Manuel Cuervo: «Casi la mitad de los misioneros de la diócesis de Madrid son seglares» - Alfa y Omega

Manuel Cuervo: «Casi la mitad de los misioneros de la diócesis de Madrid son seglares»

Antes de ser delegado de Misiones, este madrileño y su mujer sirvieron en Perú y asegura que lo que no se vive en tierra propia, tampoco fuera

Rodrigo Moreno Quicios
Manuel Cuervo con su mujer y niños locales durante su misión en Perú
Manuel Cuervo con su mujer y niños locales durante su misión en Perú. Foto cedida por Manuel Cuervo.

¿A qué se dedican en esta delegación?
Nos encargamos de los misioneros diocesanos madrileños, repartidos por los cinco continentes. Aparte de hacer animación misionera, también abordamos lo que puedan necesitar ante la Seguridad Social o los bancos. A veces, cuando la gente desaparece del sistema, los ordenadores bloquean directamente sus cuentas y nosotros certificamos que son personas conocidas y vinculadas al Arzobispado de Madrid. También nos dedicamos al discernimiento de la vocación misionera. Si llama una persona a la puerta y dice que siempre se ha planteado las misiones, la acompañamos para que reciba la formación necesaria y tenga el discernimiento para ver si hay una llamada verdadera del Señor a la misión.

El último informe de la Agencia Fides, publicado la pasada semana, en el contexto del mes dedicado a las misiones, señala un aumento de familias misioneras, especialmente en América. ¿También sucede aquí?
Hay 564 misioneros de la diócesis de Madrid. Muchos pertenecen a instituciones religiosas, que son las que los envían y los sostienen. Pero 216, casi la mitad de los misioneros, son seglares. Es algo novedoso que lleva ocurriendo 50 años; muy poco para lo larga que es la historia de la Iglesia. Antes se entendía la vocación de misionero ad gentes solo para sacerdotes, y encima religiosos, no diocesanos. Es normal que los seglares vayan ocupando los lugares que son propios de su llamada. Pero puede haber una tentación, que sería decir que, como no hay vocaciones sacerdotales, los laicos los suplanten en ciertos lugares. Es injusto y no es cierto. Los laicos no pueden estar en el banquillo, están siendo llamados por su propio Bautismo a ser misioneros y a recibir la vocación misionera ad gentes como algo propio. Un matrimonio que se introduce en una cultura y una sociedad, lo primero que hace es evangelizar con su testimonio de vida cristiana. Mi esposa y yo estuvimos dos años de misioneros en la selva central de Perú y el obispo nos decía que simplemente el hecho de que fuéramos juntos por el pueblo visitando a los enfermos, llevándoles la Comunión es un testimonio de vida cristiano más valioso que todo lo que pudiéramos decir. 

Los religiosos, cuando se jubilan y regresan, pueden quedarse en su congregación. Pero las familias no pueden hacer eso. ¿Existe para ellos alguna cobertura?
Se consiguió hace ya un tiempo que la diócesis cotizara por los laicos enviados según un convenio especial de la Seguridad Social. Se cotiza el salario mínimo para que esos años no queden en blanco y cuando se jubilen les llegue una pensión. También se les da un seguro de repatriación en caso de accidente grave y asistencia médica con cobertura en todo el mundo. Al volver, se intenta mover su currículum y escucharlos, que no se sientan solos. Pero el compromiso no es que se les dé un puesto de trabajo. El laico misionero sabe que está sacrificando una vida laboral. Dios no nos nubla la razón cuando nos da una vocación. Los riesgos y las dificultades las vemos igualmente. Lo que nos da es la fortaleza y gracia para vivirlo. Y reconociendo que existen esos riesgos, si estoy llamado, tengo que confiar en la Divina Providencia. Cuando regrese, Dios proveerá.

¿Qué filtros se establecen para quien llega con una posible vocación?
Lo primero que pedimos es una carta del párroco diciendo que esa persona tiene vida comunitaria y ya está introducido a la vida de fe. Lo que no vivimos en esta tierra, no vamos a vivirlo fuera. Si no tiene costumbre de oración, de vida de sacramentos, de colaborar en Cáritas o dar catequesis… es una tarea que va a tener que realizar. Entonces empieza un proceso de discernimiento y acompañamiento para ver si existe esa vocación. Les invitamos a una formación aquí en la delegación, con dos reuniones al mes. Vienen sobre todo jóvenes, a quienes les toca la misión. Si, una vez que van por un tiempo corto, ven que con ese poquito el Señor sigue llamando a la puerta, los invitamos a hacer la formación en San Dámaso, en la Cátedra de Misionología los miércoles por la tarde. Son dos años y es un poquito más académico. Durante ese proceso de tres años, podemos discernir y esas personas con dirección espiritual y acompañamiento ven si es así. Es un proceso en el que la persona se va dando cuenta de si hay vocación o no. Si no hay vocación, puede hacerse largo, pero cuando hay vocación todo se hace corto.

¿Qué les gustaría pedir en este mes de octubre, misionero por excelencia?
Si no somos llamados a salir, somos misioneros en nuestro lugar y en el sostenimiento económico. Las misiones se sostienen gracias a lo que recaudamos donde la Iglesia está constituida. El Domund se celebra en todo el mundo y las diócesis chiquititas donde están los misioneros también aportan lo que pueden, aunque sean 15 dólares, porque es algo universal. Que seamos conscientes de la realidad misionera ad gentes: hay muchos lugares donde aún no se ha hablado de Dios ni se ha hecho una primera evangelización mientras nosotros ya estamos hablando de la nueva. No todos tenemos que salir de nuestra tierra, pero sí podemos rezar por las vocaciones de toda índole y por las familias, que es de donde brotan. Ser generosos, con el dinero también; o si un hijo te dice que el Señor le llama a ser misionero. Cuando vienen los misioneros aquí a vernos, lo que piden es oración, mucho antes que dinero.