La parroquia de la Casa de Alba y los 18 hoteles
La pequeña iglesia de San Marcos ha encontrado su sitio entre hoteles y turistas, ofreciendo a todo el que pasa por delante «la pastoral de la puerta abierta»
El reto de toda parroquia histórica del centro de una gran ciudad es afrontar el desafío de la evangelización adaptándose a un entorno cambiante, como está haciendo la parroquia de San Marcos, situada muy cerca de Plaza de España. La iglesia la encargaron los Borbones para dar gracias al apóstol, porque el día de su fiesta de 1707 ganaron la batalla de Almansa contra los Austrias. El arquitecto Ventura Rodríguez, que entonces estaba trabajando en la capilla del Palacio Real, colaboró en la renovación de una pequeña ermita con esta advocación que ya existía en el lugar. Al tener muy poco terreno, por encontrarse en medio de un barrio ya consolidado, para levantar la iglesia se valió de un recurso que ya se estaba utilizando en Roma. Ventura Rodríguez dispuso la ampliación de la ermita en estructuras circulares y elípticas para dar a la única nave una mayor sensación de amplitud.
Al principio, la iglesia la ocuparon benedictinos del cercano monasterio de San Martín, y lo que siguió fue un intercambio de titularidad entre la Orden de San Benito y la diócesis durante los siglos siguientes. De aquella época queda la estructura de las celdas del piso superior, que tienen una ventana que da acceso visual directo al templo. La vinculación con los Borbones estuvo activa hasta Alfonso XII, que aunó a muchos nobles en torno a esta iglesia, pero esta relación está perdida en la actualidad. Hoy parroquia diocesana en toda regla, San Marcos se está adaptando con rapidez a un contexto en movimiento. «El barrio prácticamente se ha convertido en un piso turístico», afirma el párroco, Luis Miguel Motta de la Rica, al tiempo que cuenta que en su territorio hay un total de 18 hoteles.
En este esquinazo de las calles Leonardo y San Bernardino, unos metros más arriba de la parroquia, tenía su tienda el padre de familia Julián Pérez, que durante la persecución de los años 30 del siglo pasado escondió a varios sacerdotes y objetos litúrgicos; aunque le encontraron y llevaron a Paracuellos para matarlo. Unas puertas más arriba, en la farmacia, despachaba Elvira Moragas, que tras ingresar en el Carmelo como María Sagrario de San Luis Gonzaga también fue fusilada y ya está beatificada.
Este trasiego de maletas calle arriba y calle abajo hace que los que acuden a la parroquia sean una mezcla de vecinos de toda la vida y turistas de todas partes del mundo. De hecho, fieles salen a la calle cada año, antes de Semana Santa, a los hoteles de la zona para facilitar los horarios de las Misas a sus clientes, «y son muchos los que vienen», atestigua el sacerdote.
«Lo que intentamos hacer es la pastoral de la puerta abierta… literalmente», asegura, pues cuenta que su propuesta es abrir de par en par el acceso de la calle al templo como una clara invitación a quien pase por delante. «Me gusta estar con la gente, hablar y conocer su vida, y con el confesionario abierto para quien lo necesite», añade. Así, a San Marcos se asoman muchos que no son habituales, gracias también a que el templo se encuentra en el circuito de muchos guías turísticos que enseñan la iglesia a personas que proceden de todas partes del mundo. Ninguno de ellos podría sospechar que feligreses de la parroquia son también los miembros de la Casa de Alba —el palacio de Liria se encuentra dentro del término parroquial—, algunos de los cuales han bautizado allí a sus retoños. Son de los pocos bautismos que pueden realizar en un barrio envejecido, pero, en cambio, son muchos los españoles que viven en el extranjero que se ponen en contacto con el párroco para celebrar aquí su matrimonio. «Vienen sobre todo de América, porque desean tener una celebración religiosa en un templo histórico y bonito de su país», cuenta.
Como curiosidad, en el pasillo que une el templo con el despacho parroquial se grabó en 1955 la película Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem, con Alberto Closas y Lucía Bosé, que llegó a ganar el premio de la crítica internacional en el Festival de Cannes. En esta línea cultural, San Marcos acoge cada año algunos conciertos del ciclo de música sacra de la Comunidad de Madrid —«es cuando veo la iglesia abarrotada», dice con humor el párroco—, y cada domingo canta un coro parroquial que lo mismo aborda el gregoriano que la música moderna. «Es espectacular; muchas veces tengo que pedir a la gente que no aplauda tras las canciones», acaba, bromeando.