En la Puerta del Sol apenas hay vecinos pero sí feligreses
La parroquia de San Ginés forma a voluntarios para evangelizar con el arte y es la primera parada de muchos recién llegados a la capital
En plena calle del Arenal, dentro de la parroquia de San Ginés reina el silencio pese a su cercanía a la bulliciosa Puerta del Sol. Antaño una ermita, fue erigida en 1106, cuando para perderse en el Madrid de extramuros bastaba con alejarse de las cuatro calles del casco.
Su párroco, Antonio-Hernán Gómez, nos explica frente al retablo del altar mayor que «san Ginés fue un funcionario galo del Imperio romano con el trabajo de presentar las sentencias de muerte contra los cristianos». Al convertirse y negarse a firmarlas fue martirizado, por lo que recibió el Bautismo de sangre. La pregunta surge sola: ¿Cómo llegó un santo de la actual Francia a ser patrón de una de las siete parroquias primigenias de la capital?. «Tras la Reconquista, se produjo la repoblación y llegaron varias comunidades de cristianos francos con sus devociones», aclara Gómez.
La suerte de este otrora templo de extrarradio cambió cuando, en 1561, los reyes se establecieron en Madrid y «a falta de capilla en el Alcázar, este se constituyó en la iglesia de la corte». «Aquí se han casado o bautizado Quevedo, Lope de Vega y muchos más», señala el párroco. Pero recalca que, más allá de los nombres ilustres, lo relevante es que «tenemos una rica historia de fe vivida por muchas generaciones de cristianos de Madrid».
Óscar Castañón, responsable del archivo de la parroquia —uno de los más referenciados de la capital junto al Archivo de la Villa de Madrid—, ratifica que «esta es una comunidad con una vida sacramental documentada desde 1498». Lo que les lleva a recibir a numerosos doctorandos que bucean entre sus cajones para descubrir, por ejemplo «la incidencia de los militares destinados a la corte o las causas de muerte de los infantes en el siglo XIX porque tenemos las partidas de defunción».
El patrimonio artístico del templo es desbordante. Su párroco recuerda que «tenemos el último cuadro pintado por el Greco», aunque su pieza favorita es «una obra maestra de Alonso Cano». No obstante, lo realmente curioso de San Ginés es que, pese a estar en una zona asolada por la turistificación y con el número de vecinos en caída libre, haya desarrollado una feligresía regular con cuatro Misas diarias y el doble en fin de semana —una en inglés en el oratorio del Santo Niño del Remedio, dependiente de ella—. «Mucha gente, sobre todo mayor, viene todos los días al centro en autobús y practica aquí», apunta Gómez. «Otros muchos que practican todos los días en su barrio, vienen los domingos». Sobra decir que, debido a la belleza del templo, su párroco ha oficiado «varios cientos de bodas».
La comunidad también se implica en el voluntariado. Desde hace 20 años, «todos los sábados, entre 80 y 100 personas se forman en arte y catequesis para enseñar con sentido evangelizador las iglesias del centro». Siguen así el deseo de san Juan Pablo II de que «las iglesias de antigua cristiandad sean testigos permanentes de la fe de nuestros antepasados». También se sirven de la música porque «somos un gran referente en la conservación de la tradición que emana del Barroco y la música litúrgica clásica».
Finalmente, el párroco revela que la céntrica ubicación de San Ginés les permite realizar «la primera acogida» de los migrantes que «entran por el aeropuerto con la idea de quedarse y lo primero que hacen es coger un autobús hacia el centro». «Gracias a la labor de Cáritas y los donativos de la comunidad se puede atender a estas personas hasta que se instalan en un barrio».