Siempre que habla Miguel Delibes de Castro hay que escucharlo; y si lo que hace es escribir, entonces conviene leerlo. En mis manos tengo su último libro, Gracias a la vida. La naturaleza indispensable, que le he birlado a mi madre. La he oído recomendarlo con entusiasmo a amigos que se acercan a la naturaleza desde perspectivas muy diferentes —«es entretenido hasta hablando de lombrices»—, y ha conseguido que mi hijo de 15 años se lea con gusto varios capítulos sueltos. No todo el mundo puede escribir lo mismo para una abuela que para su hija o su nieto, para un cazador que para un naturalista. Él sí. Y es fácil entender por qué.
Me gusta Delibes porque no se da importancia. También porque escribe con sencillez: no tiene nada que esconder. Con el estilo natural y elegante que le es propio, este hombre sabio, que ha dedicado su vida a proteger el campo, nos transmite su amor por las malas hierbas, los buitres y los escarabajos, los hongos y las bacterias y acaba haciendo que queramos formar parte de su equipo. Tiene claro —como lo tenemos todos, en el fondo— que es mejor convencer que obligar, enamorar que reñir. Y se le da de maravilla, porque es humilde y generoso y se le nota en cada palabra que escribe.
Hacia el final encontramos una idea que resume bien el espíritu del libro: «Un árbol vale más por su sombra que por su madera». Es una imagen que me lleva de cabeza a las encinas taladas de Las cosas del campo, de José Antonio Muñoz Rojas: «Con vosotras se ha perdido el recuerdo de mi padre cabalgando bajo vuestras sombras, el de nuestra niñez sentada frente a los ponientes agosteños encendidos tras el encaje de vuestras ramas». Es una visión de la naturaleza no solo como algo que nos pertenece, sino de lo que formamos parte.
Nos vendrían fenomenal más hombres como él. Personas que, en lugar de señalarnos con el dedo mientras nos vamos encogiendo cada vez más en el sillón, se dedican a contagiarnos su asombro por la naturaleza. «En los tiempos que corren», nos dice en el prólogo, «y por motivos justificados, los escritos sobre temas ambientales suelen ser agoreros, cuando no directamente catastrofistas. Mi intención es la contraria». Cuando el discurso es apocalíptico, nos hunde en la miseria y nos paraliza, incluso nos rebela. Pero es evidente que por algún sitio hay que empezar. ¿Por dónde? Yo diría que el libro de Delibes de Castro es un buen punto de partida.
Miguel Delibes de Castro
Destino
2024
248
20,90 €