Alfonso López Quintás: «El papel del docente cristiano es enseñar a pensar con rigor» - Alfa y Omega

Alfonso López Quintás: «El papel del docente cristiano es enseñar a pensar con rigor»

El veterano filósofo, pedagogo y sacerdote ha recibido el Premio Especial del Año de Religión en Libertad «por entregar su vida al saber cristiano» mediante la reflexión sobre los valores y la ética desde el arte

Ester Medina
El también miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas durante la entrega de los premios, el 1 de octubre en la Universidad CEU San Pablo
El también miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas durante la entrega de los premios, el 1 de octubre en la Universidad CEU San Pablo. Foto: Pablo Cuadrado.

Su trayectoria es desbordante y brillante. ¿Qué subrayaría como tarea intelectual en su vida?
Ya en mi tesis doctoral destaqué la importancia de un término muy ambiguo, pero sumamente fecundo, que es lo «inobjetivo». Entender esa ambigüedad como signo de riqueza y no de indigencia fue el acierto de mi trabajo doctoral porque me abrió el camino para elaborar un método sumamente prometedor que permite comprender muy bien cómo se desarrolla el ser humano como persona. En el libro Metodología de lo suprasensible se puede consultar este método.

¿Cómo inició la parte más original de su pensamiento?
Durante los tres años que estuve en Alemania estudiando el potente movimiento filosófico que floreció en el período de entreguerras en Europa, ahondé en la teoría de lo «inobjetivo» y descubrí que, pese a su ambigüedad, o precisamente por ella, encierra una fecundidad sorprendente. Lo muestro en diversas obras, sobre todo en el libro La mirada profunda y el silencio de Dios, que es mi obra favorita.

Es un referente en el pensamiento filosófico y pedagógico. ¿Qué diferencias hay en las ideas de cuando usted empezó a las actuales?
La mayor diferencia que encuentro es la distinción de los cuatro niveles de realidad; donde el nivel uno es el de los objetos y expresa el dominio y la posesión; el nivel dos, las personas y obras culturales; el tres, los valores y el nivel cuatro, el de las realidades religiosas. Dar la debida importancia especialmente a los niveles dos, tres y cuatro nos cambia todo: desde la orientación de la vida hasta el trato con los demás. Cuando un niño se acostumbra a vivir en el nivel dos y se abre a realidades que no son meros objetos sino ámbitos o fuentes de posibilidades creativas, ve ante sí un futuro muy prometedor.

¿Dónde ha aprendido usted a ser creativo?
Cuando uno aprende a ver que la libertad y las normas se oponen, por ejemplo, al conducir un coche; pero se complementan al crear una obra musical, se descubre la importancia de la creatividad. Si toco el piano, mi «libertad de maniobra» debe coordinarse con la obediencia a multitud de normas. Esta aparente paradoja se resuelve al advertir que tocar el piano es una actividad creativa. Como organista y director de coro, pronto descubrí la importancia de los ámbitos en el proceso de crecimiento del hombre como persona. A diario veía que las múltiples normas que nos daban las partituras no eran simples mandatos, sino cauces de nuestra creatividad. Por eso, nuestra libertad de maniobra se convertía en libertad creativa. Una vez descubierto eso, ya estábamos abiertos a todo tipo de creatividad.

¿Cuál es el papel del docente cristiano en el mundo educativo, especialmente en la universidad?
Ha de enseñar a los alumnos a pensar con rigor y utilizar bien el lenguaje, como nos enseña la mejor antropología filosófica actual. Si enseña a pensar bien, el docente cristiano enseña también a los alumnos a comprender el lenguaje de la Biblia, que a menudo responde a la lógica de los niveles que he comentado antes.

Últimamente se ha volcado en hacer más divulgativa y accesible la filosofía en distintas plataformas digitales. ¿Qué tal esta experiencia?
Muy buena porque las personas que ven mis vídeos y leen mis artículos están reaccionando de una manera muy positiva. Mi interés en este trabajo consiste sobre todo en ayudar a las personas a pensar bien y con todo rigor, porque cuando una persona piensa bien, también lo hace muy profundamente.