«Queremos que muchos se reconozcan en esta menina con síndrome de Down»
Con un teclado, maleta y raqueta de pádel, la menina Marieta aterriza en la capital para «mostrar las capacidades de las personas con síndrome de Down». Se inspira en una niña del mismo nombre que al verla exclamó: «¡Soy yo!»
Desde hace siete años por estas fechas, las calles de Madrid se llenan de meninas de tamaño natural que dan una nota de luz y color a las aceras de la capital. La edición de este año cuenta, en la esquina de las calles Juan Bravo y Serrano, con una aportación muy especial que va más allá del aderezo de la capital y del reclamo turístico que suponen: una menina con síndrome de Down llamada Marieta.
«Este es un proyecto de visibilización del síndrome de Down en medio de la sociedad y una defensa del valor de la vida», afirma María Doussinague, impulsora de la iniciativa. María es madre de tres hijos: la última de ellos se llama Marieta, tiene 11 años y nació con síndrome de Down. Es la protagonista de esta historia. «Desde que nació, he estado involucrada en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad», dice su madre, la mujer detrás de la cuenta El cromosoma de Marieta. Con más de 100.000 seguidores en Instagram, en ella cuenta la normalidad de su día a día familiar.
Entusiasta asimismo de las exposiciones urbanas al aire libre, a Doussinague un día se le ocurrió promover en Madrid una menina con síndrome de Down. Se puso a investigar cómo hacerlo, contactó con la organización y se presentó al concurso anual para conseguirlo. Así logró la oportunidad de crear la figura que hoy ya está en Madrid. Al no ser artista se la encargó a María e Isabel Plaza, de El Taller de María, que se pusieron manos a la obra para crear una escultura en la que cada detalle está perfectamente pensado.
Así, la menina Marieta es una chica joven que tiene colgada una cartera con un teclado «para que todo el mundo sepa que estas personas pueden trabajar», explica Doussinague. Como tienen los mismos gustos y aficiones que cualquiera de nosotros, lleva también unos auriculares para escuchar música, una maleta porque le gusta viajar y una raqueta de pádel para hacer deporte.
Del mismo modo, como elementos de visibilización del síndrome de Down, Marieta lleva pintados los pies con unos calcetines desparejados, el símbolo del apoyo social a estas personas que se populariza cada 21 de marzo, Día Mundial del Síndrome de Down. También lleva un tatuaje con tres flechas, un dibujo que nació en Estados Unidos y que ya llevan muchos familiares de estas personas. «Yo misma lo llevo —atestigua Doussinague—. Representa la unión de muchas familias que luchan por los derechos de sus hijos».
Por detrás, la menina lleva un código QR con información relevante sobre el síndrome, que cualquiera puede descargarse al pasar para conocerlo más y desmontar prejuicios. La falda, dibujada con una cadena de cromosomas, lleva la inscripción T21 —trisomía 21, la alteración cromosómica propia de este síndromes— formada con los nombres de más de 900 personas con esta característica que han querido formar parte del proyecto.
Por último, al rostro dedicaron sus autoras una atención especial. Como la cara de las meninas es muy pequeña y no tiene relieve, era complicado mostrar en él que la figura tiene síndrome de Down. Lo que hizo El Taller de María fue realizar un boceto de la cara de Marieta, la hija de Doussinague, y modificar sus rasgos para resaltar en lo posible su singularidad.
Si todo sigue su curso, la menina Marieta dejará en los próximos meses las calles de Madrid para volar a otras ciudades de España y del mundo, como ya se ha hecho en anteriores ediciones. De momento, «creemos que está en un sitio perfecto en un momento perfecto, a las puertas del Adviento y de cara a la Navidad. Va a estar rodeada de luces y de belleza», afirma Doussinague.
¿Y qué piensa Marieta de todo esto? «Ella está encantada», afirma su madre. Durante el proceso de creación, la figura ha estado en su casa prácticamente dos meses enteros. «La tuvimos que subir por la ventana porque no cabía por las puertas», ríe. Cuando su hija la vio aparecer así por el salón «alucinó, pero poco a poco se ha ido acostumbrando y hasta ha ayudado a pintarla».
Finalmente, cuando vio la cara de la menina, se reconoció en ella: «¡Soy yo!», exclamó. Al igual que la pequeña, «queremos que sean muchos los que se reconozcan en esta menina —concluye su madre— y que entren a formar parte de esa tribu que muestra por todo el mundo las capacidades de las personas con síndrome de Down».