor ruso —al que no menciona explícitamente— «y le haga capaz de iniciar un recorrido de diálogo, reconciliación y concordia».
«Sé que todas las mañanas a las 9 horas, con un minuto de silencio nacional, los ucranianos recuerdan con dolor a las numerosas víctimas provocadas por el conflicto», apunta el Pontífice, quien expresa su deseo de unirse a este solemne homenaje «para que sea más fuerte el grito que se eleva hacia el Cielo del que viene la ayuda».
El Santo Padre pide «que el Señor consuele nuestros corazones y refuerce la esperanza de que, mientras recoge todas las lágrimas, permanezca a nuestro lado». También cuando «los esfuerzos humanos pareces infructuosas y las acciones insuficientes».
Finalmente, «con la confianza de que Dios pronunciará la última palabra sobre está tragedia», Francisco bendice al pueblo ucraniano y a Kulbokas, de quien se despide definiéndolo como un «querido hermano que se ha quedado al lado de los hijos de esta nación que lleva mil días de sufrimiento»