Carlos Aguilar: «Antes, la piedad popular no tenía buena prensa»
El delegado para la Piedad Popular, nombrado a final del verano, está volcado en la iniciación cristiana de los cofrades que aún no han sido bautizados
Antes de ser delegado para la Piedad Popular, lo fue de Catequesis y también de Evangelización. ¿Qué relación guardan estos servicios?
Hoy en día la piedad popular es uno de los modos de evangelizar y dar un testimonio público de fe. Ahí es donde la Iglesia sale a la calle y tiene una presencia visible. Por tanto, es una manera de hacer un anuncio, de llamar la atención, no solo para los fieles, sino también para todo el que lo ve y participa de ello. Por otro lado, ahora hay mucha gente que, ante las manifestaciones de la piedad popular, se siente llamada. Se acerca, quiere formar parte de una hermandad o una cofradía y, cuando les preguntas por la partida de Bautismo, no tienen. A estas personas que se acercan a la Iglesia sin haber recibido la iniciación cristiana hay que ofrecerles una catequesis y un proceso catecumenal.
Aquí tiene que ver mucho la Delegación de Liturgia, para ayudar a que la piedad popular se alimente de la verdadera doctrina. También la Delegación de Jóvenes, porque en las hermandades y cofradías hay muchos; la de Actos Públicos, porque las procesiones que se realizan en la calle mueven mucha infraestructura. O la Delegación de Migraciones, porque quienes vienen a nosotros aportan su experiencia de fe. La idea del cardenal Cobo es que nos demos cuenta de que la piedad popular no es un campo aislado, sino una realidad donde confluye la acción pastoral. No hay tecla del piano que no suene.
¿Está usted muy vinculado a la Almudena y a la piedad popular madrileña?
Por parte de mi madre soy muy madrileño. Su familia vino en 1827 desde un pueblo de Cuenca, Horcajo de Santiago, y soy del barrio de Lavapiés. He vivido en mi familia materna la devoción. De niños nos llevaban a la Virgen de la Paloma. También a la Almudena, porque mi madre pertenecía a la Corte de Honor. Eso sí, aquí la popular era por goleada la Paloma. Hasta que Pablo VI declaró a la Almudena patrona en 1977 y se terminó la catedral en 1993, no tenía mucho arraigo. El cardenal Rouco lo promovió. Además, mi hermana se llama Gema por la santa. El parto fue muy complicado, mi madre ofreció llevar el hábito de santa Gema si salía bien y recuerdo que en mi Primera Comunión ella aún lo llevaba.También teníamos una frutería y allí hubo siempre un san Pancracio y a los amigos que venían se les daba perejil para que tuvieran suerte con la lotería. He visto muy de cerca esa piedad popular de gente sencilla que vivía ese modo de expresión.
¿Ha habido prejuicios contra esta forma de vivir la fe?
Cuando era seminarista, la piedad popular no tenía muy buena prensa. Para muchos sacerdotes, esto de cuidar a las cofradías y hermandades no era una labor en la que poner alma, vida y corazón. Ahora hemos visto el potencial evangelizador que tiene dicho cuidado; es una manera de sintonizar con las personas para ofrecerles una honda vivencia cristiana. Muchos empiezan acercándose a las hermandades y cofradías y luego hacen los retiros de Emaús, Effetá o Encuentro Matrimonial. El punto de enganche es la devoción popular. Sin ella, ¿cómo íbamos a poder proponer estos espacios de encuentro con el Señor?
¿Han revitalizado este ámbito las personas migrantes?
Ahora tengo la suerte de estar en la parroquia de San Lorenzo, donde la realidad devocional es muy importante. Allí veo todas las imágenes, empezando por la Virgen del Cisne de Ecuador y otras devociones hispanoamericanas. También está la Virgen del Pilar en un altar con la bandera de España. Es la iglesia en la que estoy bautizado y, cuando era adolescente, jamás la vi así ni la sacaban en procesión. Al poner al resto de Vírgenes sus signos identificativos de Bolivia o Perú, nosotros hemos buceado en nuestras raíces, que teníamos olvidadas. El otro día hubo un curso para catequistas y habría unos 60. Tres cuartas partes eran de origen latino. Ahora mismo, la renovación que estamos viendo por esta vía es una maravilla y el punto de contacto es la devoción a la Virgen.