«El arte de nuestro periodismo es hacer que importe cada migrante desaparecido»
El Congreso de Mérida es un laboratorio de investigación y humanidad sobre comunicación migratoria. En esta séptima edición se habló de duelo, nuevas narrativas y jóvenes, entre otros muchos retos
Estaban exultantes. Orgullosos de un trabajo recientemente publicado tras dos años de investigación junto a El Confidencial que ha desvelado que el Gobierno de España envía grandes cantidades de material militar y dinero a regímenes africanos a través de la FIIAPP, una agencia de cooperación del Ministerio de Asuntos Exteriores, con el objetivo de detener a los migrantes. Esto ya nos lo contarán más detenidamente pero, en este marco de satisfacción por el trabajo bien hecho, la Fundación porCausa celebró los días 9 y 10 de octubre la VII edición del Congreso de Mérida, con representantes del periodismo de migraciones llegados de todas partes del mundo. Senegal, Turquía, Túnez, Siria. Palestina. Durante un día y medio sin apenas descanso —literalmente— cerca de un centenar de ponentes inundaron de información, experiencia y retos el escenario del centro cultural Alcazaba, en el que un entregado alcalde de la localidad dio el pistoletazo de salida. Con una amplia presencia de periodistas en el exilio expertos en migraciones que reivindicaron no ser ellos la noticia, sino darla —es decir, poder realizar su trabajo— algunos de los temas estrella versaron sobre cómo encajar contenidos de migraciones en grandes medios —mesa moderada por el exdirector de Alfa y Omega, Rodrigo Pinedo—; la creación de nuevos medios; cómo vender documentales a grandes plataformas o la reivindicación y necesidad de un periodismo de largo aliento, porque «hay vida más allá de las breaking news». Pero como rezan dos de las múltiples misiones y visiones de porCausa, la empatía y el amor fueron los cimientos en los que se apuntaló el evento. Por eso el periodismo venezolano en el exilio tomó la palabra. Y también Muath Hamed desde el escenario y Belal Khaled desde la Franja de Gaza, ambos periodistas cubriendo el conflicto. Y Anna Surinyach, fotógrafa documental y editora gráfica de la revista 5W, que presentó su proyecto Mar de luto en una mesa sobre los duelos incompletos y los desaparecidos en la ruta migratoria. Una media de nueve personas mueren al día desde 2014 intentando llegar a Europa a través del mar. «Y se contabilizan las que las autoridades registran, pero solo el fondo del mar sabe el número real», afirmó Surinyach. Estas desapariciones y muertes tienen un impacto fuerte en las comunidades de origen. «Al dolor de la pérdida se suma la incertidumbre de no saber qué ha pasado, la impotencia de no poder reclamar información y el miedo a denunciar la desaparición a las autoridades».
«Lo hemos perdido todo, pero no hemos perdido la palabra». Fue el mensaje de Ahmed Al-Batta, corresponsal de Al-Araby en Gaza, para los presentes en el Congreso de Mérida. En una mesa dedicada a la labor periodística en la Franja durante este año, los profesionales presentes —algunos por videollamada— explicaron cómo se han jugado la vida entre tiros por informar. Y recordaron a tantos otros que han muerto por ello.
En la mesa también Marcela Turati, periodista mexicana dedicada a combatir las violaciones a los derechos humanos en su país, compartió su investigación sobre las personas desaparecidas en territorio de México en su camino hacia Estados Unidos. «El arte de nuestro trabajo es hacer que a la gente le importe cada uno de ellos», recalcó. Con un relato doloroso, explicó que «hay múltiples formas de desaparecer» en dicha ruta, «porque hay muchas fosas, pero también trata de personas o reclutamientos forzados para convertir a los migrantes en sicarios». En su libro San Fernando: última parada. Viaje al crimen autorizado en Tamaulipas narra la tragedia que sacudió a la localidad tras el hallazgo de unas fosas clandestinas que contenían los cuerpos de 72 migrantes que emprendieron un viaje que los llevó a una carretera frecuentada por los narcos. La investigación de Turati sobre lo sucedido duró doce años y en el texto habla de la complicidad entre el crimen organizado y las autoridades locales. De «la importancia de cuidar a las familias que entrevistamos». De que «detrás de cada estadística hay vidas truncadas y una sociedad que no puede permitirse olvidar». Y de cómo fue espiada y vigilada por todo este trabajo documental.
Como ella misma apunta en su libro, «destaco la frase de mi amigo Jonh Gibler: “En México es más peligroso investigar un crimen que cometerlo”».