El Papa pide desde la Gregoriana «una universidad que no pisotee las diferencias»
«Menos cátedras, más mesas sin jerarquías, unos al lado de otros, todos mendigando saber tocando las heridas de la historia», ha reclamado en la lección magistral que ha pronunciado
«Una universidad que huela a carne de pueblo y que no pisotee las diferencias»: El Papa Francisco ha dejado claro el horizonte de lo que debe ser el tablero académico para los estudiantes durante su visita esta mañana a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
En la clase magistral que ha pronunciado en la que se considera la más antigua de las universidades pontificias de Roma, ha advertido del pensamiento que «se desliza hacia la ideología» en las universidades. Así ha instado a transformar la universidad en un espacio de acogida —«una casa del corazón», en sus palabras— que tienda a construir «puentes donde encontrarse» y sea «un lugar de investigación para la cultura del encuentro y no del descarte; un lugar de diálogo entre pasado y presente, entre la tradición y la vida».
«Menos cátedras, más mesas sin jerarquías, unos al lado de otros, todos mendigando saber tocando las heridas de la historia», ha reclamado en su discurso ante la comunidad académica, que ha sido varias veces interrumpida por los aplausos. Dirigiéndose a los profesores, les ha pedido que ayuden a los universitarios «a proceder por sí mismos, evitando los laberintos intelectualistas y la acumulación de nociones» y datos y cultivando «el gusto por la ironía».
La Pontificia Universidad Gregoriana de Roma cuenta con una ilustre red de antiguos alumnos entre los que hay 27 santos, 57 beatos y 16 Papas. Además, el 36 % del colegio cardenalicio y el 24 % de los obispos católicos del mundo pasaron por sus aulas. Sus orígenes se remontan a la iniciativa directa de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, que en 1551 sentó las bases del Colegio Romano.
El Santo Padre ha llenado de su alocución de imágenes de los clásicos de la literatura universal, como la escena de la Iliada en la que Héctor, antes de enfrentarse a Aquiles y tras saludar a su esposa Andrómaca, atiende con cariño a su hijo Astianactes, que, asustado, empieza a gritar. Héctor se quita el casco y lo deja en el suelo, «coge a su hijo en brazos y lo eleva a su altura, y solo entonces le habla». Para Francisco son estos «los pasos que preceden al diálogo». Así, ha llamado a desarmar «los pensamientos» propios para ponerse ante los demás a la misma altura y poder así «mirarse a los ojos». «No hay diálogo entre lo alto y lo bajo: solo así la enseñanza se convierte en un acto de misericordia» ha asegurado el Papa.
También ha citado el momento en el que Eneas está por salvarse del fuego de Troya y coge sobre sus hombros a su anciano padre, Anquises, y protege a su hijo Ascanio agarrándolo con la mano. «Así es como debemos avanzar», ha señalado al utilizar esta potente imagen. Ha citado asimismo a autores como Fiódor Dostoyevski, William Shakespeare o el español Francisco de Quevedo.
El Pontífice ha aprovechado su alocución para hacer una defensa rotunda del derecho a la educación. Esta «no debe ser un privilegio sino accesible a todos», ha reseñado. Por eso ha criticado que en el pasado se pensase que «la educación era un privilegio». Y ha lamentado que es «una condición que aún no se ha extinguido». Por último, el Santo Padre ha defendido que según el carisma ignaciano «la cultura es una misión de amor».