Alfonso Bullón de Mendoza: «El catolicismo sigue siendo una roca firme de presencia en el mundo»
El 26 Congreso de Católicos y Vida Pública pone el foco en pensar y actuar ante la incertidumbre. Hablamos con el presidente de la ACdP
El lema del Congreso Católicos y Vida Pública, en su vigesimosexta edición, es Quo Vadis? Pensar y actuar en tiempos de incertidumbre. ¿Es también una llamada a reflexionar sobre papel del congreso después de 25 ediciones? ¿Y cómo se plantean los próximos 25 años?
El Congreso Católicos y Vida Pública tiene una concepción inicial de ser un lugar de encuentro para los católicos. Es decir, lo que planteó Alfonso Coronel de Palma en su día es que los católicos dialogaban con los musulmanes, con los protestantes, con los marxistas, pero que dialogaban poco entre ellos. Entonces, gracias y precisamente por eso, este año se ha hecho hincapié en una mesa de diversos movimientos eclesiales, para que expongan un poco sus puntos de vista. Y la idea del congreso a lo largo de los próximos años es ir señalando la necesidad de la presencia de los católicos en la vida pública para tratar de influir en ese «¿a dónde vamos?». Y, por otro lado, seguir siendo un lugar de encuentro y de diálogo.
Este año se empieza el congreso con el manifiesto ya hecho previamente y, por otro lado, se habla de la necesidad de articular estrategias e iniciativas. ¿Esto cambia de alguna manera la dinámica de terminar con una propuesta más concreta que anteriormente, que era una tradicional más toma de postura, pero no se articulaban tantas concreciones?
Este año hay una línea muy abierta de plantear cuáles son los problemas que hay; que la gente que venga al congreso desde el primer momento sea consciente de qué problemas vemos nosotros en el mundo actual y qué respuestas se nos ocurren. Si lo planteas al final, cuando la gente se va, ofreces los puntos de reflexión, y si lo planteas al principio, sirve un poco de guía.
Cuando hablamos con el codirector, José Masip, nos dijo que 300 jóvenes de los centros del CEU van a participar en el 26 Congreso Católicos y Vida Pública. ¿De un tiempo a esta parte van notando el impacto en la convocatoria en un mayor compromiso de los jóvenes de las universidades del CEU?
Sí; es verdad que cada vez asisten más jóvenes y no solo de nuestras universidades, sino también de otros centros. Pero este año quizá haya una novedad, porque tradicionalmente habíamos hecho, por un lado, el congreso dedicado a los jóvenes y por otro lado, el grueso del congreso. Pero este año hemos querido unificarlo en uno, porque es cierto que también, cuando ves un congreso con centenares de jóvenes, te sube mucho la moral. Pero es cierto que cada vez se ve a la juventud más implicada; es decir, el catolicismo evidentemente no tiene la fuerza social que tenía hace unas décadas, pero, sin embargo, las mayorías católicas hoy en día son mucho más activas de lo que eran las mayorías católicas hace unas décadas.
Los inscritos ya son superiores a los del año anterior. Esto pone de manifiesto que crece la necesidad de diálogo, de formación, de comprender qué nos rodea y cómo enfrentarnos a ello.
Nos rodea un mundo que, en cierto sentido, cada vez parece más alejado de los postulados católicos, donde priman el nihilismo, el pensamiento líquido, etc. Y quizás eso también anima un poco a los católicos a la necesidad de profundizar en el estudio, en la propia identidad, en reafirmarse, en estar juntos.
En la presentación a medios del congreso, los directores resaltaron la importancia de volver a una de las señas de identidad de los primeros congresos, que es la convocatoria a movimientos laicales, porque tienen un papel aglutinador en estos tiempos de sinodalidad y de división, incluso dentro de la Iglesia. En una de las mesas principales de esta convocatoria participarán movimientos y realidades de Iglesia de diferentes sensibilidades que aportarán visiones muy distintas, algo muy enriquecedor.
No es tanto una sensibilidad distinta como esa enorme pluralidad, esa enorme libertad de los hijos de Dios al que tenemos la posibilidad de acercarnos a través de los diversos carismas. Y eso es bueno; esa pluralidad de la Iglesia siempre ha sido una maravilla. Nosotros tratamos de que esté lo más presente posible.
Hablemos de cohesión y fundamentos, como propone el manifiesto. ¿Cómo aterrizamos eso en una situación como la que estamos viviendo ahora, con un contexto marcado por la DANA y las circunstancias tanto políticas como de subsidiariedad por parte del pueblo y, a larga distancia, las elecciones estadounidenses y la gran polarización social?
El congreso es un lugar de encuentro donde, teniendo en cuenta cómo está el mundo que hay alrededor, los católicos se encuentran, dialogan, ven cuál es la situación en cada momento —que no es la misma ahora que la que fue hace 26 años, cuando tuvo lugar el primero— y ven también cómo se pueden tratar de articular respuestas en el lugar en el que estamos.
Una pequeña luz ha sido ya la participación social liderada por el catolicismo; lo estamos viendo ahora mismo con la DANA. Cáritas a la cabeza. Las parroquias también. ¿Y la gente? Llama precisamente a Cáritas y a las parroquias. No solo los católicos.
España es un país de una gran tradición católica y, por lo tanto, el tema de la actividad de la Iglesia en situaciones de crisis no es una novedad. Cuando tú te acercas a la iglesia, cuando te acercas a Cáritas, no estás haciendo un experimento de ver qué sabrán hacer o cómo sabrán actuar estos, sino que, a lo largo de décadas, han sabido dar respuestas a los retos que planteaban la sociedad y las situaciones de crisis. En este sentido, el catolicismo sigue siendo una roca firme de presencia en un mundo que se mueve muy rápido.