Una parroquia volcada en «los adultos que aún no han sido bautizados»
La característica forma triangular del Santísimo Sacramento recuerda a las tiendas de Israel en el desierto
«Hasta hace unos pocos años, yo mismo utilizaba como excusa que esta era una parroquia muy envejecida y la pastoral a realizar era de mantenimiento, pero en los últimos años el barrio ha cambiado. Hay gente joven en el despacho, en los bautizos y en las bodas». Lo cuenta José Antonio Rivera, sacerdote sacramentino y párroco de la iglesia del Santísimo Sacramento, un templo frente a la antigua Casa de Fieras del Retiro que «quiere revitalizarse» y «va retomando la actividad que se perdió con la pandemia».
Uno de los nuevos aires que soplan en la parroquia es «la pastoral con adultos que todavía no han sido bautizados». No son la mayoría, pero sí una novedad, los migrantes chinos que se inician aquí en la vida cristiana. Muchos de ellos se forman los domingos mientras sus hijos se preparan para recibir la Primera Comunión debido al empeño de la parroquia en «no descuidar a los padres porque son los primeros educadores en la fe». Entre sus pequeños, otros de origen hispanomaericano y los locales, el grupo infantil de catequesis cuenta con 30 niños. Todos ellos supervisados por Allen Peña, un filipino perteneciente a esta orden a la que el arzobispo Casimiro Morcillo encomendó atender el barrio en 1965. Le apoyan dos compatriotas seminaristas de 35 y 37 años llegados a Madrid para «impulsar la acción parroquial», concluir sus estudios teológicos y «quedarse con nosotros».
La llamativa aunque modesta relación de la parroquia con China inspiró a la directora Arantxa Echevarria a rodar allí Chinas, una película que arranca con el bautizo de una de las protagonistas. «Es muy respetuosa con los sacramentos del Bautismo y la Confesión y contamos con los permisos del Arzobispado para esas tomas de la película», valora el párroco.
Otra de las apuestas que han insuflado esta segunda vida a la parroquia es que, todos los lunes, jóvenes pertenecientes a Hakuna «vienen, hacen una catequesis y tienen una hora santa». Según Rivera, estos chicos «coinciden mucho con nuestra propia espiritualidad», donde la adoración eucarística juega un papel nuclear. De hecho, en este templo en el que «las magníficas vidrieras nos dan cuenta de la presencia del Señor en la Eucaristía», el Santísimo está expuesto cuatro horas al día y cada jueves, de 19:00 a 20:00 horas, «hacemos la adoración comunitaria».
Fruto de su paso por esta iglesia —en un primer momento por falta de espacio al llenar hasta los topes la parroquia del Pilar, de la calle Juan Bravo, donde también se reúnen— varios jóvenes de Hakuna «tienen presencia en el Consejo Pastoral y están implicados en mover la parroquia». Una «voluntad y compromiso» que Rivera agradece y con los que está «supercontento». «A veces los movimientos crecen y las parroquias se despueblan, pero a raíz del Sínodo tenemos que entender la importancia de la participación de todos», considera.
Casi 20 años para construirla
Aunque quizá lo que más llame la atención de esta parroquia es «su arquitectura a caballo entre el preconcilio y el posconcilio», obra de José María de la Vega. Debido a la promesa fallida de una marquesa de financiar su construcción, esta se dilató desde 1954 a 1973 y aglutinó diferentes estilos. Con una fachada triangular escoltada por dos puntiagudas torres similares a obeliscos, «se asemeja a una tienda de campaña, una de las metáforas que proponía el Concilio Vaticano II» para las construcciones «que acogían al pueblo en el desierto», explica Rivera.
Su espectacular exterior y excelente acústica le ha ayudado a tender puentes con la cultura a través de la celebración de conciertos, en ocasiones transmitidos por Radiotelevisión Española. Uno de los más recientes fue Lamentos por los recuerdos perdidos, un réquiem en honor a los enfermos de alzhéimer que «fue todo un éxito» y desbordó el templo. «La iglesia está abierta para todas estas iniciativas», recalca su párroco.