La DANA se encuentra con la fe de la Iglesia: «Jesús está a nuestro lado»
La peor riada en lo que va de siglo ha dejado cientos de fallecidos y cuantiosos daños materiales; también en las iglesias, donde, a pesar de todo, ya se han implicado en la ola de solidaridad junto a Cáritas
Se trata de la peor DANA en lo que va de siglo. Afectó a todo el sureste español, principalmente a la Comunidad Valenciana. Según la Agencia Estatal de Meteorología, en las comarcas del norte y centro de Valencia cayeron 500 litros por metro cuadrado de media. La peor parte se la llevó la localidad de Turís, donde se registraron 646. Es una cantidad similar a la que se recoge en el municipio a lo largo de casi dos años. Todo ello ocurrió el martes 29 de octubre en apenas ocho horas. La cifra que más dolor está generando, sin embargo, es la del número de muertos. La riada se ha llevado por delante la vida de, al menos, 217 personas, aunque nadie duda de que el dato vaya a aumentar en los próximos días. «En la superficie ya no hay más cuerpos», informó el pasado lunes la delegada de Gobierno en Valencia, Pilar Bernabé; pero ahora queda una segunda fase del operativo de rescate. «Es la entrada a los cauces de los barrancos, del río Magro y a los subterráneos. Ahí es donde posiblemente pueda cambiar el ritmo del número de encuentros» de personas fallecidas, especificó. Por «todos ellos, así como por sus familias y por las personas que se han visto afectadas», el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, celebró una Misa de sufragio menos de 24 horas después de la tragedia. Sus palabras sirvieron de bálsamo sobre todo en Paiporta, donde se ha registrado el mayor número de muertos. Hasta el momento son 63 los vecinos que han perdido la vida a causa de las inundaciones, pero podrían haber sido algunos más si no llega a ser por la mujer que se acercó a avisar de la riada a los fieles que se encontraban reunidos en la parroquia de San Jorge. «Si no es por ella, estaríamos ahora todos muertos dentro de la iglesia», asegura el párroco, Gustavo Riveiro. Un instante antes de que este ángel mensajero —disfrazado de hija preocupada por su madre, a la que fue a buscar a causa de la tormenta— entrara en la parroquia para alertar, Riveiro se encontraba en la sacristía. «Estaba consolando a un matrimonio cuya hija había nacido muerta recientemente. Hablábamos de la posibilidad de organizar una ceremonia por el alma de la pequeña», rememora. En ese instante fue cuando les avisaron de que se estaba llenando la plaza de agua tras el desbordamiento del río. Riveiro decidió entonces interrumpir una adoración eucarística que se estaba celebrando en el interior del templo. «Di la bendición rápido, guardé al Santísimo y mandé a todo el mundo a casa», gracias a lo cual pudieron salvar la vida. «Aquí llegó el agua hasta los dos metros. La calle se convirtió en un torrente. Bajaba rugiendo con una violencia que asustaba», relata.
La feligresa de San Jorge avisó a su comunidad antes de que lo hicieran las autoridades a través del móvil. Cuando por fin llegó la alerta de Protección Civil, en vez de buscar refugio, «decidí celebrar Misa», asegura por su parte Salvador Romero, párroco de San Ramón Nonato, también situada en Paiporta. Estuvieron presentes solo cinco personas: el celebrante, la sacristana, la madre del sacerdote y dos feligreses. «A mitad de la Eucaristía empezó a entrar agua dentro y en el momento de comulgar ya nos llegaba por la rodilla», rememora Romero. Al concluir la celebración, el sacerdote dejó «el cáliz y el corporal en la mesa de la sacristía», asegura, «y empecé a colocar en alto cosas como las casullas». La tarea, sin embargo, se vio detenida abruptamente al subir el nivel del agua hasta la cintura. «Entonces, tuve que poner a mi madre a salvo en la planta superior», donde está situada la vivienda parroquial. Al abandonar la sacristía, el agua comenzó a subir «muy rápido», asegura el presbítero. Tanto que alcanzó, al menos, los dos metros de altura. «Cuando empezó a remitir el agua y pude acceder al templo, al día siguiente», Romero se encontró una imagen de gran destrucción. «Estaba todo absolutamente embarrado». Sin embargo, «el cáliz se encontraba en el mismo sitio donde lo había dejado y el corporal, también, totalmente blanco, sin ningún tipo de mancha», confirma el sacerdote.
—¿En qué pensó cuando vio la escena?
—En que aquello tenía sentido al haber decidido celebrar la Misa, y en que Jesús Eucaristía está siempre a nuestro lado.
Salvo el cáliz y el corporal, «por aquí lo hemos perdido todo», asegura. «Ahora estamos limpiando lo más rápidamente posible para poder habilitar un lugar donde poder almacenar el material con el que paliar las necesidades más urgentes de los vecinos» en colaboración con Cáritas Diocesana de Valencia, que se ha volcado ante la emergencia humanitaria. Lo que tampoco han perdido ha sido la Misa y la comunión diaria. «Desde el día de la DANA estoy celebrando la Eucaristía todos los días a las 18:00 horas en el mismo sitio —la segunda planta—, a donde subimos para refugiarnos de la riada», concluye Romero. «Las intenciones son obvias: por todas las personas difuntas, sus familiares y todos los afectados. Esto ha sido lo más duro de todo. Horrible».